domingo, 20 de septiembre de 2009

Igual que acá: En España Prisa rompe con el gobierno

La aprobación de la TDT de pago dinamita tres décadas de complicidad entre el grupo de comunicación y los socialistas
El 22 de marzo de 2007, Jesús de Polanco, entonces presidente de Prisa, advirtió en una junta de accionistas de que el PP le daba "mucho miedo" e incluso puso en duda sus credenciales democráticas. Apenas medio año después, el 22 de septiembre, el diario El País, buque insignia de Prisa, cambió el foco del "miedo": "Un grupo de amigos de Zapatero encona el conflicto del fútbol", tituló en una pieza-advertencia a las puertas de las elecciones generales que generó gran revuelo entre políticos y periodistas.
El presidente del Gobierno era el mismo en marzo y en septiembre. Y el líder del PP, también. Pero en esos seis meses de 2007 cambiaron muchas cosas: Jesús de Polanco había muerto y su consejero delegado, Juan Luis Cebrián, se hizo con el mando de Prisa. Y el inminente nacimiento de Público, que se sumaba a la puesta en marcha de La Sexta y al control por parte de Mediapro de los derechos del fútbol, confirmaban la pujanza de un nuevo grupo que ponía fin al monopolio de Prisa como oferta progresista, indiscutido durante 30 años.
La larga luna de miel de El País con el PSOE, que hundía sus raíces en la Transición y que le valió entre sus competidores la etiqueta de "diario gubernamental" durante los gobiernos de Felipe González, amenazaba ya entonces con saltar por los aires.
Y ha estallado esta semana con la intensidad de un tsunami, coincidiendo con la votación parlamentaria del jueves que aprobó el decreto-ley que autoriza la TDT de pago. Por esta vía emite Gol TV (cuyos promotores son accionistas de Público), que competirá con Digital +, la plataforma que Prisa ha puesto en venta para tratar de reducir su deuda financiera.
La llegada del tsunami lo anunció el propio Cebrián en agosto en El País, tras el visto bueno del Gobierno al decreto-ley, en un artículo en el que exigía la movilización de "todo demócrata que se precie de serlo" en contra del "autoritarismo" de Zapatero. Y las olas arrancaron con el suplemento Negocios del 6 de septiembre, cuya virulencia contra el Gobierno dejó atónito incluso a The New York Times, el diario que El País siempre ha tenido como espejo, que dedicó a la "extraña ruptura" un artículo que relacionaba el cisma con la TDT de pago.

"En la pendiente"

