domingo, 6 de septiembre de 2009

Jorge Rendo: “El Gobierno quiere apoderarse de los medios audiovisuales de Grupo Clarín”

Después de varios meses de enfrentamiento con el Gobierno, el Grupo Clarín le contesta por primera vez cara a cara al Gobierno. Jorge Rendo, alto ejecutivo de la compañía, accedió a responder a un cuestionario de Perfil. Anticipó que pelearán judicialmente la traba a la fusión de Cablevisión y Multicanal, responsabilizó al Gobierno por utilizar fondos públicos para agredir a Clarín, rechazó cuestionamientos a la línea editorial del Grupo y atribuyó la ofensiva política oficial a un intento por quedarse con una parte de la compañía. Denunció la ruptura unilateral de contratos por el Estado.
Por: Javier Calvo / Ariel Cohen
Minuto a minuto. El viernes, en las oficinas de la calle Tacuarí, Jorge Rendo, habla del Gobierno: “Castiga o premia a empresas y medios según su cercanía”.
Por primera vez desde el inicio del enfrentamiento con el Gobierno, el Grupo Clarín dio la cara. Uno de sus más altos ejecutivos, el director corporativo de Relaciones Externas, Jorge Rendo, accedió a explicar a través de Perfil la posición de la compañía. Fue al cabo de la sucesión de iniciativas oficiales que objetivamente vienen impactando en el negocio del principal grupo multimedia de la Argentina y, subjetivamente, fueron enarboladas por el Gobierno, y con mayor precisión por el ex presidente Néstor Kirchner, con la mira apuntada hacia Clarín.
En poco más de dos semanas, la estatización de las transmisiones del fútbol por TV, el envío al Congreso de la reforma de la Ley de Radiodifusión con tono desconcentrador y el rechazo a la fusión de Cablevisión con Multicanal, de propiedad del Grupo derivaron en un enfrentamiento de alto voltaje.
Durante la última semana, el propio Rendo fue blanco personal de este enfrentamiento: pegatinas de afiches en la Ciudad lo señalaron como el “horrendo” tesorero o lobbista de Clarín en el Congreso.
Rendo prefirió contestar por escrito la entrevista de Perfil, a sabiendas de lo delicado de la situación política en la que está vinculada su empresa, liderada por Héctor Magnetto, quien está al frente del operativo de resistencia.

La estatización de la transmisión del fútbol, en la cual Clarín participaba, la Ley de Radiodifusión, la no aceptación de la fusión Cablevisión-Multicanal… ¿Los sorprendió esta ofensiva del Gobierno? ¿Estaban preparados para enfrentar este conflicto?
Luego de la escalada de hostilidades que no sólo Clarín, sino muchos medios de prensa, vienen soportando en los últimos años, no podemos decir que sorprende. Quizás sí llama la atención la virulencia, la falta de límites legales y hasta éticos a los que han demostrado querer llegar ciertos referentes del oficialismo. La ruptura de contratos, el desconocimiento de derechos, el uso de recursos públicos para castigar o premiar a empresarios o medios según su cercanía con el poder vienen siendo prácticas recurrentes. Incluso llegan hasta propuestas legislativas pensadas no como políticas de largo plazo sino como herramientas de presión coyuntural y aún de beneficiarios específicos. Para lo que uno nunca debiera estar preparado en democracia es para la violencia o la ilegalidad propiciada desde el Estado. Pero a partir de los pasos que fue dando el Gobierno desde el año pasado, este escenario aparece cada vez más posible. Esto no quiere decir que hubiésemos podido evitarlo, porque en la concepción que tienen los Kirchner del periodismo eso hubiera implicado no informar como creemos que tenemos que informar.

