martes, 6 de enero de 2009

“Nuestra televisión espera una catástrofe diaria”

"Hacer un programa de televisión visión hoy en día es invitar a alguien que diga que todo es un desastre, dejarlo hablar y que diga que Kirchner es lo mismo que Hítler sin los campos de exterminio. Es una frase que se dijo. Alguien que dice eso no puede ser más invitado a ningún lado. Es una idea horrenda, pero ocurre constantemente". Sentido común, memoria, identidad, política y medios de comunicación: sobre cómo se imbrican estos conceptos omnipresentes en la vida social habló en Café Cultura Nación el docente e investigador Alejandro Kaufman.
Para el director de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires, hay que empezar por comprender que, en todas las sociedades, los medios son grandes modeladores del sentido común. "Al hablar de estructura mediática, me refiero a la televisión, y también al modo en que la audiencia se relaciona con los medios gráficos, la radio, el cine, los libros. Hoy, al hablar de medios, se está hablando de industria cultural, de un producto mercantil que modela la manera en que vivimos, la estructura, le da forma, y esto no es algo de lo que seamos concientes, sino que ocurre de una manera intrínseca, como si fuera el aire que respiramos", afirmó.
A pesar de que los medios parecen tener una lógica propia, no en todos los países hacen pie en la misma baldosa: "Cuando analizamos los medios, es importante asumir que ciertos fenómenos que son unánimes para nosotros, que son uniformes y se dan por sentado, no son propios de los medios ni se dan en otros países con la misma intensidad. Nuestra televisión está esperando todos los días una catástrofe total, un desastre, un 'no va más'. Esto empezó a suceder en la posdictadura y se fue acentuando con los años, con las grandes crisis sociales”.
Ejemplos. Kaufman mencionó dos de los primeros acontecimientos de este tipo: la hiperinflación en la época alfonsinista y la tragedia de la AMIA. En este segundo caso, sucedió algo que caracterizaría a la televisión local, completamente anómalo respecto de los medios en el mundo: durante 48 horas o más, las cámaras enfocaron las ruinas de la mutual. "En una sociedad donde hay cierto sentido de la autopreservación, de la autoprotección, del autocuidado, esto no ocurre", indicó.
Un joven del público intervino para decir que cuando cayeron las Torres Gemelas, no se vieron bolsas negras en la pantalla chica. La pregunta obligada: no mostrar los cadáveres, ¿es represión?, ¿es censura o autocensura? "Los medios de comunicación audiovisuales -respondió el especialista- argumentan que están informando, cuando muestran cosas que una sociedad no puede mostrarse a sí misma sin generar un altísimo grado de desesperación". Se trata de una lógica cultural de los medios que el tiempo estabilizó. "Estos fenómenos de espectacularización, esta cuestión de exhibir las propias lesiones, dolores, tragedias o crisis públicamente, y de hacer de eso un espectáculo morboso, se repite en forma sistemática, se ha estructurado como algo unánime, porque, además, la gente no protesta por la cuestión, sino que, al contrario, quiere participar".
¿Cuál es el rol de la audiencia? ¿Cuál es la reacción? "Cada vez que a alguien le pasa algo -un acontecimiento delictivo, alguna tragedia-, cuando llega la televisión, actúa como si hubiera ensayado previamente. En un plano no del todo consciente, hay una manera de actuar frente a las cámaras, hay una actitud estandarizada que se reitera y nos hace ver de qué modo se produce la mediatización de los acontecimientos sociopolíticos en la Argentina", explicó.
En los relatos televisivos, siempre aparece algún culpable. “Si hay algún conflicto, una carencia, un accidente, un drama, hay un procedimiento casi mágico de atribución de culpas. En general, el culpable tiene carácter estatal o político, y por lo tanto, debe ser destituido, o eventualmente encarcelado", analizó Kaufman y agregó, en clave histórica: "Hay un Otro que, en un momento, fue el subversivo; después el político; más tarde el delincuente o el piquetero. Existe una configuración de un Otro culpable de lo que ocurre. Pero lo que ocurre queda totalmente trivializado, convertido en una cuestión muy simple y en un tema moral, porque el Otro es alguien malvado".
Los medios tampoco escapan a la lógica de la economía argentina: la economía de la maximización de la ganancia en el menor tiempo posible, sin reparar en el costo social, político o económico. Más aún: "En la Argentina -añadió Kaufman- hay una gran coincidencia entre conglomerados económicos mediáticos y otras corporaciones financiera económicas que están asociadas. Acá, obtener grandes audiencias tiene consecuencias políticas y económicas".
En esto de rivalizar y competir por el rating, se recurre a la catástrofe de cada día. Y así, argumentó el docente, se logra un hábito que se vuelve adictivo: la audiencia necesita ese tipo de estímulo, que tiende a neutralizarse, a perder eficacia, y entonces debe aumentarse. Esto se hace en forma, exacerbada: estimular, excitar, incentivar a la audiencia para que esté pendiente.
Nada es gratis, sostuvo Kaufman: "Hay acontecimientos en los que actuar así sobre la audiencia produce consecuencias. Por ejemplo, si alarmo a la población sobre el alza de la inflación, eso sí tiene un efecto directo, porque la inflación es un fenómeno altamente vinculado con la percepción de la gente. Imagínense si una azafata, cada vez que uno vuela, pasara películas de aviones incendiándose, cayéndose…” ¿Se puede seguir jugando con el fuego? “Para pensar en el futuro del país –concluyó-, habrá que pensar de que manera no se está esperando la próxima catástrofe o la próxima crisis”.

Fuente: Página
I12