miércoles, 9 de julio de 2008

Los dilemas progresistas

Prácticas políticas y comunicación surgen emparentadas en el escenario público. La política se representa en los medios, en particular en la televisión. Todo en nombre de “la gente”. Los procesos sociales y políticos transitan por las pantallas, mientras surgen contradicciones prácticas, discursos ambigüos e imprecisos.
Por Pablo Castillo *
En los últimos años, parece consolidarse una nueva percepción sobre los modos en que se configuran las prácticas políticas y sociales. Desde estas lecturas –a veces demasiado apresuradas en sacar conclusiones taxativas–, el papel de los medios de comunicación masivos adquiere una centralidad cada vez más decisiva. ¿Es posible sostener –como afirman algunos autores– que la configuración de un espacio público global es efecto de las actuales transformaciones tecnológicas que redefinen los modos de las prácticas sociales? ¿Alcanza con decir que determinadas prácticas o discursos son públicos en la medida en que se sostienen desde un estatuto de visibilidad que convoca “a la mirada del público”?
Es cierto que hay una visibilidad que pre-existe a la mirada mediática, pero, en todo caso, de lo que se trata es de distinguir en qué medida las nuevas representaciones sociales –aunque se posicionen renegando de la política– se inscriben en un escenario construido desde una lógica de estrategias que denotan siempre una práctica política. Ya hace más de diez años Derrida se preguntaba si “¿es seguro que corresponda a la palabra ‘comunicación’ un concepto único, unívoco, rigurosamente dominable y transmisible: comunicable?”.
A lo largo del siglo pasado, se han desarrollado distintas miradas sobre el lugar de la comunicación y en particular de los medios masivos en la configuración de aquello que llamamos realidad. Por otra parte, las miradas en el campo comunicacional fueron avanzando en otras direcciones, cada vez más alejadas de las posturas conspirativas influidas tanto por la Escuela de Frankfurt como por “el marxismo de manual”.
El desafío para poder pensar la tensa relación entre los medios, la apropiación de las nuevas tecnologías y la ecuación progresismo-procesos sociales supone posicionarse como señala Jesús Martín-Barbero: “En analizar la constitución de lo masivo por fuera del chantaje culturalista que los convierte inevitablemente en procesos de degradación cultural”. Pero, más allá de cierta especificidad, las dificultades de trabajar en un campo no totalmente institucionalizado hacen difíciles de explicar los procesos comunicativos por fuera de la teoría social. Muchas veces, cuando queremos pensar el modo en que opera el discurso de los medios sobre el campo de lo social, se omite el papel que las mediaciones culturales, tecnológicas, cognitivas, familiares, colectivas, etc., desarrollan permitiéndoles a los sujetos resignificar los mensajes.
Hoy es un hecho que los medios se han incorporado como una nueva herramienta de expresión, ya no sólo para los políticos “profesionales”, sino para sujetos y colectivos sociales, que acortaron las distancias –al menos simbólicamente– entre la pantalla y la platea. En algún momento, la escuela, la familia, las instituciones sociales, las fábricas, funcionaron como lugares privilegiados en donde no sólo se transmitían ciertos saberes y se legitimaban prácticas y supremacías, sino que se conformaban simultáneamente como ámbitos de disputa materiales y simbólicos en la construcción de procesos colectivos. Como diría Renato Ortiz: “El mundo contemporáneo pone precisamente en cuestión esas jerarquías y valores. Al expandirse el dominio mediático tiende cada vez más a subordinar las esferas culturales autónomas a la voraz lógica del mercado”.
Abordar esta problemática desde una mirada cultural progresista supone, entonces, encarar dos movimientos simultáneos: la superación de los resabios del modelo racionalista-tecnocrático que aún habita en muchos de sus discursos, así como también despojarse de cierta mirada ingenua que muchas veces prevalece en sus análisis sobre los modos de conformación de los procesos sociales.

* Psicólogo. Magister en Comunicación.
Vía: PáginaI12