Por Marcos D. Muñoz *
A raíz del conflicto que sectores ligados a intereses antidemocráticos mantienen con el modelo de país que impulsa el actual gobierno nacional, ha quedado al descubierto cómo un gobierno y la democracia como forma de gobierno, una vez más, se ven amenazados por informaciones confusas, distorsionadas y fuera de contexto que se han difundido en diferentes medios masivos. Los juicios de valor emitidos por quienes trabajan en los medios han alterado e intranquilizado, por violentos y apocalípticos, a la población.
Esta situación de interés nacional revela la importancia estratégica que tiene tanto para un gobierno como para un pueblo poder disponer de medios que traten la información con la responsabilidad y seriedad del caso. La crisis provocada por sectores concentrados de la economía argentina ha dejado al descubierto la necesidad de profundizar la cuestión sobre qué es la información, cómo afecta o altera la paz social y las instituciones democráticas en una crisis generada intencionalmente; quiénes son los que deciden qué es noticia y qué no es noticia; cómo presentarla; dónde difundirla y cuántas veces al día; quiénes tienen espacio para hablar y hacer masiva su voz y quiénes se ven silenciados por no decir lo que alguien quiera que digan. En definitiva: en manos de quién están los medios masivos de información en nuestro país.
En mi trabajo “La relación entre el poder político y los medios de comunicación de masas. El caso de la provincia de Neuquén. Puntos a debatir para una nueva Ley Federal de Radiodifusión”, presentado en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza), en marzo de 2004, esbocé la propuesta sobre quiénes podían integrar la mesa que determine sobre los temas de actualidad que un medio incluye en su agenda informativa en determinado momento. Mis anotaciones de campo me llevan a concluir que las decisiones sobre qué temas merecen ver la luz públicamente quedan libradas a visiones parciales que responden a intereses exclusivamente económicos y al buen humor de “una o dos personas”. El futuro de una democracia no puede quedar librado a uno o dos sujetos. La democracia es un bien colectivo.
A mi juicio, una mesa que decida sobre los temas que formen parte de la agenda de un medio debería estaría conformada por comunicadores sociales, semiólogos, historiadores, politólogos, médicos, psicólogos, economistas, docentes, escritores, entre otros especialistas y reconocidas personas que se destaquen en su actividad. Debe ser una mesa marcada y atravesada por las diferentes disciplinas. La información es un bien público, de interés nacional, sujeto a la soberanía política de nuestro pueblo y de nuestras costumbres. Por esa razón, habrá que trabajar en una legislación nacional en materia de comunicaciones que represente los intereses de la democracia, de las diversas culturas, y que refleje la pluralidad de ideas existentes, fortaleciendo mayor presencia de medios públicos en todo el país sin que éstos estén condicionados a ningún gobierno de turno.
* Licenciado en Comunicación Social, Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza)
marcosnqn@hotmail.comFuente: PáginaI12