jueves, 8 de octubre de 2009

Ahora van por los diarios, sostienen dos de los propietarios de Papel Prensa

Esto publican La Nación y Clarín:
El Gobierno avanza ahora para controlar a los diarios
Guillermo Moreno amedrentó a los directores por el Estado en Papel Prensa y amenazó con intervenir la empresa, que abastece a gran parte de los medios gráficos del país; renunciaron dos de los intimidados
Por: Adrián Ventura
En un intento de controlar a los diarios y avanzar sobre la libertad de prensa, el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, afirmó que "el Gobierno quiere intervenir Papel Prensa", la fábrica que elabora papel para la mayoría de los diarios del país, y que "buscará el modo de depreciar su valor para comprarla o expropiarla", según declaró un testigo de sus afirmaciones.
Moreno tampoco descartó, en su estrategia, "dictar un decreto de necesidad y urgencia" ni utilizar a los "gremios más agresivos". Y para evitar que trascendiera lo que estaba diciendo, habría advertido a quienes lo escuchaban: "Mis muchachos son expertos en partirle la columna y hacerle saltar los ojos al que hable".
El 30 de septiembre, el licenciado Carlos Collasso, uno de los dos consejeros que representan al Estado en la empresa, declaró formalmente ante un escribano público de esta ciudad lo que, entre sorprendido y atemorizado, le había escuchado a Moreno en aquella reunión, realizada el 14 de ese mes en el despacho del controvertido secretario de Comercio. Del encuentro habían participado también otras personas. Días más tarde, Collasso reiteró su denuncia ante un juez federal.
Papel Prensa es una empresa que cotiza en Bolsa, de la que son accionistas el Estado nacional (27,46%) y el Grupo Clarín (49%) y La Nación (22,49%), y de sus ocho directores, tres son representantes del Estado y uno es independiente. La firma abastece de papel a 170 periódicos de todas las expresiones ideológicas y su actual presidente es Julio C. Saguier, presidente de S.A. La Nación.
De los ocho directores de la empresa, tres son del Estado y uno es independiente. Collasso, tal como lo obliga la ley, puso el tema en conocimiento del Consejo de Vigilancia y ayer, Jorge Rendo, vicepresidente de Papel Prensa y director corporativo de Relaciones Externas del Grupo Clarín, denunció el hecho ante la Justicia.
La denuncia está radicada ante el juzgado federal a cargo del juez federal Octavio Aráoz de Lamadrid. Ayer mismo, Rendo ratificó la denuncia y Collasso declaró como testigo, confirmando todos sus afirmaciones.

