domingo, 16 de agosto de 2009

Miradas presta un toque de atención a los problemas que genera el Grupo Clarín (amparado por los gobiernos)

Magnetto, el jefe del monopolio
Héctor Magnetto es contador y le gusta presentarse como discípulo de Rogelio Frigerio.
Por: Eduardo Anguita, eanguita@miradasalsur.com
Dentro de 12 días, el grupo celebrará un nuevo aniversario de la aparición del diario Clarín. Había sido un martes 28 de agosto de 1945, en un mundo que todavía tambaleaba por el fin de la Segunda Guerra Mundial. Los clarines todavía resonaban: apenas tres semanas antes, Estados Unidos había tirado las dos bombas atómicas sobre ciudades japonesas. Pese al miedo y la parálisis, nadie imaginaba que faltaban apenas tres semanas para que la Argentina viviera el suceso más impactante del siglo XX: el 17 de octubre que tuvo por protagonistas a los trabajadores y a Juan Domingo Perón.
El diario fundado por Roberto Noble era una bocanada de aire fresco en un escenario donde la información peleaba por encontrar nuevas y buenas voces que la corearan. Pero pasaron cuatro décadas de la muerte de Noble y la viuda de su segundo matrimonio, Ernestina Herrera, ya no es la mujer joven, bella y astuta, que en aquel verano convulsionado de 1969 asumía la dirección de Clarín dejando en un segundo plano a muchos periodistas y dirigentes desarrollistas que habían hecho carrera con Noble. Ernestina Herrera ahora es una señora de 84 años y desde hace años dejó la conducción de la empresa en Héctor Magnetto.
Este contador gusta presentarse como un discípulo de Rogelio Frigerio -el padre del desarrollismo- y eligió una figura empresaria bien norteamericana para dirigir los destinos del gran grupo argentino: no es el gerente general sino el CEO (chief executive officer) del monopolio periodístico. Pero CEO no es sólo el acrónimo de una figura rectora en una empresa, quienes idearon en las aulas de las universidades norteamericanas una palabra para las nuevas formas de liderazgo en la globalización del capitalismo rastrearon en la etimología griega y encontraron que ceo, en la mitología de la cultura fundante de occidente, se remitía no sólo a la inteligencia de alguien sino a su capacidad de ser inquisitivo. En el María Moliner, inquisitivo es alguien “que inquiere y averigua con cuidado y diligencia”. Toda una definición para Magnetto, el hombre que esta semana se estrelló contra una pared que hace tambalear al grupo empresario mediático.
“Nadie se imaginó que (Julio) Grondona se nos iba a parar de manos”, decían en viernes en los corrillos, al fin de una reunión donde participaban los directivos y gerentes del grupo en la que no pudieron decidir muchas cosas. Mientras juntan carpetas y carpetas para preparar la gran andanada jurídica, tomaba estado público la denegación de la jueza Paula Hualde, a cargo del Juzgado Comercial Nº 9, al pedido de Televisión Satelital Codificada (otro sello de las empresas del grupo) que pedía la nulidad judicial de la ruptura del contrato AFA-TyC.
Si bien la jueza había firmado su rechazo al pedido, recién se supo el viernes y se constituyó en un gesto más de la impotencia de Magnetto y su grupo para dar señales de fuerza. Sin fuerza jurídica como para impedir el nuevo fútbol gratuito que se viene, como nunca, los periodistas que constituyen el núcleo de comunicadores prestigiosos del multimedio salieron a pelear públicamente.
El argumento de peso que han logrado instalar en el imaginario público es que todo esto es un pacto de rencor entre dos mafiosos, uno de la política, llamado Néstor Kirchner y el otro de la dirigencia del fútbol, conocido como Julio Grondona. Una cantidad de comunicadores de gráfica, radio y televisión salió a la caza de ambos, alertando que decidieron usar los dineros públicos, cifrados en nada menos que 600 millones, para meterse en una esfera privada, intocable, como es el derecho de mostrar los goles cuando el multimedio lo decide.
Un cálculo conservador, hecho por un proveedor del grupo, dice que el negocio de la televisación del fútbol, le dejaba al grupo no menos de 2.500 millones de pesos anuales. Para llegar a esa cifra, se basa en la torta publicitaria más un porcentaje del total de la facturación de los seis millones y medios de abonados al cable que tiene el país.