Desde entonces, El País se ha destacado a diario en contra de Zapatero. La víspera de la votación, el editorial, titulado "En la pendiente" y de gran dureza contra el Gobierno, arrancó excepcionalmente en portada y se completó al día siguiente con una segunda parte de tono menor.
"Nunca habíamos imaginado una campaña tan salvaje de El País, que mucha de nuestra gente tenía como su periódico", explica un veterano dirigente que ha ocupado cargos de responsabilidad en el partido y el Gobierno. Y añade: "Todo el mundo se da cuenta de que el motivo es la TDT".
La sintonía entre Prisa y el PSOE data de la Transición, cuando el PSOE emergió como referente de la izquierda y El País se convirtió en líder. Y se consolidó en 1983, cuando Polanco logró aplastar los motines conservadores de accionistas arremolinados en torno al notario Antonio García Trevijano.
La fraternidad fue temprana, como señalan María Cruz Seoane y Susana Sueiro en Una historia de El País y del grupo Prisa (Plaza & Janés, 2004), asumida por el grupo como relato oficial: "Las simpatías por el PSOE, que tanto iban a dar que hablar en el futuro, se mostraron tempranamente, y muy claramente a partir de las elecciones de 1977".
Y agregan: "Desde luego, la identificación de El País es con González, nunca con el sector crítico", como tuvieron ocasión de comprobar a lo largo de los años desde Pablo Castellano a Alfonso Guerra, pasando por Josep Borrell. Y ahora, Zapatero.
 Las relaciones han tenido altibajos como cuando Cebrián coqueteó en 1980 con la posibilidad de importar de Italia el Partido Radical, o con el pulso con el ministro del Interior José Barrionuevo, pero la complicidad se asumió por ambas partes durante más de 30 años. En este periodo, el núcleo de El País se convirtió en el gran holding de la comunicación en España en un proceso que muchos competidores consideran imposible sin los sucesivos cambios normativos impulsados por gobiernos socialistas.
Uno de los últimos gestos de González antes de perder el poder, extenuado, en 1996, fue aprobar dos días antes de las elecciones el pacto de Prisa y Telefónica que despejaba el camino a la televisión por cable. El acuerdo provocó una gran polvareda en medios rivales, indignados ante el "favoritismo" respecto a Prisa, a lo que Cebrián contestó: "Comprendo que a nuestros competidores no les gusta que crezcamos y nos desarrollemos; lo que no comprendo es que utilicen la desinformación, la manipulación, la agresión o la calumnia como sistema para competir".
Antes de esas elecciones, cuando el PSOE se hundía asediado por escándalos y su derrota se daba por segura, El País dio un paso al frente para evitar que le arrastrara la marea: publicó un editorial en portada, "Final de etapa", que algunos analistas comparan ahora con el editorial del pasado miércoles: "¿Cuándo y cómo se va a cerrar esta etapa de más de dos lustros de gobierno socialista, cuya agonía parece inevitable y amenaza convertirse ya en la agonía de todos?", se preguntaba el diario en 1995.
En aquellos años de declive socialista se postularon en el periódico candidatos para afrontar mejor un eventual Gobierno del PP. Y tras la victoria de José María Aznar se llevó a cabo una reunión al máximo nivel, en la sede central de Prisa y justo antes de la investidura, para tantear las condiciones para al menos la coexistencia pacífica. El PP exigió una fidelidad equivalente a la del Abc, pero Prisa lo consideró un suicidio: se rompió la baraja y se inició el enfrentamiento sin cuartel que tuvo como eje el negocio de la televisión digital.
Pese a la guerra en todos los frentes periodístico, judicial, económico los puentes nunca se rompieron del todo y el grupo mantuvo relaciones privilegiadas con el PP a través de Rodrigo Rato, Alberto Ruiz Gallardón o Pío Cabanillas mientras volaban los obuses.
El desencuentro con el PP entrelazó de nuevo a Prisa y el PSOE. Como recuerdan Seoane y Sueiro, "declarada la guerra entre el Gobierno y Prisa estaba claro que al primer partido de la oposición, aunque no hubiera habido razones de afinidad o, según sus encarnizados enemigos, de turbios intereses, le correspondía aliarse con el segundo. Desde luego que lo hizo. El PSOE tomó como causa propia todas las de Sogecable".
Tras perder el poder, destacados felipistas fueron desembarcando en Prisa como directivos o asesores: Jorge Semprún, Enrique Balmaseda, Carlos Solchaga, Miguel Gil, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, Miguel Satrústegui... En algún caso el fichaje fue inmediato: en marzo, Gil era secretario general de la Oficina del Portavoz del Gobierno que acababa de allanar a Prisa el camino a la televisión por cable. Antes del verano ya estaba en Prisa.
Sin embargo, los felipistas perdieron el control del partido primero, con el triunfo de Borrell en primarias y luego con la elección de Zapatero tras el fiasco electoral de Joaquín Almunia, el delfín de González, con lo que el regreso del PSOE al poder, en 2004, no fue una mera vuelta al pasado en las relaciones entre el Gobierno y Prisa. Quedó confirmado en 2008, cuando Zapatero declinó las dos propuestas que Cebrián le hizo llegar a través de intermediario para el puesto de secretario de Estado de Comunicación. "Prisa no me va a hacer el Gobierno", comentó a sus íntimos. Nunca hubo química y Cebrián siempre menospreció a "este chico de León".