La reunión con Collasso
El 14 de septiembre pasado, Collasso, como representante del Estado en el Consejo de Vigilancia de Papel Prensa, junto con Carlos María Mazzón, uno de los directores del Estado en la empresa, concurrió a una reunión convocada por Guillermo Moreno.
Según los dichos de Collasso, el temor que le infundió Moreno lo llevó a dejar constancia de lo que allí ocurrió ante un escribano. Otros dos directores del Estado, el referido Mazzón y Juan Drucker, ya renunciaron a sus cargos.
El siguiente es el relato que hizo Collasso ante un escribano y que, ayer mismo confirmó ante la Justicia.
En el despacho de Moreno, dijo, los aguardaban Beatriz Paglieri -ex interventora en el área de Precios del INDEC y futura directora oficial en Papel Prensa, aunque sólo asumirá en el cargo el 27 de octubre- y el subsecretario de Servicios Financieros de la Nación, Juan Manuel Prada.
También estaban en el lugar dos síndicos de la empresa y un gerente de la Sindicatura General de la Nación (SIGEN), además de otras tres personas.
Moreno los esperaba con un organigrama completo del Grupo Clarín, al que acusó de pretender el dominio sobre la opinión pública. Pero, más allá de ese comentario, lanzó un ataque que pareció dirigido contra Papel Prensa, la empresa que fabrica papel para diarios repartidos por todo el país, que pertenecen a distintos grupos económicos o son emprendimientos familiares.
Moreno, encolerizado -según el relato de Collasso- les ordenó a los representantes del Estado que, en la próxima reunión en la empresa, dejasen constancia de la disconformidad del Estado con todo lo realizado por la empresa.
Collasso explicó que eso no era posible, porque anualmente, el Estado y los accionistas aprueban todas las gestiones de directores y gerentes y los balances en asambleas anuales y todo eso es comunicado a la Bolsa de Comercio.
Mazzón también intentó dar algunas explicaciones, pero sólo consiguió enojar aún más a Moreno. Con el paso de los minutos, el funcionario se mostraba cada vez más agresivo, según el relato.
Entonces, Moreno comenzó a dar instrucciones y proferir graves amenazas. Afirmó que Paglieri era la autoridad real en Papel Prensa, al mando de todos los funcionarios estatales, y afirmó que su objetivo era que el Estado tuviera un rol activo en la empresa Papel Prensa, a los efectos de lograr un control efectivo sobre la disponibilidad de papel de diario.
Incluso, según el relato, se podría valer de los sindicatos más agresivos, para que hagan manifestaciones e intervengan la sociedad con huelgas. Tampoco descartó dictar un decreto de necesidad y urgencia.
Ante un intento de Mazzón de explicarle a Moreno que Papel Prensa compite en el mercado con papel importado que llega a bajo precio y que el informe que poseía Moreno relataba una situación de años anteriores, que cambiaron por las circunstancias actuales del mercado, el funcionario kirchnerista se mostró aún más molesto.
Según Collasso, manifestó que habría que encontrar algún modo de hacer bajar el precio de la empresa, para que el Estado la compre y, si no, la expropie.
Además, Moreno afirmó que todo lo que allí se había hablado debía ser reservado y que sus "muchachos" son expertos en "partirle la columna y hacerle saltar los ojos a quien hable", según declaró el testigo.

La denuncia
Rendo, cuando tomó conocimiento de la manifestación que hizo Collasso ante escribano público, en su calidad de director corporativo del Grupo Clarín, promovió una querella ante la Justicia y denunció los delitos de "agiotaje" -por la intención de Moreno de bajar el valor de Papel Prensa para perjudicar al Grupo Clarín- coacciones y abuso de autoridad.
Rendo, en su denuncia, también acusó al Gobierno de intentar coartar la libertad de prensa.
Según el escrito, en el que el ejecutivo de Clarín pide ser tenido como parte querellante, "el Estado nacional estaría poniendo en marcha su aparato coactivo para intimidar, presionar y perjudicar al Grupo Clarín y se estaría en presencia de un nuevo operativo orquestado por ciertos funcionarios del Gobierno, aparentemente bajo directivas de la Señora Presidenta de la Nación, destinado a coaccionar a Clarín, todo ello valiéndose de recursos del Estado".
Fuente: Diario La Nación

Los diarios Clarín y La Nación son los socios privados de la empresa, en la que el estado tiene 27,5%
Mitos y verdades de Papel Prensa
El origen de la compañía se remonta a 1968. Hoy abastece a más de 170 diarios.
El nombramiento de Beatriz Paglieri -la polémica funcionaria del riñón de Guillermo Moreno que manipuló las estadísticas del INDEC- en Papel Prensa provocó la renuncia de los otros representantes del Estado nacional en la compañía (donde tiene 27,5%). Es que la designación parece formar parte de una campaña para atacar a los diarios Clarín y La Nación, que son los accionistas privados de la empresa. Algo de eso hubo en las llamativas alusiones a la compañía de Gabriel Mariotto, el titular del Comfer, en su paso por el Senado para defender la nueva ley de medios.
Desde sectores afines al oficialismo se está tratando de deformar el pasado y el presente de la empresa. Papel Prensa se origina en 1968 como un proyecto privado con participación estatal. Los principales diarios (Clarín, La Nación, La Razón y La Prensa, que finalmente no participó) querían desarrollar una planta de papel, para dejar de importarlo. Como esto no avanzaba por las diferencias entre los distintos gobiernos de la época, los diarios iniciaron el análisis de otro proyecto, bajo una sociedad llamada Fapel. Papel Prensa, por su parte, se adjudicó en 1972 a Editorial Abril. Estaba previsto que el Estado participara financieramente y que luego se fuera, algo que nunca hizo. En 1973, el ministro de Economía José Ber Gelbard buscó cambiar el socio privado y allí entró David Graiver - que desembolsó US$ 4 millones- en reemplazo de Abril. Luego del golpe de 1976, Graiver muere en un accidente de aviación en México, nunca esclarecido. Su viuda y sucesora, Lidia Papaleo, comienza entonces el proceso de venta de sus bienes. Entre septiembre y octubre, negocia con Fapel la venta de su parte (63,9%) en Papel Prensa. En noviembre se efectiviza la operación en US$ 8,3 millones. Recién en marzo de 1977, varios meses después, aparecen las primeras denuncias sobre vínculos de Graiver con Montoneros. Su familia percibió la primera cuota (US$ 730.400) y luego el régimen de facto le incautó los bienes. Los compradores siguieron pagando las cuotas restantes en los tribunales judiciales hasta saldarla. En agosto, los militares buscaron injerencia en la compañía y nombraron un veedor-interventor: el capitán de navío Alberto D'Agostino, cercano al jefe de la Armada Emilio Massera. Se fue un año después.
En Papel Prensa se invirtieron US$ 200 millones. Hoy abastece a más de 170 diarios. Los accionistas privados (Grupo Clarín, con el 49% y La Nación, con el 22,5%) la mantuvieron aún cuando el papel importado con arancel cero tenía un precio menor al nacional por la sobrevaluación del peso.