Pero, la capacidad inquisitiva del CEO de Clarín no fue sólo la de darle una facturación anual formidable que no repartió con la AFA (incumpliendo el contrato). El fútbol fue al grupo lo que el hierro para las escuadras romanas en la formación del imperio. Así como las armas de fundición le permitieron a los romanos doblegar a otras comunidades, Multicanal y Cablevisión consolidaron un poder que dejó exánimes a los cientos de cableros que hacían su negocio solos y disciplinaron a al grupo de Alberto Pierri (Telecentro) y al de José Luis Manzano y Daniel Vila (Supercanal).
Las señales de poderío del monopolio conducido por Magnetto -hasta la sorprendente caída del contrato de la AFA- tuvieron dosis de perversión sensibles. Por ejemplo, imponer el nombre de Torneo Cablevisión Apertura con mensaje a dos puntas: para que los directivos del fútbol supieran que había llegado la televisión a sus vidas y que decidiría hasta qué partidos se televisaban codificados y cuáles no; y para que los otros empresarios prestadores de cable supieran que la única marca pública es Cablevisión. En la mentalidad del CEO, no hay sociedades, no hay competencia, no hay respeto por la transparencia, el mundo empresario tiene que conducir una guerra moderna que no se libra -necesariamente- con bombas sino con capacidad inquisitiva.
Todos saben que Cablevisión era de otros: había sido fundada por Eduardo Eurnekián a principios de los ochenta y en los noventas quedó en manos extranjeras hasta que Magnetto logró que el grupo se quedara con el 60% de las acciones y que (ojo) al final del mandato de Néstor Kirchner la secretaría de Defensa de la Competencia del Ministerio de Economía diera el visto bueno a la posición monopólica que constituía la fusión de Multicanal y Cablevisión.
Otra empresa controlada por el grupo es Torneos y Competencias, que también había surgido a principios de los ochentas. Siempre, en las placas de presentación, los programas de Torneos, sobre la música característica de fondo, tenían la leyenda “sobre una idea de Carlos Ávila”, su fundador y presidente. Ávila, en los noventas tenía sociedad con el Grupo Clarín pero también tenía acciones en el CEI, un conglomerado formado por Telefónica, el grupo Hicks, y Raúl Monetta. Era el enemigo acérrimo de Clarín. Terminado el menemismo, el CEI se fue deshilachando y Torneos fue cada vez más absorbido por Clarín. Un buen día, Ávila vendió sus acciones a Clarín y se desvinculó de Torneos. Para mostrar quién mandaba, los nuevos directivos de Torneos decidieron que fuera un familiar muy cercano de Ávila -que quedaba en la empresa- el encargado de sacar la leyenda “sobre una idea de Carlos Ávila”. Pensaban que Ávila sólo sería recordado como una leyenda.
El estilo del CEO es el de los ceos, está al servicio de establecer posiciones en el imaginario con el objeto de consolidar posiciones accionarias dominantes. Si los comunicadores, los políticos, sindicalistas, los juristas, los pequeños y medianos empresarios, los intelectuales o los líderes religiosos no se dan cuenta de la ideología que significan estos nuevos mariscales de ejércitos monopólicos, no deberían extrañarse que algún día salga un nuevo diario para contarle al mundo que los poderosos tiraron bombas atómicas o que los desheredados salieron a la calle a protagonizar la historia. Para terminar con las posiciones de privilegio hace falta una retórica democrática, hace falta educación, pero sobre todo es preciso que la Constitución y las leyes se pongan en marcha, para que no nos confundamos los ciudadanos de a pie: no es la astucia o la inteligencia de los ceos, es su capacidad de imposición. Esta lección del fútbol nos tiene que ayudar a parar la pelota: no hay democracia con monopolios. Y el camino a recorrer todavía, para los argentinos, es demasiado largo en esa materia. No se trata de ganar un partido sino de jugar todo el campeonato.

El affaire Papel Prensa
Papel Prensa y a tapa de Clarín de mayo del ’77. Informe especial sobre la principal proveedora de los principales diarios.