Peticiones atendidas
El nuevo presidente emprendió su camino sin la tutela de González, lo que le generó antipatías entre la vieja guardia tan próxima a Prisa. Pero Zapatero (en la foto con Juan Luis Cebrián) atendió muchas peticiones de la empresa: rebajó el IVA cultural, modificó la ley para impedir la ejecución de la sentencia del Supremo que anulaba la absorción de Antena 3 y autorizó a Canal + a emitir también en abierto, lo que dio origen a Cuatro.
El problema surgió cuando el Gobierno dio también luz verde a La Sexta, algunos de cuyos accionistas son propietarios de Público, que a su vez se hicieron con los derechos del fútbol. El surgimiento de la competencia en el campo mediático progresista coincidió con las dificultades económicas de Prisa, insólitas en la historia de la empresa y acentuadas por la opa para adquirir el 100% de Sogecable: la deuda financiera supera los 5.000 millones. En opinión de Prisa, el nacimiento del nuevo grupo era imposible sin la aquiescencia de Zapatero.
En su última gran comparecencia pública, ante la junta de accionistas de Prisa en 2007, Polanco se refirió al Gobierno y al PSOE en estos términos: "Haremos críticas de A, B, C y D de lo que está haciendo este Gobierno. Yo soy el primero en decirlas". Pero inmediatamente aclaraba: "[En España] tenemos un partido de izquierdas, absolutamente democrático, que funciona. Tendrá sus aciertos, tendrá sus errores. () Pero si estos señores [el PP] recuperaran el poder van a venir con unas ganas de revancha que a mí, personalmente, me da mucho miedo".
Polanco había demostrado durante décadas sus dotes de negociador y su olfato para alcanzar pactos en beneficio de Prisa. En 2002, por ejemplo, El País aplaudió el golpe contra Hugo Chávez ("Golpe a un caudillo", tituló su editorial), pero en 2005 Alfaguara (editorial de Prisa) vendió al Gobierno de Chávez un millón de ejemplares de El Quijote tras aceptar cambiar el prólogo de Mario Vargas Llosa por otro de José Saramago. Y en 2003 aupó a la presidencia de Sogecable a Rodolfo Martín Villa, ex ministro franquista muy cercano a Aznar.
Polanco falleció el 21 de julio de 2007, en un momento delicado para Prisa, tanto financieramente como en la relación con el PSOE. Y fue precisamente en el acto convocado para homenajearle, el 20 de septiembre, cuando González alertó del peligro del "fuego amigo" entre socialistas, Prisa y el grupo en el que participa Mediapro, que iba a lanzar Público el 26 del mismo mes y que ya contaba con los derechos del fútbol.
Dos días después, El País daba su versión del "fuego amigo" en un artículo que arremetía contra sus competidores, algunos de los cuales procedían de Prisa y que Cebrián bautizaría como "brujos visitadores de La Moncloa". El artículo les acusaba de ser "un grupo de amigos de Zapatero" e incluso de jugar juntos al baloncesto.
El mismo día del homenaje a Polanco, Zapatero se había reunido con el nuevo presidente de Prisa, su hijo Ignacio, en una comida de la que ambos salieron satisfechos. Pero el poder en Prisa se iba a concentrar en Cebrián. Y este no había sido invitado.

"Brujos visitadores"
Los avisos a los "brujos visitadores" fueron constantes antes de las elecciones de 2008, sobre todo contra Miguel Barroso, el primer secretario de Comunicación de Zapatero, al que Prisa acusó de favorecer la reforma que dio origen a La Sexta, la misma que permitió la existencia de Cuatro. En aquellos meses, el periódico situó en el punto de mira a Carme Chacón, compañera de Barroso, quien en septiembre de 2007 remitió al periódico una carta desde el "estupor" que acababa así: "Mantengo mi confianza en que su periódico (que también es el mío desde hace mucho tiempo) subsane unos errores tan voluminosos como innecesarios".
Dos meses después, El País acusaba directamente a Barroso de tener vínculos con socios de La Sexta e insinuaba que había vulnerado la ley para favorecerla. El desmentido de Barroso no se publicó hasta el 21 de marzo y sólo tras la orden de un juez, que obligó a El País a rectificar en primera página. Prisa también se ha visto obligada por orden judicial a rectificar una quincena de sus informaciones sobre Mediapro o La Sexta.
Tras la tregua electoral y la reelección de Zapatero, la desconfianza mutua se agravó, en la misma medida en que la deuda de Prisa se desbocaba y el valor de su principal activo en venta Sogecable depende de disponer de los derechos del fútbol en exclusiva. Por esto, Cebrián respondió a la decisión del Gobierno de autorizar la TDT de pago para todos los operadores y en línea con los países de la UE con la amenaza de apretar el botón nuclear.
Y lo apretó. Sin embargo, el Parlamento aprobó el decreto-ley exactamente como estaba previsto. La bomba ha acabado con una época en que, en palabras del fallecido periodista Juan Tomás de Salas, "El País manda omnímodamente en el Gobierno [socialista] y el país". El Parlamento y La Moncloa han resultado indemnes al estallido. Gran Vía aún no ha emitido su parte.