En el prospecto de la salida a la Bolsa de las acciones de Grupo Clarín estaban contempladas muchas de las hipótesis que un año después se cumplieron. ¿Por qué no se adecuaron correctamente a las condiciones que les impusieron?
En todas nuestras actividades estamos ajustados a la ley y hemos cumplido cada una de las obligaciones o requerimientos administrativos. Me animaría a decir que pocos medios audiovisuales en la Argentina tienen el nivel de cumplimiento de la ley y prolijidad de los expedientes que tiene el Grupo Clarín. No podría ser de otra manera, tenemos una fuerte responsabilidad frente a nuestros inversores y ante la sociedad en general. Somos la única empresa de medios que cotiza en la Bolsa de Londres, y una de las pocas cuya estructura de propiedad es absolutamente pública, cuyos balances y resultados están al alcance de todo el mundo. Todas las obligaciones que asumimos luego de la adquisición de Cablevisión, así como otras que ejercimos voluntariamente (como la devolución de licencias en plazas donde había más de una) fueron realizadas en tiempo y forma. Hay hipótesis que no se pueden prever porque violan las condiciones de seguridad jurídica de cualquier país civilizado, como la ruptura unilateral de un contrato a instancias de un gobierno o la contradicción flagrante entre dos decisiones del mismo Estado, una de ellas absolutamente irregular.

Siempre se sostuvo que ninguna administración se le animó a Clarín por el poder de fuego que sus medios tenían. ¿Por qué cree que los Kirchner sí se animaron?
Nosotros hemos tenido ataques de distintos gobiernos. Quizás las formas son las que van mutando. En algún momento, para enfrentarnos se quiso favorecer la creación de un multimedios con apoyo político y gran despliegue financiero, pensando que nos ahogarían. Fue el caso del CEI en los 90. Como es natural con la prensa, tensiones hubo con todos los gobiernos. Desde los secuestros y ataques armados que sufrimos en los 70 hasta las amenazas a directivos del diario en la dictadura, pasando por fuertes cruces verbales con los distintos gobiernos en la democracia. Con discusiones, pero finalmente con niveles de comprensión sobre el rol que teníamos que cumplir cada uno, el de poder político y el del periodismo como contrapeso en la democracia. Hoy me parece que los ataques son tan virulentos porque que hay un profundo desprecio por el rol de la prensa y una concepción del periodismo sólo como herramienta de propaganda, como una especie de anexo de la Casa de Gobierno.

¿Cuáles son las hipótesis más optimistas y cuáles las más pesimistas del Grupo respecto de hasta dónde llegará el Gobierno en su ataque?
Es difícil hacer futurología, pero la sucesión de hechos tan burdos que se viene dando, hace sospechar que debe haber alguien que está pensando, todo el tiempo, cuáles pueden ser las próximas maniobras para dañarnos. Esto obviamente ocupa nuestra atención, pero también creo que debería preocuparnos cómo sociedad cuando hay tantos recursos económicos y humanos de un gobierno pensando no en cómo gobernar mejor, sino en como atacar a un medio de comunicación. Creo que la intención es apoderarse de los medios audiovisuales del Grupo Clarín.

¿Esta ofensiva oficial tiene sólo costados ideológicos, es un objetivo de políticas o persigue un objetivo de negocios de empresarios ligados al Gobierno?
Como en muchos otros aspectos de esta gestión, lo ideológico aparece como una máscara discursiva para disfrazar algo que de progresista tiene muy poco, ya que acallará medios y al resto los hará más vulnerables y dependientes de la pauta oficial. Este gobierno incluso no ha tenido problemas en aliarse con medios que están en las antípodas ideológicas de lo que pregona. En cuanto a si esto tiene que ver con una política de Estado, no creo que justamente un gobierno que ha carecido de ellas en todos los campos pretenda tenerla en la comunicación, en la que todos sus antecedentes son cuestionados por las entidades de medios y de periodistas. Creo que esto básicamente tiene que ver con un intento de disciplinar y acallar a medios que no encajan en la lógica binaria del kirchnerismo. No encajar en esa lógica binaria significa transformarse directamente en enemigo. En segundo lugar, probablemente persiga un objetivo de negocios porque esto ya se expresó en la compra de medios por parte de empresas cercanas al Gobierno y porque en algunos aspectos, esta ley parece tener beneficiarios con nombre y apellido.

