martes, 14 de abril de 2009

La sobreinformación también es una forma de censura

Uno de los temas en los periodistas debieran hacer hincapié es lo que Mar de Fontcuberta llama “Ecología de la Información”
Por: Félix Mothe
La cantidad de noticias que recibimos a diario nos hace imposible procesarlas y asimilarlas correctamente.
Rescato de ella una conferencia que dio en Jujuy hace unos años atrás, porque aporta un elemento cotidiano que parece que, a veces, no nos damos cuenta (de tanto machacar sobre las teclas) que nos olvidamos de las cosas importantes.
Uno de los peligros que frecuentemente se nos presenta es la rutina. Cuando estamos acostumbrados a producir noticias y consumirlas entramos en la comodidad y en el confort de estar recorriendo siempre el mismo camino sin sobresaltos ni cuestionamientos. Este es el problema principal: rutinizar las tareas.
No pensar en lo que estamos haciendo es meternos en una manga que nos lleva a presentar las noticias siempre desde la misma óptica que nos trae como consecuencia que presentemos desde un lugar tan común que saturamos al lector y le quitamos atractivo a lo que decimos. Adviertan, por ejemplo, que los cronistas de policiales –no todos, por supuesto- tienen un código fijo para citar y decir sus textos al igual que los que hacen deportes: usan los mismos adjetivos, y sostienen los mismos modos que suelen ser (a veces) bastante arcaicos. Tienen un recorrido que pasa por las mismas palabras y usan las mismas imágenes para expresar ideas. Por supuesto que la consecuencia es que nuestros lectores o radioescuchas se aburran. Al decir de nuestro Tomás Eloy Martínez: cuando empiecen a leernos que se le quemen las tostadas.
Otro de los problemas es la sobreabundancia de información lo que Ignacio Ramonet (ex director de Le Monde Diplomatique) llama la Censura Democrática y explica esto de la siguiente manera: “Tenemos la idea de que la censura tiene que ver con la amputación o con el recorte –dice- en el contexto presente la censura funciona mediante la sobreinformación en un contexto de tiempo real, de información urgente, que no te da tiempo para saber distinguir entre lo que vale la pena y la que no”

Lo importante sentarse a reflexionar
Y lo primero que se me ocurre es que nos enfrentamos a este problema fundamental: cómo no repetir el mismo mensaje en un mundo dinámico, que cambia y al mismo tiempo, cómo, a pesar del cambio, hemos de seguir manteniendo los ejes básicos sobre los que se articula la comunicación en la defensa de la democracia, la tolerancia y de la cooperación entre personas y naciones.
Ahora sí hay que hacer votos para que no hayan perdido los periodistas la capacidad de dudar, y de hacer dudar, de preguntarse día tras día, si lo que están editando sigue siendo cierto; la capacidad de descubrir lo que cuentan los medios grandes, sin quedarse en la apariencia (aunque teniéndola en cuanta) de cómo lo cuentan.
Y otro de los temas es: la educación para la democracia. Porque el periodismo educa, dirige y doctrina, aunque mucha gente no lo crea.
Hace algo más de veinte años atrás, cuando en este país existía una dictadura, considerábamos que hablar de democracia consistía, entre otras cosas, en hablar de una constitución con vigencia plena, de un parlamento elegido democráticamente, de un gobierno que respondiera a la decisión de la mayoría. Y, por supuesto, de la libertad de expresión que garantice en cada uno de nosotros la posibilidad de defender públicamente y por cualquier medio oral o escrito nuestras opiniones. Ahora tenemos todo eso. Es decir, estamos en un país democrático. Y sin embargo en estos momentos la defensa de la democracia pasa hoy por otros senderos, se ha vuelto más sutil más compleja. Ya no sirve solamente considerar que somos democráticos porque votamos cada cuatro años. Se han producido una serie de factores que, desde adentro pueden cuestionar aquellos principios democráticos que tanto decimos defender. Y voy a poner algunos ejemplos que van en desmedro del a democracia: el exceso de información.
Existe una sobreabundancia de información que en muchas ocasiones supone una auténtica dificultad para entender lo que ocurre. No se trata de propiciar para que haya menos información sino de saber distinguir entre la que vale la pena y la que no. Y el desafío es claro: ¿Qué actitud, qué claves vamos a facilitar a nuestros lectores/oyentes para que, por sí mismos, sean capaces de darse cuenta del fenómeno y reaccionar?
Un elemento más a tener en cuenta es: el tratamiento sensacionalista de temas serios. En muchas ocasiones los medios de comunicación informan de temas muy serios pero lo hacen en forma tan sensacionalista que resulta contraproducente. Uno de esos, por ejemplo, es el de la corrupción, a todos los niveles de la vida pública.
La corrupción como noticia ha sido uno de los fenómenos informativos más espectaculares de los últimos tiempos y en diferentes países. Corrupción a todos los niveles, desde los empresariales hasta los políticos y en las más altas instancias de las instituciones del Estado. Ello ha tenido efectos positivos y negativos. Entre los primeros, la evidencia del desenmascaramiento de los corruptos, la petición de responsabilidades políticas y de sanciones penales, la reflexión de la necesidad de una conducta ética, la exigencia de una mayor vigilancia social, necesaria para una sociedad democrática, y el incremento de credibilidad en los medios, en particular de la prensa escrita, que ha sido, en muchos casos, la que más ha denunciado esa corrupción.
Pero también pueden apuntarse algunos efectos negativos: el tratamiento del tema de la corrupción, muchas veces explicado de manera sensacionalista, puede provocar una tendencia excesiva a la generalización, que desemboca en una desconfianza en el propio funcionamiento de las instituciones del sistema democrático o, lo que es todavía más grave, en la generalización de la sospecha. Y la sospecha no se basa en datos comprobados, que son los que debe aportar un periodismo serio y responsable, sino en meras suposiciones. Y ante esto ¿cómo vamos a explicar la diferencia de credibilidad informativa que hay por ejemplo, entre los datos comprobados, los indicios razonables o la mera sospecha? ¿Cómo vamos a darles las herramientas necesarias para distinguir las noticias que están basadas en una mera suposición o las que aportan fuentes fiables?
En todo esto tenemos que pensar: salir de la rutina y buscar los modos en que nosotros empoderamos a nuestros receptores para avanzar en la consolidación de lectores y oyentes críticos.

Fuente: Asociación de Prensa de Tucumán