domingo, 22 de marzo de 2009

“¿¡Qué querés, Clarín!?”

Por: Jorge Fontevecchia
Me hizo acordar al “¿¡Por qué no te callas!?”. Cuando desde su tribuna itinerante del Conurbano bonaerense Kirchner dijo: “¿¡Qué querés, Clarín!?” usó el mismo tipo de pregunta admirativa que el rey de España le hizo a Chávez. Se escribe igual: con cualquiera de los dos signos o los dos juntos, según las preferencias. Pero a mi me sonó distinto, bien diferente a como lo interpretó la bullanguera tribuna de Néstor que estalló en aplausos al grito de “Tomala vos, dámela a mí, el que no salta es de Clarín”. Yo lo leí como un verdadero pedido: “¿Qué querés que te dé para volver a trabajar para mí?”. “¡Si estábamos tan bien juntos!”
¿¡Por qué te fuiste, mamá!? A mí me sonó a súplica disfrazada de agresión, al estilo de la mujer despechada de la canción del dúo Pimpinela que comienza: “¡Me engañaste, me mentiste, me tomaste cuando te hice falta y ahora me tiras. Me usaste..” pero donde la abandonada no quiere asesinar a su ex pareja sino recuperarla.
Clarín tampoco guarda la compostura, después de años de enviar chiquitos, a página par, sin foto, mezclados con policiales y sociedad, los temas sobre libertad de prensa, ahora dedica, al comienzo del diario, páginas y páginas a la reunión semestral de la SIP en Paraguay (en 2004 publicó 75 centímetros contra 1.575 de 2009) y en convertir a la diputada radical Silvina Giudici, presidenta de la Comisión de Libertad de Expresión de esa cámara, en una especie de Susana Giménez que aparece todo el tiempo.
Da vergüenza ajena, lo mismo que las imitaciones en Canal 13 de Tinelli a Néstor y Cristina Kirchner que justo ahora conviene relanzar después de haberlas olvidado prolijamente mientras Kirchner era todopoderoso.
Les vale la misma crítica que al Gobierno: así como muchos piensan que el anuncio del anteproyecto de reforma de la Ley de Radiodifusión fue hecho para extorsionar a Clarín y todos sus artículos pueden ser modificados para licuarle los daños en la medida que se avenga a ser nuevamente funcional con el relato del Gobierno, también hay quienes piensan que las imitaciones de Néstor y Cristina Kirchner que realizarán Tinelli en Canal 13 pueden, dependiendo de las concesiones que se realicen, bajar su tono crítico o hasta extinguirse rápidamente, como ya sucedió con la policía del Valijagate de “Patinando por un sueño”, quien después de entrenarse varios meses quedó fuera del aire antes de debutar.
Ninguno de los dos son serios, pero aunque no haya inocentes, es el Estado –al igual que en la teoría de los dos demonios– el que tiene mayor obligación de actuar moralmente. En las 147 páginas de la Propuesta de Proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual no se hace mención a lo que en otros países se conoce como Ley de Acceso a la Información Pública, que obliga a los gobiernos a no discriminar a los medios retaceándoles información sobre sus actos. Si el Gobierno puede hacer transacciones con las informaciones de interés público, incluso censurarlas, ¿con qué legitimidad ética puede reclamar que haya empresas que lo extorsionen con la difusión o no de contenidos negativos con la excusa de que la información es una mercancía de la que son dueños porque ellos la producen y distribuyen?
Es tan censurable que un medio o un conductor no difundan su mensaje a cambio de compensaciones mayores de las que obtendrían de su audiencia y anunciantes, como que el Gobierno opere de todas formas posibles sobre los medios para que no se difundan informaciones que le resulten negativas. Y el kirchnerismo ha sido el más experto censurador de la historia de la Argentina democrática. Por eso, cualquier ley de medios promovida por este Gobierno y que incluya una alta dosis de discrecionalidad del poder de fiscalización del Gobierno será vista –con razón– como colocar al lobo a cuidar el gallinero.
Esto no quita la probablemente buena intención de Gabriel Mariotto, titular del ComFeR, ex decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, y encargado de llevar adelante el nuevo proyecto. Mariotto, como Luis Lázzaro, integrante principal del equipo que redactó el nuevo proyecto de ley, y los intelectuales de Carta Abierta, están genuinamente convencidos de que llevan adelante una causa patriótica sin percibir ciertas analogías entre el uso que Perón les dio a los Montoneros mientras le convino para luego echarlos de la Plaza de Mayo, del que podría hacer Kirchner con ellos si llegara a un acuerdo con Clarín. Los Montoneros tardaron en comprender que Perón estaba más cerca de López Rega que de ser la mezcla de Gardel con el Che que ellos imaginaban, y quizá lo mismo suceda con Mariotto, Lázzaro y Carta Abierta: que ellos también tarden en descubrir que Kirchner está más cerca de Rico y Saadi de lo que creen.