Fuente: Diario Público


Responde El País:
El País y Zapatero: una crítica incómoda
Un editorial crítico con el presidente desata un aluvión de interpretaciones sobre las relaciones de PRISA con el Gobierno. El director niega un giro en la línea editorial del diario
Por: Milagros Pérez Oliva
A los diarios les gusta más dar noticias que ser noticia, y si algún día han de ser noticia, lo deseable es serlo por haber dado una gran exclusiva. Me perdonarán los lectores esta digresión inicial, que en realidad no es sino una confesión de incomodidad: el tema que voy a tratar incide sobre un debate público-mediático muy enconado en el que no todo es juego limpio y en cuyo epicentro se ha encontrado El País de una manera que puede erosionar su credibilidad. La tormenta comenzó el pasado miércoles, con la publicación en portada de un editorial titulado En la pendiente, en el que se criticaba muy duramente la política del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en materia económica. Este artículo editorial y algunas informaciones recientes han sido interpretados como un viraje en la línea editorial del diario y como una ruptura entre los medios del Grupo PRISA y el presidente del Gobierno.
Que un diario critique la política económica del Ejecutivo no debería ser noticia. Es lo normal en una democracia. Pero a raíz de ese editorial se ha propagado la idea de que esta posición no es fruto del convencimiento, de un análisis independiente y libre de sus periodistas, sino de una estrategia empresarial del Grupo PRISA frente a decisiones del Gobierno que considera lesivas. El pasado 13 de agosto, en plenas vacaciones estivales, un Consejo de Ministros extraordinario aprobó, en contra del criterio del Consejo de Estado, la regulación de la Televisión Digital Terrestre de pago mediante un real decreto ley, instrumento que la Constitución reserva para casos de "extraordinaria y urgente necesidad". El consejero delegado de PRISA, Juan Luis Cebrián, publicó el día 21 de agosto un artículo titulado Un desatino en el que afirmaba que ese procedimiento constituía un abuso de poder. Cebrián no se oponía a la regulación de la TDT de pago, sino al procedimiento empleado, por considerar que favorecía a otro operador, Mediapro, con el que PRISA mantiene un largo litigio por los derechos del fútbol.
Que el máximo ejecutivo de un operador privado defienda sus intereses no debería ser tampoco noticia. Tiene todo el derecho a hacerlo. Pero la coincidencia entre la polémica sobre la TDT y la publicación del editorial crítico con el Gobierno ha propiciado que se instale en la opinión pública una sospecha que también ha hecho mella en los lectores. Algunos, como Joaquín Gasca Gil, J. M. Sala Franco, José Luis García Lorenzo o Pablo Requejo, se han dirigido a la Defensora para pedir explicaciones. Otros, como Javier Muñoz Álvarez, Enrique Casanova o Mariano García Pechuan, para comunicar, dolidos, que han dejado de serlo. Se consideran traicionados.
No forma parte de las atribuciones de la Defensora cuestionar la línea editorial del diario. Pero en la medida en que este editorial ha causado inquietud en algunos lectores y claro enfado en otros, le he pedido al director, Javier Moreno, que responda a sus inquietudes. Lo ha hecho extensamente, cosa que, dada la importancia del asunto, agradezco.
"No es cierto que se haya producido un viraje. La línea editorial de El País no ha dado un giro de 180 grados a raíz de la aprobación de la TDT de pago a mediados de agosto. Ése es un relato que no encaja con los datos, que son siempre más tozudos que las opiniones. Y en este caso, los datos están a disposición de todos, en la hemeroteca del periódico, accesible a los lectores en elpais.com. Difícilmente un lector atento, que haya seguido con interés la cobertura de la crisis económica en El País, habrá pasado por alto alguno de los titulares y editoriales que no encajan con la polémica que se trata de establecer, en mi opinión artificialmente".