Fuente: Diario Clarín

Represalia y desquite
Por: Joaquín Morales Solá
Una vieja aspiración de los gobiernos autoritarios ha sido, y es, el control del suministro de papel para la prensa gráfica. El intempestivo desembarco de Guillermo Moreno en Papel Prensa, la empresa que provee del principal insumo a gran parte de los diarios argentinos, sólo confirma la decisión política de los Kirchner de acorralar a los medios periodísticos hasta extenuarlos. La conclusión a la que ha llegado el matrimonio gobernante es muy clara: el periodismo fue el culpable de su fracaso electoral el 28 de junio pasado y deberá pagar por esa culpa. De igual modo que el sector rural está pagando por la primera derrota política que sufrió la pareja gobernante, cuando el Senado rechazó las retenciones a la soja en 2008.
Represalia y desquite. Esa es una parte de la verdad. La otra consiste en suponer erróneamente que el kirchnerismo recuperará el crédito social no bien haya controlado al periodismo independiente. Si la historia de las sociedades se escribiera de manera tan simple y trivial, jamás hubiera implosionado el bloque soviético ni hubieran caído las dictaduras de otro signo ideológico que asolaron al mundo durante buena parte del siglo pasado. Pero Néstor Kirchner tiene viejos conceptos, al parecer congelados en la refrigerada Santa Cruz.
Vale la pena consignar un ejemplo: el actual senador Alfredo Martínez, radical de Santa Cruz, suele recordar que fue durante muchos años intendente de Río Gallegos cuando Kirchner era gobernador. En los actos oficiales que ambos debían compartir, la televisión local nunca tomaba imágenes del intendente, al que mostraba de espaldas. Las cámaras exponían sólo al entonces gobernador Kirchner, que controlaba con mano férrea los medios de comunicación.
Moreno es el pendenciero ideal para estos menesteres. Un hombre capaz de destruir por orden de su jefe la vieja y prestigiosa agencia oficial de estadísticas y de maltratar a empresarios con un vocabulario de burdel, está en condiciones de llevar hasta el final la ofensiva kirchnerista contra el periodismo. Moreno tiene ideas tan obsoletas y pasadas de moda como las de Kirchner, pero ese detalle importa poco: lo que importa es su vocación para obedecer hasta más allá del deber. Por eso, podría deducirse sin margen de error que quien compareció en Papel Prensa fue Néstor Kirchner en persona y no sólo Moreno.
Tampoco la Presidenta es inocente. De hecho, Moreno dijo que el empellón a la empresa papelera era una "orden de la presidenta de la Nación", según el valiente testimonio de Carlos Collasso, un representante del Estado en el Consejo de Vigilancia de Papel Prensa, que asistió, evidentemente estupefacto, a la sesión de diatribas del secretario de Comercio Interior. Cristina y Néstor Kirchner no desentonan cuando se trata de estigmatizar a la prensa.
No es casual, del mismo modo, que Moreno haya designado como jefa de todos los representantes estatales en la empresa a Beatriz Paglieri, la misma funcionaria que llevó a cabo la demolición del INDEC. Los gritos y los insultos a los actuales directores estatales de la empresa y la conversión de Paglieri en una procónsul de Moreno en Papel Prensa, motivaron, inclusive, la renuncia de los otros directores estatales, Carlos Mauricio Mazzón (hijo de Juan Carlos Mazzón, influyente operador de Kirchner) y Juan Drucker.
Según se desprende del testimonio de Collasso, la estrategia de Moreno no difiere de otras que el kirchnerismo ya puso en marcha, muchas veces exitosamente, para apropiarse de empresas privadas. Consiste primero en movilizar a los gremios que representan a los trabajadores de la empresa en cuestión. Los conflictos laborales llegan entonces hasta el punto de hacer inviable la vida de la empresa. El Gobierno interviene luego la compañía y, por último, la expropia. Moreno puso especial énfasis en conocer a los dirigentes gremiales de la empresa. El operativo de acoso contra los dueños actuales de Papel Prensa ha comenzado, entonces.
