miércoles, 18 de junio de 2008

Juro que no entiendo...

Por qué vamos a la plaza
Hoy a las 15 nos concentramos en Avenida de Mayo y Perú, en defensa de la democracia y en reclamo de mayor distribución y participación popular.
Lo haremos desde nuestra propia identidad y sin ahorrar críticas al Poder Ejecutivo Nacional, pero en respaldo de la institucionalidad democrática y de las medidas progresivas que enfurecieron a una nueva derecha que usa la retórica del diálogo y el consenso y se envuelve en los símbolos nacionales mientras pretende imponer por la fuerza del lockout y el desabastecimiento una política distinta a la que la mayoría del pueblo votó hace pocos meses y en defensa de sus ganancias extraordinarias. Ante cualquier nuevo aumento de los precios internacionales de alimentos y materias primas agropecuarias, las retenciones móviles son la única defensa de la mesa popular.
Somos miembros de organizaciones sindicales como la CTA, CTERA, la Unión Obrera Metalúrgica; de derechos humanos como el CELS, la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, las Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos; de movimientos como Tupac Amaru y Patria Grande; de entidades de pequeños empresarios, como la Asamblea de PYMES y el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos; economistas que forman parte del Plan Fénix; decanos y profesores universitarios, científicos e investigadores; sacerdotes en opción por los pobres; dirigentes políticos que demostramos la posibilidad de construir alternativas populares sin clientelas ni aparatos; intelectuales y artistas integrantes del espacio Carta Abierta y ciudadanos sin militancia partidaria ni institucional.
No formamos parte del gobierno. Objetamos la destrucción del INDEC y la construcción del tren bala, la negativa a reconocer la personería de la CTA y la alianza con sectores empresarios que fueron socios de los gobiernos neoliberales. No nos sentimos representados por el repliegue oficial sobre estructuras políticas y sindicales obsoletas.
Pero la restauración conservadora en marcha, con el impulso de un sector de la izquierda que imagina protagonizar una revolución agraria, no cuestiona los defectos sino los aciertos del gobierno, al que intenta imponerle sus intereses económicos por encima del interés general, sin reparar en costos ni en métodos. Cuestiona la reconstrucción de la autoridad del Estado luego del colapso de 2002, el saneamiento de la Corte Suprema de Justicia, el juicio a los responsables del Estado terrorista, el drástico descenso de la desocupación, la actualización de los ingresos de jubilados y pensionados, el establecimiento de un haber para las personas mayores de 70 años que no tenían ninguno, el aumento del presupuesto educativo, la creación de un ministerio de ciencia y tecnología, la política exterior independiente, en asociación con los gobiernos democráticos de Sudamérica. No busca un avance sino un salto atrás.
Contra toda evidencia se acusa de autoritario y soberbio al primer gobierno que ha prohibido el uso de armas de fuego en el control de manifestaciones y se moteja de represión violenta al desalojo con guantes de seda de la ruta del MERCOSUR, por la que desde hace tres meses no se permite el tránsito de mercaderías, obligando a tirar millones de litros de leche y toneladas de frutas y verduras. De ese clima deslegitimador, parecido al que minó la presidencia de Arturo Illia, participan en forma tan entusiasta como irreflexiva sectores de las clases medias urbanas influidos por la cobertura tendenciosa de diarios y canales de televisión temerosos de que se democratice la comunicación de masas.
De esta crisis, no menos grave porque se la niegue, sólo se sale con más democracia y más distribución de la riqueza. Para ello se impone una reforma impositiva integral, que grave a todos los sectores que en estos años han tenido beneficios extraordinarios, como la especulación financiera, la minería y la pesca. Sin esos recursos no hay forma de atacar los altos niveles de hambre y exclusión, intolerables en uno de los grandes productores de alimentos del mundo.
Ésa es la voz propia con la que hoy iremos a la Plaza de Mayo, en defensa del valioso trayecto recorrido desde mayo de 2003 y en demanda de su profundización, con mayor calidad institucional y con participación popular.

Hugo Yasky, Martín Sabbatella, Horacio Verbitsky, Laura Conte, Tati Almeida, Carmen Lapacó, Hugo Canon, Juan Gelman, Carlos Heller, Adrián Paenza, Eduardo de la Serna (Movimiento Carlos Mugica, de sacerdotes en opción por los pobres), Abraham Gak, Stella Maldonado, Francisco Tito Nenna, Juan Pablo Paz, Alberto Kornblihtt, Horacio González, Nicolás Casullo, Lilia Ferreyra, Ana Cacopardo, José Tamarit, Norberto Galasso y siguen las firmas.