Por: Edi Zunino
Juan Gabriel Mariotto es un peronista diferente.
A ver: no viene del sindicalismo, ni es abogado ni tiene chapa de clásico puntero municipal, pese a que se muere de ganas de llegar a ser intendente de Lomas de Zamora y eso (sumado a la disciplina verticalista exigida por Néstor Kirchner) lo somete ahora a la doble tarea de dirigir el Comité Federal de Radiodifusión y encabezar la lista de candidatos “testimoniales” a concejales de aquel distrito del Gran Buenos Aires.
Mariotto es licenciado en Comunicación Social y condujo la Universidad de Lomas. Es un peronista de origen académico. Como tal, pasó muchas horas leyendo a McLuhan, a Merton, a Lewin y a todos los teóricos de su materia, y trabó amistad con colegas argentinos de prestigio continental, como Guillermo Mastrini o Damián Loretti, referentes del tema en la UBA.
Mariotto produjo cine en video. Escribió obras de teatro. Es muy pero muy tanguero. Le gusta la lectura, casi tanto como la militancia.
Desde que asumió su primer cargo en el Gobierno (en 2003 lo nombraron subsecretario de Medios de la Nación), Mariotto se esforzó por representar a un ala “profesionalista” opuesta a la línea oficial encarnada en su jefe directo, el polémico Enrique “Pepe” Albistur, y caracterizada por las presiones al periodismo, el uso arbitrario de la publicidad oficial y la creación de una red de empresarios mediáticos amigos.
En esos mismos ámbitos universitarios, llegó a definir a la la gestión Albistur como “la peor política de comunicación desde Raúl Alfonsín hasta acá”, mientras sus amigos-profesores les explicaban a sus alumnos el doble juego de Kirchner en relación a los medios: alianzas poco claras con empresarios periodísticos de “derecha” y las compañías telefónicas por un lado; y concesiones al Grupo Clarín, por el otro, como haber habilitado la fusión Multicanal-Cablevisión.
Por eso, cuando se fue del Gobierno Alberto Férnández y pusieron a Mariotto al frente del ComFeR, en Clarín anotaron la movida como una primera declaración de guerra. No se equivocaron. El mismo había coordinado, durante años, la preparación del proyecto de ley de Servicios Audiovisuales que, de aprobarse, reemplazaría a la vieja de Radiodifusión, acotaría el poder del mayor multimedios nacional y permitiría a las telefónicas que ingresen al negocio del cable.
Desde que se lanzó el proyecto, el 18 de marzo pasado, Perfil viene proponiéndole a Mariotto que explique, en una de las extensas entrevistas de Jorge Fontevecchia, el sentido y las proyecciones de la propuesta, punto por punto. Desde el vamos, ancló su predisposición en que este diario, por no pertenecer a ninguno de los grandes grupos en disputa, “enfrenta el tema con la mayor honestidad intelectual”. E incluso elogió varias de las coberturas al respecto, por su nivel de información y ecuanimidad.
Pero el reportaje nunca pudo hacerse, hasta ahora. Primero porque estaba recorriendo el país para participar en los innumerables foros de debate del proyecto. Después, porque, ya terminados esos foros, sería mejor esperar sus conclusiones y la redacción del texto final. Nuestra última charla telefónica fue el miércoles pasado:
-Hola, Gabriel, nos gustaría que la nota de Jorge por el Día del Periodista fuera con vos. Nos parece que la discusión de la ley lo amerita.
-Uh, me encantaría. Pero tengo que consultar.
-Bueno, consultá y arreglamos. Eso no demorará mucho.
-Y..., veamos. Ya sabés cómo son las cosas, Edi. Entendeme que tengo que consultar. Si doy la nota sin consultar, me rajan.
Por lo visto, no fue autorizado. Y ese es el sentido de esta columna. Si Mariotto hubiera dicho que no quiere, o que no tiene tiempo o, incluso, que este diario no le gusta, este espacio hubiera sido dedicado a otra cosa. Decenas de entrevistas quedan todo el tiempo en deseos, por innumerables razones, y no pasa nada.
Pero Mariotto, en privado, elogia a Perfil por su independencia de criterio, más allá de la infinidad de temas publicados con los que no está de acuerdo o resultan inconvenientes para el proyecto político al que adhiere. Y es él quien viene actuando como punta de lanza de un proyecto que, de concretarse, afectaría el esquema de medios a través del cual se informa la población. De ahí el interés por hacerle unas cuantas preguntas.
Los caballitos de batalla publicitarios de la ley son dos:
- “Una ley para que hablemos todos”.
- “Que no haya temas prohibidos”.
¿Por qué creer que se viene una ley para todos, cuando hasta de ella se habla sólo con los adictos a Balcarce 50?
Dos deseos finales:
¡Feliz Día del Periodista!
¡Liberen a Mariotto!
Fuente: Perfil.com