Kirchner no hizo una presidencia democrática y pluralista; su sueño era que Clarín fuera lo que Televisa fue para el PRI en México, y en menor medida Globo para Arena y luego el PMDB en Brasil. Una herramienta disciplinada al servicio del poder de turno. La diferencia es que los argentinos tenemos una vocación igualitaria que las poblaciones de México y Brasil no tenían. Con audiencias más primitivas y una clase baja con menos conciencia de sus derechos, Televisa y Globo pudieron –y hace ya años– hacer oídos sordos a los temas conflictivos de cada momento, algo que Clarín nunca podría hacer sin destruir su relación con su audiencia. Otra diferencia es que Televisa y Globo son empresas de entretenimiento donde las noticias ocupan una ínfima parte de sus programaciones, en cambio Clarín es una empresa periodística originada en un diario y que se hizo fuerte con las noticias también en lo audiovisual. La información fue a Clarín lo que las telenovelas fueron a Televisa y Globo.
Lo que Kirchner no comprendió, cuando en sus días de gloria imaginó a Clarín como aliado en la construcción de un PRI argentino, es que más tarde o más temprano los ciudadanos se cansan de tener al mismo presidente (o copresidente), y cuando eso sucede Clarín, como Reutemann o Solá, tenía que diferenciase para sobrevivir al caído en desgracia. El PRI fue una estructura más inteligente y compleja que el Frente para la Victoria.
La ley. En una excelente y extensa columna en la edición de ayer de Perfil, Julio Bárbaro escribió: “Es más maduro simular afecto que amenazar con un revólver sin balas”. Así de débil ve al Gobierno el ex director del ComFeR durante toda la presidencia de Néstor Kirchner. Para Bárbaro, el Gobierno, entre otros errores, peca de ingenuo al intentar “cambiar la realidad con normas”. Algunas realidades sí son cambiables con normas pero no hay metafísica que pueda contradecir todo el tiempo la física cotidiana de la realidad. Repasemos esa física.
Los medios audiovisuales gratuitos, la radio y la televisión abierta, al vivir sólo de la publicidad, son empresas siempre pequeñas al ser comparadas con aquellas donde el consumidor final paga todo o una parte del servicio. Simplificadamente, Telefónica y Telecom tienen ventas anuales de alrededor de 10 mil millones de pesos, y Cablevisión/Multicanal de la mitad: casi 5 mil millones. Los canales de televisión de aire, Canal 13, Telefe, Canal 9 y América, con ventas anuales de entre 100 y 300 millones de pesos, son infinitesimales en términos económicos. Y peor aún las radios: Radio 10, Mitre, Continental y La Red tienen ventas anuales entre 10 y 30 millones de pesos, o sea la radio número uno del país es económicamente más pequeña que un supermercado chino o una concesionaria de autos de cierto tamaño (los canales de noticias son económicamente tan pequeños como las radios).
La contraparte de la poca importancia económica que tienen las radios y los canales abiertos de televisión al ser gratuitos, por esa misma causa, son las enormes audiencias sobre las que ejercen gran influencia. Mientras Telecom es más de 300 veces más grande que Radio 10, políticamente es más influyente (o sea: se consiguen más votos) la radio número uno.
Económicamente hay sólo tres grandes jugadores: Telefónica, Telecom y Cablevisión/Multicanal de Clarín. Telecom no tiene influencia porque no tiene radios ni canales de TV. Telefónica prácticamente tampoco la tiene porque tiene sólo Telefe, donde desde hace años se ha eliminado todo programa periodístico y sus noticieros están pasteurizados para no generarle ningún conflicto con el poder de turno. Sólo Clarín está de "los dos lados del mostrador". Llega con sus fibras ópticas o de cobre a los hogares como Telefónica y Telecom, y llega a las audiencias con sus contenidos en alta proporción periodísticos.
En Grecia antigua, una sola palabra, timé, se usaba para definir dos conceptos: fama y dinero. Quien tenía lo uno, tenía lo otro. Recién en Roma los conceptos se separaron endos palabras y había quienes tenían fama pero no dinero, y viceversa. Clarín es el único que –dentro de estos parámetros– tiene ambos atributos.