Por: Eduardo Blaustein, eblaustein@miradasalsur.com
Existe la historia consabida del proceso histórico y económico que convirtió al grupo Clarín en un holding temible por su poder de fuego y su capacidad de intervención en la agenda de discusión pública. Existió en estos días la penúltima maniobra feroz: golpear las puertas de la embajada de los Estados Unidos como presión para la defensa del grupo, en parte transnacionalizado. Pero es aún más extraordinaria la historia de un diario que supo irradiar, hasta los inicios del último ciclo democrático, su ideario original desarrollista. Por ese ideario, el viejo Clarín llegó a cuestionar las políticas económicas de Martínez de Hoz. Pasaron los años. Merced a los beneficios recibidos primero en dictadura y luego a través de las privatizaciones de medios del menemismo que lo favorecieron, el diario se convirtió en líder de los grupos empresarios más poderosos del país. Hoy publica los comunicados opositores de la Asociación Empresaria Argentina como si la AEA fuera un actor ajeno al grupo, siendo que Héctor Magnetto es uno de los vicepresidentes.
Entre el viejo pasado desarrollista y la actualidad quedan cantidad de historias medio olvidadas. Ejemplo: los valiosos artículos publicados por el recientemente fallecido Oscar Raúl Cardoso en los últimos años de la dictadura, amplificando las denuncias venidas desde el exterior sobre violación de los derechos humanos.
Otro recuerdo, una editorial firmada por Ernestina Herrera de Noble el 1º de julio de 1982, tras Malvinas. Se venía la democracia y la dueña del diario alertaba: “No nos conforma la idea de unas Fuerzas Armadas políticamente rechazadas y refugiadas en la especificidad de sus tareas… Las Fuerzas Armadas son necesarias para sostener esa batalla contra el statu quo aparentemente incruenta, pero en realidad tan ardua como cualquier otra de la guerra convencional”.
Hay otro capítulo particularmente impresionante en tiempos del general Videla: la asociación junto a los diarios La Nación y La Razón con el Estado en la compra de Papel Prensa a cambio de favores, de silencios. Es un dato conocido. Pero lo es menos la maravillosa, grotesca portada, que dedicó Clarín el 19 de mayo de 1977 para defenderse de las acusaciones que recibió en aquellos años por aquella asociación. Pese a las mordazas omnipresentes, La Prensa pataleó a lo pavo en lo que constituyó un raro capítulo de disputas interempresarias con parejo fondo de horror.
Aquella tapa de Clarín fue sensacional: seguramente el único caso en 200 años de historia de la prensa gráfica mundial en que un diario mandó como despliegue principal el texto de una solicitada sobre sí mismo, con el título A la opinión pública. Arrinconados a la izquierda de la pantalla, tres títulos en una sola columna vertical: Reunión de la Junta Militar, Objeciones brasileñas sobre Itaipú, Cuello pelea. En cuanto a la solicitada sobre el affaire Papel Prensa (tema que investigó en su momento la Justicia hasta el olvido final), tras toneladas de tipografía diminuta, el documento terminaba diciendo: “Como surge de todo lo expuesto, la transacción se celebró a la luz pública y con el consentimiento previo y posterior del Estado a través de la más alta expresión de su voluntad, que consta en acta de la Junta Militar”.
La Junta del Estado terrorista. De aquellas oscuridades a las luces de los ’90. Y de allí, a la búsqueda de auxilio en la embajada.

Los hijos de Ernestina y la Justicia
José Pirillo contará ante el juez lo que dice saber acerca de la apropiación presunta. El ex empresario presentó un escrito ante Bergesio el 3 de julio, en el que afirma que fue Héctor Magnetto (CEO del Grupo Clarín) quien personalmente hizo las gestiones para que el dictador “Videla le consiguiera los chicos”.
Por: Rubén Pereyra, Editor de Política de BAE
Esta semana tendrá lugar una audiencia que en cualquier otro país sería tapa de todos los diarios. Acá pasará seguramente inadvertida para el gran público, porque el diario de mayor tirada, uno de los canales de noticias más importantes y un canal de aire líder en audiencia se encargarán de no informarla, o sea, de desinformar.
Este miércoles 19 declarará ante el juez Conrado Bergesio, juez federal de San Isidro, el ex dueño del diario La Razón, José Pirillo, quien hace unos meses recurrió a Abuelas de Plaza de Mayo para decir que tenía información sobre Marcela y Felipe, los hijos de Ernestina Herrera de Noble.
En Abuelas le recomendaron a Pirillo que lo que tuviera que contar lo hiciera en la Justicia. El ex empresario, entonces, presentó un escrito ante Bergesio el 3 de julio, en el que afirma que fue Héctor Magnetto (CEO del Grupo Clarín) quien personalmente hizo las gestiones para que el dictador “Videla le consiguiera los chicos”.