¿Cree que el Gobierno sólo se detendría en su ofensiva si hay alguna transferencia accionaria de Clarín a empresarios afines al kirchnerismo?
No lo sé, pero si esa estrategia estuviera en la fantasía de alguien es de factibilidad nula. La estructura de propiedad del Grupo es muy clara y está blindada a cualquier tipo de injerencia hostil.

¿Cómo está afectando al Grupo este choque, económica y financieramente? Sin contar la caída que experimentó la acción desde que salió a cotización, en un mes el papel de GCLA perdió 30% de su valor.
Cuando salimos a la Bolsa dijimos que la apuesta del Grupo es de largo plazo. No somos un holding que se dedica a inversiones coyunturales o cuya estrategia pueda estar sujeta a los vaivenes de una coyuntura. Nuestro corazón está en los medios de comunicación, en la producción y distribución de contenidos, en la consolidación de nuestro lugar en el mercado de habla hispana. Estamos seguros de que más allá de estos episodios, vamos en la dirección correcta y esto siempre se termina reflejando en el valor accionario.

¿Tienen una evaluación del impacto económico de la decisión oficial acerca de Cablevisión?
No es posible hacer una evaluación en tanto la propia resolución, además de ilegal es autocontradictoria, porque pretende sugerir que infraestructuras y redes que son propiedad de Cablevisión, podrían pasar a manos del Estado, lo que sería lisa y llanamente una confiscación. Nuestro objetivo inmediato será impugnarla judicialmente porque nos parece una aberración jurídica, claramente inconstitucional.

Hay una evidente respuesta periodística desde los medios del Grupo Clarín hacia la política del Gobierno. ¿No cree que con ese posicionamiento refuerza la idea del objetivo empresario ensombreciendo el negocio periodístico que pregona el Gobierno o los partidarios de afectar a Clarín?
En mi opinión, los medios del Grupo vienen siendo muy rigurosos y claros, tanto en la información que transmiten como en sus opiniones editoriales. Creo que como medios tienen un desafío adicional, bajo un ataque brutal como el que están recibiendo, para seguir manteniendo los estándares de profesionalismo y calidad de su tarea informativa. Y no tengo dudas de que lo están haciendo. Clarín viene señalando, obviamente, el creciente distanciamiento del Gobierno con la sociedad y las situaciones objetivas que fueron complicando la situación del país a partir de hechos concretos de gestión. Y en los últimos meses ha habido una acumulación de situaciones. El Gobierno pareció no leer el resultado de las elecciones y esto también lo marcamos. Los medios del Grupo no modifican su rol periodístico, los problemas aparecen y así los mostramos. La valija de Antonini Wilson, Skanska, la inflación, el conflicto rural, el INDEC, el dengue o la Gripe A no los inventó Clarín. Tratamos de no tener prejuicios editoriales, nuestros medios cubren amplias franjas de la sociedad argentina y tienen una sensibilidad periodística bien entrenada con respecto a las demandas y preocupaciones de la sociedad. En momentos así, este rigor profesional se pone a prueba con más énfasis, y pese a la polarización a la que quieren arrastrarnos, poniéndonos en lugar de adversario político, nosotros seguimos haciendo periodismo. Podemos cometer errores, pero nada será deliberadamente falso o amañado. Como dijo la Sra. de Noble, nuestra directora, la idea es que ningún apriete logre torcer nuestro compromiso con la sociedad. Y ese compromiso con la sociedad nos exige informar lo que pasa aunque moleste, o aunque a algunos les parezca políticamente incorrecto. Nosotros no hacemos periodismo privilegiando los análisis teóricos sino la información del público.

