Por: Ignacio Ramonet
En tiempos de guerra, censura y democracia van emparejadas. Y ya nadie parece escandalizarse de ello. Nos manipulan tanto, que al final somos sumisos.
En la guerra de Gaza, una vez más, los medios de información son las primeras víctimas. Las autoridades de Israel no toleran el acceso de la prensa a las zonas de combate (excepto unos cuantos periodistas, elegidos por los militares, “empotrados” en el seno de unidades del frente). Y los dirigentes de Hamás no consienten que los corresponsales palestinos, presentes en Gaza, filmen a sus combatientes; sólo a las víctimas.
De ahí esa impresión de irrealidad que produce este violentísimo conflicto urbano en el que, en algunos barrios, fuerzas israelíes y milicianos palestinos luchan cuerpo a cuerpo. No vemos a nadie combatiendo; sólo a muchos civiles sufriendo, padeciendo, muriendo. Una nueva demostración de que, contrariamente al sentimiento de falsa libertad que procura la existencia de un número cada vez mayor de medios (en radio, prensa, televisión e Internet), la cruda realidad es que carecemos de información. Nos la ocultan.
Es el efecto de una censura de guerra que se ha ido afinando con el tiempo. Viene de lejos. Ya a finales del siglo XIX, con la guerra de Cuba y Filipinas, la prensa estadounidense se movilizó para convencer a la sociedad de que Washington debía intervenir “para ayudar a los cubanos” frente a los españoles.
En la mayoría de los conflictos anteriores a la Primera Guerra Mundial, los medios disponían de gran libertad. Pero con esa Gran Guerra, los Gobiernos empiezan a controlar los medios de información. La censura, ya entonces, consistía en prohibir a los periodistas el acceso al frente. La “información” la daban sólo los oficiales autorizados.
En los años 20, la radio fue utilizada como medio de propaganda y desinformación. Igual ocurría con el cine. Estos medios se usaron para convencer a la opinión pública que apoyase la Segunda Guerra mundial.
Una vez aparecida la televisión, se usó primero en la guerra de Corea (1950-1953); pero luego, con la guerra de Vietnam, los medios estadounidenses se negaron a silenciar muchos crímenes, como los abusos del ejército estadounidense... Consecuencia: la opinión pública no apoyó el conflicto.
Eso hizo que el Gobierno británico utilizara un tipo de censura distinto en la guerra de las Malvinas (1982). El Reino Unido debía aparecer como víctima; y la guerra como “peligrosa para los periodistas”. Por consiguiente, éstos no pueden estar en el frente. Se inventó la figura del “periodista empotrado”. El Pentágono utilizó ese modelo de censura cuando invadió Panamá (1989), en la guerra del Golfo (1992) y en la invasión de Irak (2003).
Hoy, en Gaza, por primera vez, lo utiliza Israel. O sea que, en tiempos de guerra, censura y democracia van emparejadas. Y ya nadie parece escandalizarse de ello. Nos manipulan tanto, que al final: sumisos.
¿Hasta cuándo?
Fuente: Xornal de Galicia