Cabe recordar que tanto Pirillo (La Razón) como Magnetto (Clarín) integraban junto con La Nación y el Estado el directorio de Papel Prensa. Fue en el año ’85 que Magnetto le pidió a Pirillo que bajara el tono de los artículos periodísticos que en La Razón hablaban de derechos humanos, desaparecidos e hijos apropiados. Y fue en esa ocasión que le habría manifestado que él personalmente hizo las gestiones ante la dictadura para que dos chicos apropiados fueran a parar y a crecer en la casa de una de las personas más influyentes del país.
Cuentan los periodistas que pasaron por la redacción de Clarín en los años ’80 que todas las informaciones que tenían que ver con esa temática eran supervisadas especialmente por Joaquín Morales Solá, en ese entonces uno de los hombres más importantes en la dirección periodística del matutino.
Precisamente fue Morales Solá quien, en ocasión de la detención de Ernestina Herrera de Noble, el 19 de diciembre de 2002, editorializó en La Nación: “Una noche fría de ese tiempo ingrato, la directora de Clarín, Ernestina Herrera de Noble, nos sorprendió con el relato de la adopción de sus hijos. Había también lágrimas, muchas lágrimas, en sus ojos, pero correspondían a las emociones que despierta la alegría. (…) Más de 25 años después, la señora de Noble sigue llorando por esos hijos. Su detención dispara una primera injusticia: una madre no debería ser detenida sólo por serlo”. Hay lealtades que no cambian. Alcanza con estar, siempre, contra la verdad.
La historia de la adopción que cuenta Morales Solá es, en realidad, una historia cargada de inexactitudes que bien relata el periodista Pablo Llonto en su libro La Noble Ernestina. Partidas adulteradas, fechas cambiadas, números que no concuerdan, toda una serie de inexactitudes que llevaron a Marquevich a procesar a la viuda de Noble por falsificación de la adopción de sus hijos Marcela y Felipe. Llonto es, además, el abogado que representa a la familia Lanuscou-Miranda, que sospecha que Marcela puede ser, en realidad, hija de militantes montoneros muertos por el Ejército en un operativo que la prensa de la época informó así: “Mueren cinco subversivos en un operativo antisubversivo”. Los “cinco subversivos” eran Lanuscou, Miranda y sus tres hijos de 6 y 4 años, y seis meses. La menor era Matilde. Se sospecha que ella podría ser Marcela.
Lo que cuenta Ernestina Herrera respecto de la adopción es la siguiente: se encontró a la nena en el jardín de su casa, se la quedó, siete días después fue al juzgado a decir que quería adoptarla. Justo en el juzgado había otra madre que quería dar en adopción a su bebé porque no podía mantenerlo. La historia es tan inverosímil como las pruebas que aportó para probarlo: un jardinero que habría visto la caja en que estaba la nena que resultó ser chofer del diario y una madre cuya identidad no pudo probarse (se recuerda que el trámite se hizo en la Justicia) y de quien se aporta un DNI que en realidad pertenece a un hombre.
Tras el fallo de la Corte Suprema conocido esta semana, la justicia podría ordenar allanamientos que, sin llegar a la extracción compulsiva de sangre, puedan identificar el ADN, como cabellos y cepillos de dientes. Bergesio podría ordenar estos allanamientos en el hogar de la Noble. Claro que exponiéndose al ataque furibundo del multimedios. Lo que se busca desde Abuelas de Plaza de Mayo es que se haga la extracción de sangre y se coteje con el banco de datos genéticos, no sólo con las de las dos familias que hoy sospechan que Marcela y Felipe podrían ser hijos de desaparecidos como pretende la viuda de Noble. Pero antes de todo eso, Bergesio deberá tomar declaración a Pirillo. Y hasta podría ordenar, como pide Abuelas de Plaza de Mayo, un careo entre Magnetto y Pirillo, cuyo resultado podría complicar al CEO de Clarín, que ya declaró en la Justicia que no sabía nada del tema. Pirillo tampoco quiere complicaciones y dice que ahora cuenta su verdad por una simple razón: “No quiero terminar como Julio López”.

Las culpas de la dictadura catódica, las responsabilidades de los dirigentes
Con una rapidez que envidiaría el estadista más hábil, Don Julio acabó en una semana con el grupo periodístico más poderoso. El cambio de época en el fútbol argentino puede tener límites: los del caos en los clubes.
