Por: Gustavo Noriega
Ya todo pasó, la batalla por la 125 ha terminado y el golpe de Estado que imaginó Néstor Kirchner no se ha producido. Así las cosas, parece ser un buen momento para analizar el papel de los medios en la contienda.
Para el kirchnerismo, los medios han sido protagonistas principales de la batalla, sesgando la información y utilizando un lenguaje nada neutral, que intentaba deliberadamente volcar a la opinión pública –especialmente la de la clase media, consumidora de noticieros y canales informativos de cable– del lado del campo.
Los grandes pools informativos, por su parte, se describen a sí mismos como meros espejos de la realidad, transmitiendo sólo lo que sucede, de la forma menos distorsionada posible.
En ambos casos hay una mirada sobre el poder de los medios estática, cristalizada, que desdeña la interacción y la dinámica propia que se da tanto en la generación de noticias como en su recepción.
Con respecto a la instalación por parte de los medios de una agenda oligárquica y golpista, como señalan los enfebrecidos intelectuales que acompañan al Gobierno, vale citar, como refutación, las palabras del diputado Claudio Lozano en la edición de ayer de Crítica de la Argentina.
Decía Lozano: “…los más de cien días de conflicto dieron lugar a debates públicos que, como nunca, tomaron la problemática del monocultivo sojero o la cuestión de la concentración de la producción y de la propiedad agropecuaria, y por lo tanto la realidad de los pequeños y medianos productores. Es más, también tomaron estado público los problemas de la pobreza rural, la devastación ambiental, la problemática de los campesinos y las comunidades aborígenes, la clandestinidad laboral y el trabajo infantil, así como la realidad de los pibes-bandera fumigados una y otra vez en el trabajo agropecuario.”
Luego agrega, con razón: “Lo expuesto poco tiene que ver con los objetivos que a priori uno le asignaría a un movimiento oligárquico.”
A su vez, el espectáculo de la democracia en acción, tanto en el debate en Diputados como en el asombroso final en el Senado, tuvo al mismo tiempo tanto de la excitación de una justa deportiva como la riqueza de una notable clase de educación cívica. Se expusieron argumentos, se evaluaron conductas, se trajeron a la mesa datos históricos y se compararon propuestas. Todo eso se siguió por televisión, en directo, sin interferencias editoriales.
Los medios, por su parte, si pretenden realmente acercarse a ese ideal imposible de la neutralidad informativa deben reformular enteramente su formato actual. La editorialización constante, a través de la edición, musicalización, inserción de textos, comentarios de movileros y de conductores se hace hartante y recargada. Los canales de noticias y los noticieros de los canales de aire tienen que abandonar la retórica y retomar el concepto de sobriedad informativa. No está mal que los medios tengan opinión: lo que deben hacer es separarla claramente de la parte informativa y no contrabandearla en cada segundo de transmisión.
Fuente: Crítica de la Argentina