"Sin ánimo de ser exhaustivo, citaré sólo tres: la primera que recuerdo fue el 4 de enero de 2008. Ese día El País tituló a cuatro columnas en primera página: La economía acosa a los socialistas a sólo dos meses de las elecciones. El 25 de marzo pasado, también abriendo el periódico y a cinco columnas (lo máximo que permite el diseño), titulamos: El paro desborda al Gobierno a propósito de la cifra de paro conocida el día anterior, que por primera vez superaba los cuatro millones de desempleados; acompañaba a la información un editorial (Estado de alarma) que arrancaba en la primera página y en cuya primera frase se decía que la gestión del Ejecutivo en esta materia era "un rotundo fracaso". El 3 de agosto de 2008, el titular de la portada del suplemento Negocios tenía sólo tres palabras: Suspenso al Gobierno".
"No es ningún secreto que la decisión del Gobierno sobre la TDT ha merecido las críticas de El País. También Juan Luis Cebrián, consejero delegado de PRISA, editora del periódico, ha expresado su opinión negativa (y por tanto la de la empresa) en un artículo de opinión el pasado agosto. Así que resulta también difícil de sostener que el diario maneja una agenda oculta a sus lectores. ¿Resultan más duras, por emplear un calificativo usado por algunos de ellos, las informaciones y editoriales sobre Zapatero y la crisis a la vuelta del verano? Sin duda. ¿Responde esto a un deterioro objetivo y cuantificable de la situación económica (paro, déficit, titubeos sobre el alza de impuestos)? Sí, también sin duda. ¿Supone un giro copernicano (donde antes apoyábamos sin fisura ahora atacamos sin fundamento)? Rotundamente no, según los datos a disposición de todos en la hemeroteca. ¿Alguna de las informaciones objeto de la polémica son falsas o utilizan torticeramente los datos en los que se basa la información para engañar al lector? Nadie, ni siquiera los lectores más críticos, utiliza este argumento. El País y el Grupo PRISA pueden juzgar con dureza una decisión concreta del Gobierno, pero ello no va a cambiar la cobertura general, ni en un sentido ni en otro. ¿Aceptarían los lectores a partir de ahora una visión más "amable" de la crisis que azota España sólo para evitar suspicacias? ¿Sería esto compatible con la misión y la obligación de un periódico independiente como El País?".
"Finalmente, unas palabras en defensa del periodismo y de la dignidad de la Redacción y de todos los profesionales que hacen posible El País. Yo soy el director y como tal, responsable último de sus informaciones y de la línea editorial, que se debate ampliamente en los consejos editoriales. Pero en este diario nadie escribe al dictado. Y algunos de los mecanismos de control que aseguran la calidad a los lectores (el Comité Profesional o la Defensora del Lector, que me ha pedido estas explicaciones) aún buscan parangón en el resto de la prensa española". Ésta es la explicación del director. Lo pernicioso de una situación como ésta es que ninguna decisión se libra de las suspicacias. Si un editorial es crítico, será interpretado como una presión o una venganza; si no lo es, como una concesión que espera recompensa. La frase con la que termina Ignacio Carbó del Moral su escrito a la Defensora me ha llevado a una reflexión que requería mucho más espacio. "Lamentablemente", dice, "sus únicos intereses no son mejores que los de cualquier otra empresa cuyo objetivo son las ganancias por encima de otros aspectos. Malos tiempos para el país y para El País".
Cuando la sospecha se instaura en el ecosistema mediático, no sólo afecta a la credibilidad del medio que está bajo escrutinio, sino a la del periodismo en general. Y crea desafección. Alimenta un discurso según el cual, parece normal que un Gobierno, del signo que sea, quiera tener medios afines y utilice para ello los resortes del poder; y también, que los operadores respondan a este juego utilizando su influencia para defender sus intereses empresariales. El resultado de este discurso es una idea de efectos letales: la de que todos son iguales, los gobiernos y los medios. Demostrar lo contrario es, pues, un imperativo democrático.

Fuente:
Diario El País