Por: Jorge Búsico, jbúsico@miradasalsur.com
Ahora que se terminó con el monopolio de las imágenes y también del discurso, el fútbol argentino tiene por delante una tarea no asumida en las últimas décadas: sanear y ordenar un estado de situación al que no se llegó precisamente por la dictadura de la televisión. Poniéndolo en el lenguaje más escuchado y leído en esta semana plena de convulsión, los dirigentes deberán además cambiar a otro canal. La pregunta del millón es si esto será posible con esta misma AFA y con estos mismos dirigentes de clubes que han llevado al fútbol a una situación caótica, desde lo financiero y lo estructural. Creer que todo se solucionará por haber rescindido -tarde- el contrato con la tevé es caer en un análisis tan simplista como interesado, que no es otro que el que ha circulado de manera vergonzosa en estos días de euforia y de furia.
Con una rapidez y un margen de maniobra envidiados por cualquier estadista, Julio Grondona, el Jefe máximo del fútbol argentino, acabó en una semana con el grupo periodístico-económico más poderoso del país, pero ahora se viene otra acción que requiere de atributos distintos. Y no se trata ya de cómo seguirá la pelea con Clarín, que pasará a los tribunales y que dejará por un tiempito más a medios y periodistas llorando como nenes con berrinches porque les sacaron el juguete más preciado.
El asunto es qué harán Grondona y los dirigentes que lo siguen a cualquier parte con el dinero que se supone que esta vez será no sólo el que les corresponde por ser los dueños de un excelente negocio, sino el que necesitan los clubes para salir del pozo financiero en el que el agua ya les estaba llegando al cuello.
Escenarios. Repasemos el cuadro de situación. El conflicto nació cuando Futbolistas Argentinos Agremiados se puso firme con la deuda que los clubes mantienen con los jugadores de todas las categorías. Una cifra no menor: 40 millones de pesos.
Pero la bancarrota no concluye ahí. De todos los clubes de Primera, sólo cuatro tienen sus cuentas en orden: Lanús, Vélez, Estudiantes y Godoy Cruz. No hay casualidades en la vida. Vélez es el actual campeón del fútbol argentino; Estudiantes acaba de ganar la Copa Libertadores; Lanús no sólo llegó por primera vez en su historia al título máximo, sino que viene peleando los torneos en los últimos tiempos, y Godoy Cruz, con austeridad y claridad en lo que quería en el césped, evitó el descenso.
El resto, en mayor o en menor medida, ofrecen balances al rojo vivo. Y echarle la culpa de esto sólo a la televisión es mirar para otro lado.
Ahora que ingresará un monto mayor de dinero y que quizá Grondona consiga también imponer su proyecto del Prode bancado, los clubes recibirán un salvavidas que, y ésa es la cuestión, habrá que ver para qué lo usan: si para llegar a tierra o para pincharlo y seguir ahogándose.
Las preguntas, en ese sentido, se suceden: ¿Continuará la política esquizofrénica para con el mercado de pases?; ¿se seguirán contratando a precios increíbles a jugadores que luego no suman más de 10 partidos en la Primera y que después se van y encima con juicio porque no les pagaron?, ¿se detendrá en algún momento el cambiar de director técnico como de ropa con los mismos resultados planteados en el interrogante anterior?, ¿habrá una visión un poco más amplia para lo que arroja un simple resultado (aquí quizá sí ayude haber concluido con el monopolio del discurso que bajaba de la tevé)?
Lo que necesita el fútbol argentino de una buena vez por todas es un proyecto a largo plazo. Asumiendo que la realidad es ésta y no la que vemos (también por la tele) en Europa; ni siquiera es la que ofrece la Selección, también devaluada en los últimos tiempos. Apostando a la seriedad y, sobre todo, a la honestidad. Al compromiso en serio con los socios y con la gente que es la que termina transformando a la pelota en pasión y, después, en negocio.
Un proyecto que incluya también la seguridad en los estadios, que termine con el clientismo en las barras bravas, que ofrezca condiciones dignas para aquel que paga una entrada para ir a ver un partido.
Pactos. En fin, y también aprovechando un término tan pronunciado intencionalmente en los últimos días, lo que realmente deben hacer Grondona y el resto de los dirigentes es un pacto con el fútbol. Con el más genuino.