Un ejemplo internacional de quien tiene ambos atributos es “el Clarín de España”, el Grupo Prisa, que edita el diario El País y tiene la mayor empresa de cable de su país además de la mayor cadena de radios y editorial de libros, que hoy está pasando por una situación financiera apremiante: la crisis de España le impide renovar su deuda y se verá obligado a vender alguna de sus actividades. Se especula que la familia propietaria preferirá quedarse con las empresas de contenidos (diarios, radios y libros) y desprenderse del cable, manteniendo así su influencia política intacta. ¿Sería esa misma decisión la que tomaría Clarín, si se aprobara la nueva ley de medios que directamente impide a quien preste el servicio de acceso a los hogares (telefónicas, cable, banda ancha de Internet) tener canales de televisión?
Aun si así fuera, el Gobierno no podría mellar la capacidad de influencia periodística de Clarín aunque sí le quitaría su mejor negocio: el cable. Pero hay quienes especulan que, ante esa disyuntiva, Clarín podría decidir lo opuesto a Prisa de España y quedarse con el cable, vendiendo los contenidos. Salvo algunas personas del Gobierno, nadie cree que esto vaya a suceder en el corto plazo, y de aprobarse alguna ley tendría tantas modificaciones que hasta podría cambiar su espíritu. Pero más allá de estas pocas posibilidades, por disciplina intelectual vale analizar ese escenario.
Qué es el triple play. En la Argentina ya existe el duo play; Telefónica y Telecom brindan por sus mismos cables el servicio de voz y de acceso a Internet. Al revés, el duo play de Clarín brinda cable y acceso a Internet. Las tres empresas tienen una cantidad similar de abonados a acceso a Internet: Speedy de Telefónica, 1.250.000 abonados; Arnet de Telecom, 1.100.000, y Fibertel de Cablevisión/Multicanal-Clarín, 1.000.000.
La conexión a Internet es donde hoy compiten las tres, (dos dan voz y la otra TV por cable) y se supone que de autorizarse el triple play cada una mantendría su algo más de un millón de abonados, pero a los tres servicios en lugar de a dos. Eso significaría que Telefónica y Telecom perderían algo más de un millón de clientes de telefonía de línea que pasarían a Cablevisión/Multicanal-Clarín, y Clarín perdería un millón de abonados a la TV por cable que pasarían a ser provistos por Telefónica y Telecom. El problema para Clarín es que un abono de telefonía básico cuesta alrededor de $ 20 mensuales, mientras que uno de televisión por cable, también básico, alrededor de $ 110. Lo que tiene para ganar y perder cada uno no pesa lo mismo.
Desde la perspectiva del consumidor que hoy paga alrededor de $ 230 por los tres servicios básicos ($ 110 por TV cable, $ 110 por acceso a Internet y $ 20 por telefonía fija) el triple play representará un beneficio porque podrá acceder a los tres servicios combinados por alrededor de $ 160, un 30% menos de lo que hoy paga: también en Chile cuando se implementó el triple play el abono bajó un 30%. A modo de ejemplo en pequeña escala actualmente Telecentro ofrece el servicio de triple play a $ 139 por mes. Además hay alrededor de 250 cooperativas y otras 800 licencias de telefonía fija en el interior del país y varias centenas de pequeñas empresas de cable locales, las que están en estado de alerta y se quejan de que “por querer hacer daño a Clarín nos hieren también a todos nosotros”. A otra escala es lo que sucede con el Grupo Vila, tercer operador de televisión por cable del país, con fuerte foco en el interior, que de aprobarse esta ley tendría, igual que Clarín, que optar entre mantener su empresa de cable o sus canales de televisión en esas mismas áreas.
Un punto importante es que para ofrecer voz, televisión e Internet en una sola conexión, el cableado tiene que ser de fibra óptica, y para que todos los hogares argentinos pudieran recibir triple play la inversión necesaria serán varios miles de millones de dólares. Los expertos llaman al triple play de Telecentro “la tortuga”: se expande muy despacio porque no tiene el capital suficiente para invertir en todo el cableado posible. Luego aparece la rentabilidad sobre esa inversión: los expertos consideran que sólo será posible en las grandes ciudades con mucha concentración de hogares, por lo menos los primeros años.
Encaminada la “lucha por el dinero”, el otro capítulo será la “lucha por la fama”. ¿Quiénes se quedarían con Telefe, y Canal 13 si Clarín optara por su negocio de cable, además de otros canales de TV del interior? Y el exiguo plazo que la ley prevería para vender esas televisoras: un año. Y luego viene la televisión digital que, dependiendo de la norma que se adopte, podría permitir a cada canal de televisión abierta con su misma frecuencia transmitir cinco señales más y la televisión por Internet y la televisión por celulares 4G con pantallas de minicomputadora. Las Cruzadas fueron ocho guerras que duraron desde el año 1096 hasta el 1212. Estas cruzadas modernas no llevarán menos tiempo.