¿Cómo evalúa Clarín el impacto que puede tener este enfrentamiento en su relación con el público? ¿No está en los cálculos del Grupo una pérdida de legitimidad frente a los lectores, a las audiencias?
No por repetido deja de ser cierto que a los medios nos eligen todos los días, y que tenemos que revalidar esa relación de confianza. En Buenos Aires, nosotros tenemos un diario entre 12, un canal de aire entre cinco, una señal de noticias también entre cinco, una radio AM y su FM entre más de 550 estaciones. Esta cantidad de competidores no es usual en el mundo. Sabemos que competimos todos los días y que la legitimidad nos la da la confianza de esas audiencias. Es nuestro mayor capital y todos los días tratamos de responder de la mejor manera posible. Nos parece que dentro de esta cláusula de confianza se incluye transparentar esta confrontación que plantea el Gobierno. Cada ataque contra Clarín lo hemos publicado, cada medida la hemos mostrado exhaustivamente y obviamente, cuando fue necesario, la confrontamos con nuestros argumentos, tanto en lo noticioso como en lo editorial. Creo que éstas son cosas que también nos legitiman.
¿Creen que este conflicto impactará en la decisión de los anunciantes en medios del Grupo que afecten su economía?
Tanto los públicos como los anunciantes descreen cada vez más de cualquier tipo de paternalismo. El caso de Perfil es emblemático: el Gobierno le negó la pauta, presionó a los anunciantes privados, pero el diario encontró su lugar en el mercado. Nosotros hemos tenido fuertes boicots propiciados por aliados al ministro Gelbard en el año ’73. Y terminaron en fracaso.

Más allá de esa estrategia, ¿cómo hará el Grupo para responderle al Gobierno?
Con la ley en la mano, recurriendo a la Justicia y las instituciones. Nos defenderemos judicialmente y protegeremos la libertad de elección de nuestros públicos. Queremos que nuestros medios puedan seguir siendo una opción para la gente. No sólo preservaremos nuestros derechos, sino el derecho de quienes nos eligen.

¿Es cierto que junto a otras áreas del Grupo crearon un virtual comité de crisis para enfrentar el conflicto?
Siempre tratamos de trabajar con sinergia y coherencia interna, y al mismo tiempo somos una organización amplia y diversa. En este momento, estamos haciéndolo muy unidos y convencidos, con mucho diálogo y aportes de todos.

¿Cuáles cree que son los puntos fuertes del Grupo en esta pelea?
Una fortaleza es nuestra permanencia. Hemos tenido grandes ofertas de grupos internacionales en medio de la convertibilidad y no hemos vendido. Para algunos esto puede ser una debilidad, porque más del 90% de nuestros activos y facturación están en la Argentina. Pero expresa una convicción de trabajar e invertir en el país.

¿El Grupo mantiene algún canal de comunicación abierto con el oficialismo?
Nosotros no cerramos ningún espacio de diálogo institucional con ninguno de los sectores de la Argentina. Es parte de nuestra dinámica y obligación como empresas y medios de comunicación. Por otra parte, desde lo periodístico, tanto los oficialismos como las oposiciones siempre tendrán lugar en nuestros medios.

Kirchner se refirió a un periodista de Clarín, frente a una consulta, “no sé si te mandó Clarín, Magnetto o Rendo”. ¿Envían Uds. periodistas a realizar consultas que antes no hacían en ocasión de este conflicto?
Nuestras redacciones se manejan de manera autónoma. Y no es la primera vez que en el oficialismo se quejan por supuestas preguntas molestas de nuestros periodistas. O los increpan públicamente. En el gobierno de Kirchner nos sucedió varias veces. Lo que se pretende con esto es descalificar al que hace la pregunta y en definitiva no contestarla.

Intimidaciones y campañas
“Horrendo”. Pegatinas apócrifas descalifican al ejecutivo, como “cajero” y lobbista de Clarín.
Durante la semana pasada, parte de la ofensiva contra Clarín se centró en su persona, involucrándolo en el lobby en el Congreso por Clarín. ¿A quién le atribuye la campaña de afiches en la vía pública?
Sólo puedo decir que esa campaña tuvo un despliegue, un costo y una logística que no están al alcance de ciudadanos comunes. Y recuerdo otras campañas donde esa conjunción de carteles callejeros con la tapa de ciertos medios paraoficiales juegan casi como un mecanismo de relojería.