Lamentablemente, aunque debe entenderse también que el fragor de los hechos quizá lo haya impedido, no se observaron hasta el momento signos de que algo puede cambiar. Los dirigentes, más allá de alguna palabra de ocasión para defenderse del ataque de algunos periodistas que de pronto se dieron cuenta de que el fútbol andaba mal, no han asumido su responsabilidad en el caos al que han llevado a la pasión más fenomenal de los argentinos.
Y mucho menos Grondona, quien es -como quedó demostrado una vez más con su jugada más audaz de 1979 a esta parte- el que verdaderamente maneja los hilos.
De Grondona se espera -al menos desde aquí- que empiece alguna vez en la vida el sistema de premios y castigos desde la AFA. Que con este nuevo escenario de la televisión se les brinde más oxígeno a los que realmente hacen o tratan de llevar adelante un proyecto serio y honesto. Que no se siga premiando a la corrupción en nombre de que representan a clubes importantes.
La hora de controlar. Y ahora que el Estado podría llegar a asumir otra función con el fútbol, tampoco estaría mal que se encuentre algún mecanismo de contralor para aquellos que estafan a los clubes.
Es una tarea dura pero valiosa la que tiene por delante el fútbol argentino. De la que se puede salir si todos tienen participación en el debate y, ante todo, si se pone adelante la honestidad por sobre la delincuencia; a la inventiva por sobre el mangazo fácil; a la paciencia por sobre la inmediatez; a las acciones por sobre los discursos.
Si se supone que todo esto cambiará sólo por haberse sacado de encima un contrato abusivo, pronto entonces estaremos mirando de nuevo el mismo canal.

Los números misteriosos del negocio y algunos mitos que merecen ser pateados
Con la ruptura del contrato entre la AFA y la empresa Televisión Satelital Codificada (TSC), se rompió más que un acuerdo comercial. Quizás lo más importante haya sido el quiebre de la Omertá que mantuvo bajo siete llaves los detalles de un negocio millonario. Qué implica televisar fútbol en términos de ganancia, despliegue y capacidades técnicas.
Por: Diego Long, dlong@miradasalsur.com
Con la ruptura del contrato entre la AFA y la empresa Televisión Satelital Codificada (TSC), se rompió más que un acuerdo comercial. Quizás lo más importante haya sido el quiebre de la Omertá que mantuvo bajo siete llaves los detalles de un negocio millonario. En este proceso, una montaña de mitos terminó por confundirlo todo. No se sabía si el Estado iba a ser capaz de televisar el fútbol, si para ello iba a tener que desprenderse de toda la plata de los jubilados o si se iba a decidir por decreto que Racing fuera campeón vitalicio. Esa confusión impidió pensar lo obvio: si el negocio es tan jugoso, quizás hasta el Estado y todos los argentinos recibirían beneficios de él.
El vicepresidente de TelAm, Sergio Fernández Novoa, conoció de cerca el negocio de la televisación del fútbol en Brasil y Europa. Desde ese saber aseguró a Miradas al Sur que el traspaso y la televisación "no va a ser complicada" ya que Argentina "es uno de los países con mejor calidad de televisación". En Brasil el fútbol se ve de manera gratuita y de más está decir que está más vivo que nunca. Otro caso es España. Lo que derrumba parte de los mitos.
Fernández Novoa advierte que el negocio tiene "cosas a favor y cosas en contra".
Independientemente de que sea público o privado, los pros y los contras de la nueva etapa pueden reducirse a unos pocos puntos. Por ejemplo, a favor se puede señalar la calidad de producción que alcanzó la empresa que usufructuó el negocio durante casi dos décadas. En contra, que "la exacerbación comercial puede hacer que no pudiéramos ver algunas jugadas, algunos caños, algunas faltas, porque teníamos un sobreimpreso que no lo permitía".
Se puede agregar el aspecto político. En la última final, por ejemplo, cuando Vélez consiguió el gol que lo consagró campeón, nadie pudo ver el festejo de Maxi Moralez porque la cámara se quedó paladeando el rostro del técnico del Huracán sensación, don Ángel Cappa, poco amigo del establishment .