Fuente: Diario Perfil


Oficialistas y opositores anticipan el debate de la nueva ley de medios
Perfil organizó una charla alrededor del proyecto oficialista para derogar la Ley de Radiodifusión de la dictadura. De ella participaron el subsecretario de la Presidencia, Gustavo López, la diputada radical Silvana Giudici y dos publicistas, el kirchnerista Fernando Braga Menéndez y el anti K Gabriel Dreyfus. Una discusión que trata lo más polémico del borrador.
Por: Sebastián Iñurrieta / Rodolfo Barros
La propuesta oficial para reformar la Ley de Radiodifusión agitó las aguas desde el momento que la presidenta Cristina Kirchner la anunció. Esta semana, la mandataria presentó el proyecto de ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, el borrador con el que se pretende reemplazar la Norma 22.285, sancionada durante el gobierno de facto de Jorge Rafael Videla, que la Casa Rosada espera discutir públicamente antes de enviarlo al Parlamento. Perfil consultó a cuatro especialistas para adelantar el debate que se viene: Gustavo López, ex interventor del ComFeR con la Alianza y actual subsecretario general de la Presidencia; la diputada radical Silvana Giudici y a los publicistas Fernando Braga Menéndez, que trabajó en varias contiendas K, y Gabriel Dreyfus, que participó en la campaña de Raúl Alfonsín.