¿Relaciona esta campaña con un supuesto seguimiento o guardia periodística montada en su domicilio por “El Argentino”, de Sergio Spolski, como publicó “Clarín”?
No relaciono ni dejo de relacionar. En mi casa tuve durante 48 horas un auto con tres personas que se identificaron como periodistas de ese medio. El diario Clarín consultó a Spolski, quien negó que fueran enviados de ese diario o que estuvieran haciendo una nota sobre mí. Una semana después apareció una nota en ese medio. Y un día después aparecieron los afiches con la misma foto utilizada en esa nota.

¿Ha realizado alguna denuncia a la Justicia por intimidación?
Sí, el viernes, tras analizar el tema con mis abogados. No es la primera vez que recibo amenazas. El año pasado fueron anónimos en el teléfono de mi casa y ya había tenido operaciones en sitios de Internet vinculados a los servicios. Pero esto ya tenía aire de escalada y me pareció necesario no dejarlo pasar, asentarlo en la Justicia y pedir que se investigue.

Clarín, Papel Prensa, los militares
Propaganda. Miradas al Sur une a Videla, Clarín y Papel Prensa.
¿Cómo explica los lazos que Kirchner le atribuye al Grupo con la dictadura?
Como otra falsedad no exenta de hipocresía. Clarín fue uno de los diarios que más incomodó al gobierno militar por su crítica a la política económica de Martínez de Hoz, ya que consideramos que dañaba la industria nacional. De hecho, el famoso artículo 45° de la Ley de Radiodifusión de 1980, que prohibía a los diarios acceder a radio y TV, fue escrito contra Clarín y contra Héctor Ricardo García, dueño de Crónica. Esto lo dijo el semiólogo Oscar Landi. Así que me parece que se trata de otra de las distorsiones de la historia reciente a las que nos tienen acostumbrados los Kirchner. Respecto de Papel Prensa, la compramos junto a otros dos diarios y la hicimos funcionar pese a las fuertes resistencias internas que había en el poder militar. Como usted sabe, la forma de controlar históricamente a los diarios fueron los aranceles aduaneros y el tipo de cambio. Con esta empresa el país no sólo ganó una industria sino que el sector de diarios ganó mayor autonomía respecto de los gobiernos.