Otro mito con el que se insistió, del otro lado, es en las ganancias del negocio. Que ascendía a 9 mil millones de pesos, que el grupo no aportaba al fútbol ni el 30%, etc. Es lógico que todo el negocio se mantuviera invisible. TSC, una pata formidable del grupo Clarín, le vende la televisación a TyC Sports, que es de Clarín. Todo queda en familia. Allí reside uno de los datos más importantes: la dinámica monopólica que atenta no sólo contra la información, la diversidad de opinión y de decisión, sino también contra la libre competencia. Al final, quienes piden por la libertad de mercado son los primeros que atentan contra ella.
Una alta fuente vinculada con el Grupo que pidió reserva de su nombre, confió a este diario un detalle de los números. Se trata de un negocio que recauda 3.400 pesos millones anuales. Descontando todos los gastos de producción, resulta "la caja real de la compañía": 1.200 millones de pesos. La posición de privilegio permite al Grupo mostrar (mal) la cara de Cappa, negar la repetición de goles para vender el programa de la noche y también decidir qué negocio desarrollar y cuál no. Existen tres millones de abonados al cable. Multicanal y Cablevisión son del Grupo Clarín. Pero el resto debe aceptar las condiciones que el dueño de la pelota impone. El cable es el verdadero negocio, seguro y millonario.
Otra fuente relacionada al mercado señala en estricta reserva que "la verdadera cuestión está en los derechos que no se explotan y con los que se podría generar mucha más plata. Derechos internacionales, tanto del programa (Fútbol de Primera) como de los partidos en vivo. Derechos para celulares, para Internet, partidos en diferido… y esto no se explota porque va canibalizando a la televisión". El especialista es didáctico: "Si vos vendés partidos por celular, quizás la gente compra menos el cable. O si vos pones los goles en Internet. Si repetís los goles capaz menos gente ve Fútbol de Primera. Si vendés publicidad en cable, vendés menos para tele abierta. Si el Grupo se arriesgaba a aponer la plata en los teléfonos o en Internet, capaz que la guita se la llevaba Telecom. No lo explotan y así se la llevan toda ellos". Entonces, el 30% que TyC aportaba a los clubes, era el 30% de un negocio deliberadamente encogido. Además de que "la principal productora de eventos deportivos de Sudamérica no tiene móviles". Lo que derriba el mito de la supuesta imposibilidad del Estado para ocuparse de las transmisiones, más cuando, hasta ahora, el aporte a los clubes apenas alcanzaba para la grasa de pella que protegía la pelota.
Para producir un móvil y mostrar el fútbol de primera es necesario un camión de exteriores equipado. Las cámaras y los camarógrafos, un director de cámara, un sonidista, el que escribe el videograph, los periodistas que se van a ocupar del piso, del relato, de los comentarios, del campo de juego, de la producción, y asistentes que van a acarrear los cables para que todo ello funcione. Se alquila el espacio satelital durante el partido y todo ello varía según el partido. A algunos se mandan cinco cámaras, a otros 20, más una grúa, cámaras flotantes, helicópteros. Se televisan 380 partidos de primera A por año y algo más de 100 de la B. Pero lo prometedor es el producto que puede ser mucho mayor.

Informar no es un deporte
Si la nueva televisación va a cambiar algunas lógicas del fútbol, será importante replantear el papel del periodismo deportivo. La televisación del fútbol de los últimos años moldeó un periodismo deportivo disciplinado, despojado de sentido crítico y limitado solo al entretenimiento.
Por: Christian Rémoli, crémoli@miradasalsur.com
Hasta hace una semana, en los canales socios de la AFA en la televisación estaba prohibido hablar mal de las federaciones. No se podía ser crítico de Grondona, ni de Aguilar ni de la administración Macri en Boca. Estaba prohibido entrevistar a Víctor Hugo Morales, a Adrián Paenza, a Rául Gámez; no se podía hablar de política ni de la dictadura. El inesperado y descolocador giro de los acontecimientos puso a prueba una vez más la filosofía de la profesión. Ante esta situación, los periodistas ¿servimos, informamos, callamos, contamos, nos agachamos, nos paramos, nos acomodamos, sacamos los pies del plato, mentimos, hablamos, para dónde vamos? En todo caso, si los patrones piden hacer silencio en determinadas cuestiones, ¿no sería lo correcto limitarse a informar y no abrir juicios sobre el tema?