¿Por qué creen que el Gobierno quiere modificar la Ley de Radiodifusión?
Lopez: La actual ley está inspirada en la doctrina de la seguridad nacional que consideraba a los ciudadanos como enemigos internos y a la comunicación como una cuestión de seguridad del Estado y no como un derecho.
Giudici: Se intenta favorecer a grupos económicos determinados en el acceso a las licencias. Lejos de ser un proyecto objetivo, es un traje a medida para algunos.
Dreyfus: La dictadura fue terrible e ineficaz, pero no por eso hay que modificar todas sus leyes ni tirar abajo la autopista 25 de Mayo.
L: La nueva ley beneficia a todos, sobre todo a los ciudadanos, porque les va a garantizar su derecho constitucional de dar y recibir información. Además, incorpora aquellas voces que estuvieron prohibidas y luego postergadas por la ley vigente.
G: Perjudica a todos porque genera inseguridad jurídica y arbitrariedad en la definición de la categorización de licencias permitidas.

Si bien es necesario modificar una norma de la dictadura, ¿no genera suspicacias que lo haga un gobierno que cuestiona a los medios?
G: Es necesario cambiar la ley pero el cambio debe ser serio. Un gobierno que cuestiona a periodistas y medios, que utiliza la publicidad oficial para incrementar los recursos de los grupos mediáticos que le son fieles y favorecer la adquisición de medios en manos amigas, no tiene la objetividad necesaria para hacerlo.
Braga Menendez: El Gobierno no aprieta a los medios, los cuestiona de frente para aclarar la cantidad de falacias y distorsiones que emite y publica una prensa que se dice independiente y es arbitraria, sesgada y malintencionada.
D: Lo único que tiene este gobierno de peronista es la censura.
L: Debió generar suspicacias la inacción de la década del 90 respecto a la no reforma de la ley.

Se dice que es una ley contra Clarín...
L: No es una ley contra nadie. La actual carece de legitimidad y por la vetustez de sus normas, resulta inaplicable. Oponerse a un nuevo ordenamiento es mantener el statu quo, que es la ley de la selva. Tanto en el debate social como en el posterior debate parlamentario, cada sector interesado hará sus aportes a la mejor ley posible.
G: Esta es una pelea contra toda la prensa independiente; hoy focalizan contra uno de los grupos multimedios de Argentina como Clarín, pero también castigaron a Perfil, a La Nación y a distintos periodistas que cuestionaron al Gobierno.
D: La gente se preocupa por cosas verdaderamente importantes: la falta de trabajo, la inflación, la inseguridad, la corrupción y la droga. La pelea con el Grupo Clarín es otra nube de humo.

El ComFeR, con las dificultades de contralor que tiene, ¿puede garantizar que se cumpla la cuota del 60% de producción nacional en los canales de televisión?
G: El ComFeR en la actualidad es peor que el INDEC, no controla nada. La Auditoría General de la Nación comparó sus bases con las de la AFIP; el ComFeR tiene registrados sólo 1.916 radiodifusores que realizan aportes fiscales, cuando la AFIP lleva registrados 6.034.
BM: Si el ComFeR es ineficiente, debemos eficientizarlo en lugar de no promulgar la ley.

Se podrán ver los clásicos del fútbol por TV abierta. ¿Los demás equipos no merecen el mismo trato?
L: El proyecto no hace mención específica a ningún equipo de fútbol y habrá que analizar anualmente cuáles son los eventos o acontecimientos que requieran de este tratamiento.
G: ¿Quién definirá qué es un clásico? ¿Un funcionario del ComFeR - INDEC?