El kirchnerismo se escuda siempre en su supuesta lucha contra las cosas que hizo la dictadura de los años 70. Hay mucho de hipocresía en esos argumentos. En efecto, está hablando ahora de que la ley de medios audiovisuales vigente es una ley de la dictadura, olvidando las 140 modificaciones que gobiernos democráticos le hicieron a esa norma y que cambiaron de raíz su concepción original.
Uno de los argumentos actuales contra Papel Prensa es que fue comprada por tres diarios (La Nación, Clarín y La Razón) durante la dictadura. Pero, ¿no hubiera sido peor que los militares controlaran hasta el abastecimiento de papel a los medios gráficos? ¿La producción nacional de papel para diarios no fue, acaso, una conquista para la independencia del periodismo, que dejó de depender exclusivamente de las importaciones de papel y de los consiguientes arrebatos de los gobiernos de turno?
La compra de Papel Prensa no fue un trámite fácil. Incluso, varios directivos de los diarios vivieron amenazados durante un largo tiempo. El entonces mandamás de la Armada, Emilio Massera, se oponía a esa compra y deslizó inconfundibles mensajes intimidatorios contra los principales directivos periodísticos. En aquella época, una palabra de Massera podía significar la vida o la muerte de cualquier argentino. Massera tenía un proyecto político que consistía en capturar el poder y eternizarse en él; consideraba indispensable para concretar esa ambición el control de los medios de comunicación, de la cultura y de la educación.
Otro argumento que usa el oficialismo es que Papel Prensa sólo abastece a sus dueños (La Nación, que controla el 22,49 por ciento de las acciones, y Clarín, que posee el 49 por ciento del paquete accionario) en detrimento de los diarios más pequeños. No es cierto. Papel Prensa les vende papel a gran parte de los diarios del país y, en momento de crisis como la actual, vende mucho menos que lo que produce.
Ahora bien, si el Gobierno está tan preocupado por los diarios del interior ¿por qué no les vende a ellos su participación en el paquete accionario de Papel Prensa, que es un 27,46 por ciento? ¿Por qué en lugar de esa sana decisión prefirió buscar el camino que lo lleva directo a una nueva expropiación y al control por parte del kirchnerismo de la producción nacional de papel para diarios?
Papel Prensa fue pensada para una producción anual de 105 mil toneladas, pero ahora puede producir 150 mil toneladas por año. Ese enorme progreso tecnológico, que requirió inversión, desde ya, estuvo acompañado de estrictas normas para preservar el medio ambiente y cumplir con los necesarios principios ecológicos. Es una empresa que cotiza en Bolsa y está sometida a todos los controles que se requieren para eso.
No existe ninguna razón (ni política ni económica ni social) que respalde el atropello kirchnerista contra Papel Prensa. Tampoco el kirchnerismo necesita de razones. Las normas, la ley y las instituciones valen ya muy poco. ¿Acaso Moreno no nombró a su espadachín Paglieri a cargo de toda la representación estatal en la empresa sin que la eventual directora haya sido designada por la asamblea de la empresa, que está prevista para fines de este mes?
El primer Perón, en el que Kirchner más se inspira, creó un sistema según el cual el Estado concedía cuotas de papel, entonces totalmente importado, a los diarios. Los diarios amigos recibían más cuotas y los enemigos, menos. En los primeros años de la década del 50, La Nación llegó a editarse con sólo seis páginas durante la semana y con diez páginas los domingos. Era el resultado de lo poco que le tocaba en ese arbitrario reparto.
¿Quiere Kirchner repetir ahora ese viejo método del autoritarismo? Es probable. Pero tiene un problema: el mundo ha evolucionado mucho más que él y todas las pasadas experiencias de censura le sirvieron al periodismo para saber que el camino de la resistencia carece de atajos.