Tristeza
No me gusta nada lo que estoy viendo. Como periodista, fue una de las semanas más penosas que me tocaron vivir. Me duele ver a colegas a los que respeto tan condicionados.
Por: Jorge Fontevecchia
No me gusta nada lo que estoy viendo. Como periodista, fue una de las semanas más penosas que me tocaron vivir. Me duele ver a colegas a los que respeto tan condicionados.
Durante la dictadura, no se podía contar los asesinatos. Era horrorosa esa cobardía pero la alternativa era la muerte.
Durante las más de dos décadas de democracia, muchos periodistas no pudieron denunciar actos de corrupción de los gobiernos de turno (en el momento que se producían y no años después, que sí se puede) porque las empresas donde trabajaban recibían beneficios a cambio de silencios. Era indigerible esa autocensura pero la alternativa era el despido.
Sin embargo, ahora, para no ser despedido ya no basta bancarse la omisión, sino que hay que atacar a quienes se oponen a los intereses del medio en que se trabaja. Y no fríamente, ni cínicamente (como hace Aníbal Fernández, que defiende lo indefendible pero queda claro que no se cree nada de lo que dice y ni siquiera pretende que los demás le crean), sino auténticamente, con la pasión de quien está convencido de que defiende principios. Eso es trabajo insalubre.
Hasta el enfrentamiento Kirchner-Clarín, estas prácticas (y aun peores) eran patrimonio de medios de poca trayectoria y mala fama. Ahora, pasaron a incorporarlas –aunque sea parcialmente– los grandes medios, autodegradándose tristemente.
Pena parecida a la situación que soportan algunos de mis colegas me la generaron varios miembros de la oposición en el Congreso. Hace algunos años me tocó conducir las redacciones que comenzaron la revista Caras en tres países: Argentina, Brasil y Portugal. Recuerdo mi sorpresa porque en todas me encontraba con figuras cuyo único trabajo era aparecer en las revistas del corazón con un discurso apropiado para esos medios y correctamente producido. Un papel parecido hicieron algunos diputados que pasaban de programa en programa de TN o de nota en nota para los movileros parlamentarios.
La mirada hacia quien se dirigía la temerosa actuación de algunos periodistas y legisladores opositores en búsqueda de aprobación era la de una sola persona. En ambos casos, se trataba del CEO de Clarín, Héctor Magnetto, para muchos el hombre más poderoso de la Argentina, quien está especialmente sensible.
Por ejemplo, hasta su ingreso al Gobierno, María del Carmen Alarcón tenía un trato informativo privilegiado en Clarín por su amistad con José Aranda, uno de los tres gerentes-accionistas de más peso del Grupo. Pero desde que saltó a la vereda K, se terminó el buen trato y la furia clarinesca también se abatió sobre ella. Alarcón llamó a su amigo Aranda y le pidió piedad y comprensión. La respuesta que recibió fue categórica: “Te juro que yo no tengo nada que ver. Estas son órdenes de Magnetto, que está desatado e implacable con todos aquellos que se acercan al kirchnerismo”.
Este episodio puntual, uno de tantísimos, refleja que algo profundo sucedió en el carácter de Magnetto, quien como gran político que siempre fue, sabía ceder en lo secundario para consolidar lo principal, nunca llevaba las confrontaciones a un punto de no retorno y amenazaba para negociar, evitando la guerra más que produciéndola.
Con pragmatismo y paciencia de tiempista, Magnetto fue consiguiendo que cada gobierno cediera mansamente para retobarse recién cuando su poder ya no resultaba una amenaza. El Magnetto de siempre no hubiera dejado a Grondona irse con el contrato de la televisación de fútbol, ni que un gobierno llevara al Congreso una nueva Ley de Medios. Hubiera negociado y entregado lo que fuera necesario, como siempre hizo, para ser el ganador final de la partida.
Algo cambió en su estado de ánimo, probablemente relacionado con la enfermedad que padece. Dicen que cuando estuvo al borde de la muerte se irritó con Kirchner porque trató de aprovecharse de ese momento de debilidad personal, y no pudo recuperarse de la herida emocional como sí lo hizo en parte de la física.
El Magnetto de siempre habría negociado con Kirchner las concesiones que hubiesen sido necesarias para aplacarlo hasta que su poder estuviera aún más debilitado, para allí sí fulminarlo de un solo rayo.
Porque aunque logre que Néstor Kirchner dentro de dos años sea encarcelado por su injustificable fortuna, hacia allí apunta todos sus cañones, eso no sería un triunfo para el Magnetto de siempre porque en el camino habría perdido los derechos del fútbol, el monopolio del cable y –quizá– la mitad del capital de toda su empresa (en los últimos 20 días el valor de Clarín en la Bolsa se redujo el 30%). El Magnetto de siempre hubiera contribuido, a su debido tiempo, al encarcelamiento de Kirchner sin tener que dejar pedazos del cuerpo del Grupo en el campo de batalla.