La discusión en los foros comenzará oficialmente el 30 de marzo en Chaco
En el Comité de Radiodifusión están dando las puntadas finales al cronograma de debates públicos de los que surgirían recomendaciones para modificar el proyecto de ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, que la presidenta Cristina Kirchner dio a conocer el miércoles. El primero de los foros se realizará el 30 de marzo en Chaco y el 31 tocará el turno a Corrientes. Para algunos especialistas del mercado, la iniciativa de “amplio debate” tomada por el Gobierno recuerda a las jornadas del Congreso Pedagógico Nacional, de los 80.
Lugares. Los organizadores creen que los foros no podrán realizarse en todas las provincias. “El plazo de 60 días para el debate antes de enviar el proyecto al Congreso nos quedó corto”, admitieron fuentes del ComFeR.
Formatos. Habrá dos tipos de foros. Uno a jornada completa. Durante la mañana se organizarán dos mesas. Una referida a las cuestiones técnicas del proyecto, como las definiciones sobre máximos de licencias y adecuación a la nueva ley. Serán integradas por representantes de ComFeR, “o de la Coalición por la Radiodifusión Democrática”, además de autoridades provinciales y de universidades. La segunda mesa tratará las cuestiones culturales del proyecto, y en ella habrá actores, productores y “representantes de pueblos originarios” y otras ONG. Habrá espacios para las preguntas del público en ambas mesas. Luego se organizarán comisiones, que tratarán distintos temas, no definidos, que elaborarán conclusiones, que a su vez, serán publicadas como propuestas para modificar el proyecto, en un blog del ComFeR. El segundo formato es de medio día y los foros serán tenidos en cuenta cuando terminen las presentaciones en las mesas.
Convocatoria. En el ComFeR saben que el debate por la ley se produce mientras se adelantan elecciones. Por ello optaron por dejar en manos de las universidades las convocatorias a los foros.
Ciudad de Buenos Aires. Los encargados de los foros en el ComFeR están negociando con la CGT, la CTA, la Universidad de Buenos Aires y con las autoridades de Canal 7, los espacios y fechas para organizar los foros en la Capital Federal.
Participación. “No tenemos problema en que venga (el CEO de Clarín, Héctor) Magneto, lo que queremos es que el proyecto se discuta, que sus críticas se escuchen y sean debatidas con rectores de universidades y especialistas en la materia”, explicó una fuente del organismo.
En la foto: Plaza. Braga Menéndez, Giudici y Gustavo López. Dreyfus no participó de la foto pero sí del debate.