Fuente: Diario La Nación

La mafia en versión estatal
Por: Ricardo Roa (rroa@clarin.com)
Parece una película de la mafia. El problema es que los hechos son reales, ocurrieron aquí y dejan involucrada nada menos que a la Presidenta. El personaje central es Guillermo Moreno. Pero el verdadero Don Corleone está en otro lado.
¿Cuáles son los hechos? Moreno convocó a su despacho a los representantes estatales en Papel Prensa. Por si no se sabe, el secretario de Comercio tiene mucho poder delegado por Kirchner pero ninguna atribución sobre esa empresa donde el Estado es accionista minoritario y sus principales dueños son Clarín y La Nación (Moreno reveló un plan oficial para expropiar Papel Prensa).
Fue una reunión insólita. Pero más grave fue todo lo demás. Moreno anunció un plan de acción oficial para apropiarse de la compañía. A su manera, brutal e improvisado. Explicó: hay en marcha un decreto presidencial de necesidad y urgencia para intervenirla. Y después, dos opciones: bajar el precio de las acciones para que el Gobierno las compre baratas o, directamente, expropiar la empresa.
Para esto todas las armas son válidas. Planteó movilizar a los gremios y en especial "a los más agresivos" para que presionaran con huelgas y manifestaciones "así tenga que obligarlos a hacerlo". Y que "por expresas instrucciones de la señora Presidenta" desde ese momento la nueva jefa de ellos era Beatriz Paglieri.
Paglieri ha hecho carrera con Moreno, si es que así puede llamarse pasar de un cargo de segundo orden en el ministerio de Economía a interventora del índice de precios. Fue el brazo ejecutor de muchos de los peores desquicios que se cometieron en el INDEC. Está designada como directora en Papel Prensa, aunque todavía no asumió: falta la aprobación de la asamblea de accionistas.
Pero en esa reunión no sólo hubo amenazas de aprietes contra los privados de Papel Prensa.
Moreno les dijo a los representantes del Estado que si contaban algo "afuera están mis muchachos, expertos en partirle la columna y hacer saltar los ojos a quien hable".
El problema de Moreno es que esta vez alguien contó y lo denunció. Muchos habían ventilado sus extorsiones. El revólver sobre la mesa en los encuentros con empresarios. O la reiterada -y tan fina- alusión al "yo la tengo más larga que todos ustedes", algo que cualquier sicólogo interpretaría por la inversa. Pero todo el mundo coincide en que lo que importa es quien está detrás suyo: Kirchner.
Unos de los consejeros, Carlos Collasso, entendió que su obligación como funcionario público y controlador de la empresa era denunciar lo que había visto y escuchado. Lo hizo ante un escribano y después en el Consejo de Vigilancia. Su testimonio está ahora en manos de la Justicia.
Otra razón que impulsó a Collasso fue que Juan Manuel Prada, subsecretario de Servicios Financieros del ministerio de Economía, y de quien depende, estuvo en la reunión de Moreno y avaló todo con su silencio. Los otros dos directores por el Estado, Carlos Mauricio Mazzón y Juan Druker renunciaron. Así de grande fue el escándalo.
La ley es lo de menos, hay que imponer la voluntad del jefe y hacerlo bajo la presión de la fuerza y de un pacto de silencio. Pura lógica mafiosa. Búsqueda de poder a cualquier precio, presentada acá por los K como una gesta democratizadora.

Fuente: Diario Clarín