Por: Mariano Galíndez
Muchos son los errores políticos que se le achacan al gobierno nacional a la hora de encarar el conflicto agropecuario.
Además de agredir diariamente (llama "golpistas" a quien opina distinto), malgastar ocasiones para arreglar (cuando renunció Martín Lousteau), comportarse autoritariamente (no se sienta a negociar con quien piensa distinto recurriendo a argumentos infantiles) y estar más preocupado en ganar lo que cree que es una batalla en vez de resolver lo que es un problema (por más que así esté a punto de acabar con la recuperación económica), el experto historiador Roberto Cortés Conde resalta que también está cometiendo errores estratégicos en la lectura de cómo es hoy la realidad sociológica del campo argentino.
Es que el gobierno encaró casi como una cruzada contra la oligarquía el conflicto agropecuario. Pero, según sostiene Cortés Conde, la composición del campo es muy distinto a aquel de 1880, como parece que el matrimonio presidencial cree que es.
Y la principal diferencia es la existencia de una clase media rural de capitales nacionales que es la que hoy se siente golpeada. Toda una paradoja para un gobierno que, en los discursos, lo que buscaba era, precisamente, incentivar la construcción de una burguesía nacional.
Cortés Conde disertó en Rosario invitado por la Fundación del Banco Municipal de Rosario, una entidad que lejos está de ser liberal y pagada por "sectores golpistas".
El analista es abogado de la UBA con un posgrado en Sociología, y académico de la Real Academia de Historia de España.
En diálogo con punto biz, también deja otra perlita sobre la particular situación nacional: el gobierno es el primero en vivir (y causar) una crisis política cuando hay crecimiento económico.
—El agro vuelve a aparecer otra vez con un papel protagónico en la vida política, como lo fue entre 1880. ¿Qué diferencias hay entre aquel sector rural y el actual?
— Lo que pasa es que en esa época nadie cuestionó que la Argentina exportara alimentos y tuviera una política monetaria restrictiva para evitar la inflación. Juan B. Justo y los dirigentes socialistas que empezaron a tener fuerte participación en el Congreso luchaban por mejoras salariales y de condiciones de trabajo, pero defendían la estabilidad de la moneda porque sabían que la inflación es el peor impuesto para los trabajadores. Es más, si algo le criticaban a los conservadores, sobre todo al presidente Juárez Celman, era ocasionar una gran inflación a finales de siglo. Nunca el progresismo argentino estuvo a favor de la inflación, porque perjudicaba los salarios de los obreros. Hoy, en cambio, el gobierno que se dice popular es el que empuja con sus políticas la inflación.
—¿Y por el lado del campo?
— Del lado del campo, la gran diferencia era que antes no había, como ahora, una gran clase media rural. La estratificación social era más simple: grandes propietarios (la oligarquía) y arrendatarios, casi campesin0s, que fueron los que se levantaron en el Grito de Alcorta. La novedad es que ahora hay en el sector rural una amplia clase media rural. Un importante sector que no tiene nada que ver con la vieja oligarquía y que son hijos, nietos de chacareros sin alcurnia a los que en estos últimos años les ha ido bien, pero no son extraordinariamente ricos ni tienen todo ese pasado mal llamado por el gobierno, oligarca o golpista.
— Una burguesía nacional, como pide el gobierno.
—Efectivamente. Y paradójicamente, el gobierno que tanto pregona la necesidad de construir un sector empresario atado a los intereses del país, del interior y no de las multinacionales, lo está atacando de muerte. Si el gobierno quería hablar de una burguesía nacional, los tendría que escuchar más a ellos y no, por ejemplo, a la industria automotriz y a los banqueros, que siempre estuvieron bien cerca de los gobiernos, militares, civiles, radicales, los que fueren. Hacer lo que está haciendo el gobierno con la clase media rural es de una falta total de conocimiento de lo que son los cambios de la sociología del país.
—¿Por qué se rebela ese sector?
— Si usted es muy pobre, como las grandes masas que hay en el conurbano de Buenos Aires, está acostumbrado al clientelismo electoral, que le den un colchón, la televisión, y con eso se arreglan. Pero si usted ha trabajado toda la vida, y ha logrado progresar y empieza por sus propios méritos a ganar plata, seguro que va a protestar si de golpe le empiezan a sacar la plata del bolsillo. Y cuando usted mira lo que está pasando, usted ve que ésa es gente trabajadora, que evidentemente estuvo mejor y que ahora el gobierno está asfixiando. Los grandes terratenientes, que siguen existiendo, están más protegidos frente al apriete fiscal del gobierno que la clase media rural.
—¿Recuerda algún proceso de la historia argentina similar a este, en donde una economía más o menos ordenada haya provocado tal nivel de conflictividad política?
— Nunca hubo crisis política en Argentina si antes no hubo crisis económica. Tradicionalmente, en Argentina los conflictos estallan cuando se empieza a derrumbar la economía. El radicalismo pierde las elecciones en 1989 en medio de un proceso hiperinflacionario histórico. El modelo de Carlos Menem empieza a ser cuestionado a partir de la crisis de 1995, luego de que el pais viniera creciendo desde 1991, y la Alianza nunca tuvo un año de crecimiento económico. Pero ahora la crisis estalla en un país que venía creciendo al 8% y para este año podría haber llegado a crecer al 6%. Queda claro, entonces, que el problema es político. El problema lo genera el gobierno nacional.