Cuando se esgrime como excusa que ante esta situación límite se actúa a favor de la empresa para mantener la fuente laboral, es bueno tener en mente que en ningún manual de periodismo figura mantener el trabajo, por sobre la búsqueda de la verdad, y mucho menos defender el negocio y dar la cara por los dueños del mismo. Moral paralela. La búsqueda de la verdad como tal en el periodismo deportivo actual y en el futuro, es compleja. En parte porque la gente no parece querer enterarse de lo que pasa en el fútbol, y en parte porque esa verdad es antipática a los intereses de la fortuna que mueve la actividad. Aunque, naturalmente, no habría causa por la cual renunciar a ello.
A veces parece que el fútbol tiene una moral paralela, que cuestiones condenables en otros ámbitos (sociales, políticos, culturales), no tienen el mismo efecto dentro del juego de la pelota. A un perfecto señor, con una probada ética, le preocupa muy poco si su equipo gana un campeonato de manera ilegítima. Sin ir más lejos, en un prestigioso programa llamado Observatorio de la Prensa, que se emite por TV Brasil, que realizó en octubre del año pasado un trabajo especial sobre el Mundial 78, Horacio Vertbisky fue consultado sobre las diversas circunstancias políticas, sociales, económicas que rodearon a la Copa del Mundo. Cuando le llegó el turno de juzgar el 6 a 0 a Perú, uno de los partidos más sospechados de la historia, el periodista de Página 12 sonrió: "Ah, no. Pero eso es fútbol".
Está instalado que el deporte en general tiene una lógica que va por otro carriles. Raro. Es uno de los formadores de identidades más potentes dentro de Argentina. Será por esto que el periodismo deportivo tampoco es tomado con seriedad. Aunque es cierto que algunos colegas hicieron un aporte superador para que esto sucediera, también es visible que la inteligencia del espectador no alcanza para ver que cuando un periodista dice: "lo único que importa es ganar", está diciendo mucho más que lo que lo único que importa es el resultado, le está dando valor solo a la victoria en un país en el que sobramos los perdedores; lo mismo para cuando un relator dice en medio de una Copa del Mundo con el 20 por ciento de desocupación en su país "¡que lindo que está para tomarse un champancito!": está diciendo mucho más que tiene la garganta seca.
Las opiniones escuchadas esta última semanas son un rebote de cómo funcionó el periodismo deportivo en los últimos 15 años. Quedó expuesta la ciega ignominia a la que se sometió el gremio, a través de la funcionalidad a los intereses de las empresas para las que trabajan los periodistas, todo un símbolo de nuestra era.
Si Enrique Macaya Márquez, comentariasta top del periodismo deportivo, hizo meses atrás una defensa casi guionada de la empresa para la cuál trabaja, llegando a decir que la FIFA podía intervenir la AFA si el Estado se entrometía en los intereses del fútbol, ¿qué puede quedar para el resto?, si alguien que está tan arriba decide ir tan abajo, ¿cuál puede ser el papel de los cronistas novatos antes la situación de los últimos días? ¿No resulta extraña esa reflexión en boca de una persona que se formó transmitiendo para la televisión estatal, y trabajó casi la misma cantidad de tiempo allí que en TyC?
Lo que viene. La televisión inventó una nueva manera de hacer periodismo deportivo. Moldeó los profesionales a su conveniencia, les sacó la posibilidad de ejercer una parte importante de la profesión. Los empujó hacia el entretenimiento, la diversión, a la chicana, a la canchereada, al amiguismo, y en muchos casos a la falta de conocimiento, de contenido, de profundidad, de léxico y a la soberbia. La idea, la construcción de la opinión, la editorialización, en muy pocos casos pasó por convicciones, a no ser que entendamos que defender la zona o el líbero y stopper como sistema táctico, se trate de la defensa de una doctrina. Los chicos que ingresan a las escuelas presuponen que el periodismo es eso: como el fútbol, la profesión también es contagio e imitación.
Sin ir más lejos, quién anunció el súbito corte de contrato de la AFA con TRISA, Ernesto Cherquis Bialo, fue un periodista privilegiado que además de ver los más grandes acontecimientos del deporte contemporáneo, los describió con una pluma exquisita. Pero también fue la mano derecha de los Vigil, se sentó en la misma mesa con Videla, para luego en democracia ser crítico de Grondona, inmediatamente ser contratado por TyC, volver a ser crítico del presidente de la AFA, y terminar siendo vocero de la entidad.
Si la televisación del fútbol va a cambiar de lógica, sería importante replantear cuál es el verdadero papel del periodismo deportivo.

Fuente: Miradas al Sur