Otro capital que Clarín se está consumiendo en este enfrentamiento (desde mi óptica personal, el más valioso) es el capital simbólico. Lo material se puede reconstruir pero el prestigio, la credibilidad y más aún la autoridad, una vez que se pierden, no se recuperan más.
Al igual que sucedía con la discriminación con publicidad oficial hasta que Perfil instaló el tema, en el pasado sólo los políticos y los periodistas sabíamos que Clarín acomodaba su línea editorial en función de sus intereses comerciales. Kirchner ya logró infligirle al Grupo una seria derrota al establecer en todos los ciudadanos que Clarín adecua su visión de la realidad a causas extraperiodísticas y extraideológicas.
Pero en lugar de responder con aplomo tratando de minimizar los daños, como corresponde a quien es y se debe sentir fuerte, el propio Clarín en su desesperación se está ocasionando aún más heridas al pasarse a una actitud opositora fanática, plagada de adjetivos y evidente hasta para el más iletrado de los argentinos, después de haberse destacado durante años por un oficialismo inequívoco.
Está claro que Néstor Kirchner no quiere promover mayor libertad de prensa con la Ley de Medios ni le preocupa desmonopolizar y sumar diversidad, sino simplemente responder rencorosamente a la traición de Clarín al pacto que los unía y que tuvo como cenit el simbólico gesto, a modo de regalo de despedida, de que el último decreto que Néstor Kirchner firmara como presidente, en diciembre de 2007, fuera el que autorizó la fusión de Cablevisión con Multicanal.
El ciudadano común también se da cuenta de esa sed de revancha de Kirchner. Pero Clarín se comporta igual y, arrastrado por la lógica y el método kirchneristas, responde vengativamente. Así, si Néstor Kirchner fuera a la tumba política, se podría terminar llevando en su cajón a la mitad de Clarín con él.
La disputa por el control de la llegada a la audiencia une y enfrenta a empresas de comunicación y políticos. En su libro El abandono del mundo, Samuel Cabanchik, con la experiencia teórica que le da su condición de académico (es director del Departamento de Filosofía de la Facultad de Filosofía de la UBA) y la práctica por ser senador desde hace dos años (por la Coalición Cívica representando a la Ciudad de Buenos Aires), reflexiona sobre que “hoy existir es ser actual, y esto sólo se logra participando de la imagen y del mercado. Ser es entrar como mensaje en el mercado de valores que regulan los medios masivos de comunicación. Y, debido a que el código que orienta este mercado es el de la imagen, la palabra se subordina a ella como un rumor que la comenta y duplica”.
En el programa Código político, de TN, quizás uno de los más representativos del sentir del Grupo porque sus conductores, Eduardo van der Kooy y Julio Blanck, son a la vez principales columnistas políticos del diario Clarín, el diputado oficialista que preside la Comisión de Comunicación, el pampeano Manuel Baladrón, les aclaró que el debate no se reduce simplemente una Ley de Medios, sino sobre si la política (entendida también como relato) continuará subordinada a los medios o logrará imponerse sobre ellos.
De la misma forma que el kirchnerismo les disputó la economía a los economistas y logró que la política se impusiera a los técnicos, ahora les reclama la comunicación a los comunicadores. Sin comprender la diferencia entre acto y representación, algunos sujetos noticiosos de la política reclaman derechos de autor sobre las noticias.
Néstor Kirchner tiene preocupaciones más concretas y materiales en su mente, como aprovechar a dejar posicionados a amigos y dependientes en muchos de los nuevos medios que pasarían de manos, o a crearse, de aprobarse la nueva ley. Pero para no pocos legisladores, doblarle el brazo a Clarín es una especie de Guerra Santa donde el honor “ultrajado” de los políticos debe ser restituido. Para el diputado oficialista Héctor Recalde, “tres leyes son el eje del mal: la de Entidades Financieras, la de Contrato de Trabajo y la de Radiodifusión, las tres de la dictadura”.
Sobre la rebelión ante esa idea de reducción al servilismo que los medios habrían impuesto a los políticos, trabaja el oficialismo tanto sobre los legisladores propios y aliados, generando espíritu de cuerpo, como psicopateando a los indecisos y agrediendo a los de la oposición, a quienes insulta con sólo decir “la diputada Clarín”. Esa rebeldía es patrimonio de los legisladores por el Gobierno mientras que los “sumisos” son los diputados que recorren los programas de TN. De algo abusó Clarín para que el sólo defender sus intereses sea un insulto y construir esa vulnerabilidad moral. Y de algo abusa hoy siendo despiadado con los del Gobierno y acrítico con los que se oponen a él.
Lo mismo sucedería con sus periodistas si se permitieran mayor disenso (como hace Nelson Castro, que desde TN sostiene que hace falta una nueva ley): si en lugar de ser obvio y encolumnar a todos sus periodistas como si fueran soldados de un ejército, se permitiera más voces disonantes, ganaría en credibilidad y autoridad moral para discutirle a un Kirchner que carece totalmente de ese atributo.

Fuente: Diario Perfíl