Fuente: Diario Perfíl


La batalla contra Clarín
Por: Roberto García
Un buen periodista señalaría los años, meses, semanas y días en que transcurrió en silencio y dulce complicidad la relación del Gobierno con ciertos medios de comunicación. Los mismos que ahora ataca y pretende desguazar; en rigor uno solo (Clarín), para no seguir con los eufemismos. Desde que Cristina, como presidenta, se despachó con un “anteproyecto” –raro en el estilo de un gobierno que siempre se apresura en la toma de decisiones, que presume de la sorpresa y ejecutividad de sus medidas, que tiende a fulminar sin discusión con leyes automáticas– para reformar la Ley de Radiodifusión que, a su juicio, si sale como lo plantea, será fundacional. Otra refundación más. Ni una palabra sobre el tiempo perdido, los intereses compartidos, ni una autocrítica o confesión al respecto: sólo la referencia a que la ley debe cambiarse porque proviene de la época militar. Como si el matrimonio no se hubiera beneficiado de esa legislación durante su mandato. Igual que otros gobiernos de la democracia. Tensa la dama en el anuncio, esquivos los rostros en el teatro –del embajador Wayne a un corroído Sergio Massa, imputado por el ex mandatario por ser funcional a determinados intereses de prensa–, ausente su antecesor Alberto Fernández, director aún hoy, por designación presidencial, de Papel Prensa (una de las empresas vinculadas a lo que se aspira recortar) y quien repite que –al menos– cuando él estaba en funciones había alguien que contenía los exabruptos de Kirchner. Los mismos que dominaban los intimidantes cánticos de la popular contra Clarín, remedo de los que el año pasado instituía el propio hijo del matrimonio presidencial con un sello de goma de dudoso recuerdo e inspirado, como siempre en estos bautismos, en la juventud insatisfecha.
Aunque tardía y, quizá, poco oportuna en lo político –u oportuna para quienes imaginan un descenso de las hostilidades mientras se debate un nuevo proyecto y, sobre todo, se desarrolla la campaña electoral–, la reforma plantea observaciones (descentralización monopólica, acceso a la diversidad informativa) que hasta en exceso pregonó en vida el periodista Julio Ramos: apasionada prédica casi diaria en su medio, dos libros dedicados al tema, una voluntariosa expresión que no perseguía negocios ni beneficios personales. Al revés de la mención de Cristina, cuando dice que su propósito es impedir que se le enseñe a pensar a la gente, desde un diario, un canal o una radio. Omitió decir que esa tarea tampoco corresponde a un gobierno, en especial al suyo.
Mencionar a Ramos no es gratuito: buena parte conceptual –al margen de las tecnicidades– del “anteproyecto” es una reescritura de su pensamiento, extraída de sus libros (es información, no interpretación). Pero nadie del oficialismo lo refiere: sería paradójico, atentatorio, destituyente, que los intelectuales progresistas y oficialistas debieran ampararse en Ramos, el presunto emblema de su antinomia. O que la mandataria le concediera una cortesía por derechos de autor. También a Ramos le revolvería saber que algunos lamebotas de la corte presidencial, antes mudos y sumisos, hoy defienden sus preceptos sobre la libertad de prensa y la posibilidad del libre acceso a las fuentes. Para ser justos, esos favoritos de la corona no intentan proteger esos criterios, apenas repiten consignas de conveniencia sobre temas que desconocen, como se explayan sobre el ROE o la vaca manta cuando aluden al conflicto del campo. Parte mayoritaria y avanzada de una Argentina insolvente en lo moral que la jerga popular denomina “chanta”.
A Ramos lo tildaban de “loco”, de “pobre loco”, esencialmente por protagonizar una causa –que ni siquiera iba en detrimento de Clarín como periódico, sino como consecuencia de una construcción imperial y económica– que parecía estéril. Aunque la consideraran justa. Otra parte de esa Argentina repugnante. Se escuchó, lo escuché, esa facilidad por asignarle locura a lo que no se deseaba enfrentar, tanto en anteriores gobiernos democráticos como en éste en particular, el mismo que accedió al poder gracias a la instalación de un título (la fórmula será Kirchner-Scioli) cuando seriamente no estaba en claro que ese binomio sería el elegido. O, por lo menos, cuando aparecía otra perspectiva para bloquearlo. Kirchner sabe de ese poder: uno de sus colaboradores, tanto en el gobierno como en una empresa afín, quizá estimuló esa operación política para neutralizar las dudas del entonces legatario, Eduardo Duhalde, por cambiar de heredero. Fue cuando empezó a colegir, a instancias de Carlos Ruckauf –entonces, uno de sus más dilectos consejeros–, que Roberto Lavagna podía medir mejor que Kirchner, que era más consistente que el santacruceño a pesar de ser economista y, por lo tanto, tanteó esa posibilidad en un asado común en Villa Gessell. Ni pudo meditar: 24 horas después, trascendida la reunión, el título de la candidatura Kirchner-Scioli apareció como hecho consumado. Ni Scioli sabía de esa decisión, se enteró esa mañana en el kiosco al salir a correr en Mar del Plata.
Desde entonces, con altibajos (¿acaso hay alguien, incluso de su preciado entorno, que haya mantenido una relación sin conflictos con Kirchner?), el ex presidente desarrolló una intimidad creciente con Clarín, sea por negocios comunes o privilegio informativo, consumando una formidable integración de poder. Hasta se vanagloriaba de hacer las tapas del fin de semana, una impunidad que haría sonrojar a cualquier periodista; confirmó en toda su gestión y en parte de la de su mujer que ningún gobierno de la democracia dispuso de mayor trato y vínculo con Clarín que el suyo. Se pasaron cinco años hablando desde el Gobierno, preguntando: “¿Cómo está, jefe?”, a cambiar casi de repente por otro interrogante público: “¿Qué te pasa, Clarín?”. Abundan los testimonios, hasta la insolencia. De ahí que al menos se vuelve sospechoso este cambio de actitud, ya en ciernes hace más de un año, y a cualquier desprevenido le hace imaginar que algo detestable ocurrió camino del foro sin saber aún cuál es el hecho.

Fuente: Diario Perfil