lunes, 24 de marzo de 2008

La revolución sin “r”

Para el comprometido cantautor uruguayo se viven otros tiempos en materia de derechos humanos en la región y existe una “evolución” que se debe apuntalar con memoria y formación de conciencia.
Rosana Guerra. Especial La Voz del Interior
Es uno de los máximos referentes de la canción de protesta en América latina. Sin embargo, él prefiere llamarles "canciones humanas" porque sus letras hablan sobre las profundas desigualdades e injusticias que se viven en Latinoamérica. Su compromiso con lo social y su apasionamiento por el amor y la vida se reflejan en su reciente libro Desalambrando, escrito en coautoría con su gran amigo Mario Benedetti, que fue presentado en la Octava Feria del Libro de Resistencia, Chaco, a comienzos de marzo. El nombre de su libro, editado por Seix Barral (Planeta), está inspirado en un tema cantado en guaraní por influencia del sacerdote Francisco de Paula (Pa’í) Oliva en los años de la resistencia contra la dictadura de Alfredo Stroessner en Paraguay, y que también fuera interpretado por Víctor Jara en Chile, por Fran Ferrer en Puerto Rico, y hasta cantado en idioma tagalo en Filipinas.
A poco de conmemorarse 32 años del golpe de Estado en nuestro país, el uruguayo Daniel Viglietti (68) se explaya sobre los desafíos y logros en la lucha de los derechos humanos que, tanto en la Argentina como en su país, promueve el compromiso de los artistas en la formación de una conciencia social humanista, única garantía para evitar otro genocidio.

"A desalambrar, a desalambrar que la tierra es nuestra, es tuya y de aquel, de Pedro y María, de Juan y José".

–¿Cuál es la deuda histórica que tenemos frente a las dictaduras que existieron en Argentina y en Uruguay?
–El drama argentino se radicalizó de manera oficial en marzo de 1976, pero la historia de represión, asesinatos y desapariciones viene de antes y marca un terrible retroceso en un país donde todo lo que se haga para denunciarla siempre va a parecer necesariamente poco. Cuando se maneja la cifra estimada de 30 mil desaparecidos, los comentarios huelgan y naturalmente son ustedes, los argentinos, los que primero reclaman avanzar más en materia de derechos humanos. Me sumo a ese reclamo, venga desde cualquier sector social, porque trabajo para las diferentes alas de la denuncia. No voy a comparar las cifras de desaparecidos porque no es un problema numérico, de todas maneras sentimos que en Argentina ha habido esfuerzos importantes que llegaron antes que en Uruguay, como la anulación de la Ley de Punto Final y el encarcelamiento de algunos represores, en muchos casos en condiciones especiales, pero encarcelados al fin. En Uruguay tenemos una ley equivalente que todavía está vigente y es la de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, que estableció el beneficio de la amnistía a los militares y policías que cometieron delitos y violaciones a los derechos humanos durante la dictadura entre 1973-1985. Con este gobierno progresista se lograron pasos importantes, inimaginables en gobiernos anteriores, como son el encarcelamiento de dos figuras titulares de la dictadura en Uruguay como son Juan María Bordaberry, primero presidente civil, represor y después dictador, y el general Gregorio Álvarez, que encabezó una etapa importante de la dictadura. Pero hacen falta otros pasos. Formo parte de la comisión que trabaja por la anulación de la Ley de Caducidad y se está haciendo una campaña de recogimiento de firmas para anularla por inmoral e infame. Porque, como decía monseñor Oscar Arnulfo Romero, el sacerdote salvadoreño que fue asesinado, cuando una ley es inmoral no debe respetarse.

–¿Cuál es la importancia del aporte que pueden hacer los artistas en la toma de conciencia frente a las violaciones a los derechos humanos ocurridas tanto en Argentina como en Uruguay?
–Las películas, la canción, la danza o tantas otras formas de arte llegan a la gente de manera muy sutil a través de la emoción. En mi caso escucho voces que dicen que mi aporte es fundamental, otras dicen que hago un pequeño aporte y me inclino más por la segunda, un pequeño aporte a través de la canción. Es muy importante difundir a otro nivel ideas, sentimientos, lecturas, la realidad de la historia. Porque crecí y tomé conciencia de muchas cosas a través de la emoción que me provocó el arte. No vengo de una villa miseria, ni experimenté en mi piel lo que son la pobreza y la discriminación o el salvajismo de la sociedad. Pero lo fui captando a través de las obras de arte, de la poesía del cubano Nicolás Guillén, de Atahualpa Yupanqui, o de tantos fenómenos culturales que despertaron la conciencia. Pero no confundo la lucha de los libros o la letra de una canción con la lucha revolucionaria, separo las cosas, no le doy la misma dimensión. Estamos viviendo otro tiempo en materia de derechos humanos tanto en Argentina como en Uruguay. La gran importancia de estos tiempos radica en las bases, en la ciudadanía que reclame masivamente porque nada va a venir por arte de magia. Esto es no es producto de una revolución, porque ni aquí ni en Uruguay ha habido una revolución. Las revoluciones tienen otros problemas y el hecho que haya una revolución no significa que las cosas se solucionen por sí mismas. Los procesos democráticos tienen otros tiempos, otras leyes y otras trampas. De modo que esto no es una revolución, es una evolución sin "r". Que se vaya transformando en un proceso que algún día pueda conducir a una revolución es otra cosa, pero no sé cómo va a ser y tampoco estoy seguro de verla. Lo importante es no quedar rehenes del miedo, de la amenaza, o de la lógica de las desapariciones que marcan la presencia subterránea de lo represor, de lo genocida. Cada vez que vuelvo a la Argentina siento que vengo a una casa de amigos, de hecho muchas veces paro literalmente en casa de amigos y me encuentro con mucha gente porque prácticamente somos de la misma patria, uruguayos, argentinos, más allá del conflicto de las pasteras de celulosa, un problema que no debemos permitir que nos separe. Porque cuando la represión golpeó a los argentinos, los uruguayos hemos estado abrazados frente a cosas terribles.

–¿Cree que se ha avanzado al mismo nivel en lo que hace a derechos humanos de blancos y derechos humanos de las comunidades indígenas en nuestro país?
–No, naturalmente creo que siempre ha habido una diferencia que proviene de una fijación que viene desde hace mucho en la historia argentina. Sabida es, como tantas veces lo denunció nuestro compañero Osvaldo Bayer, la cantidad de estatuas, avenidas y calles que llevan el nombre del General Roca. Habría que cambiarlos por denominaciones indígenas. Un pasado histórico que fue asesinado, porque hombres como Roca participaron en la Campaña del Desierto y su nombre oculta un genocidio. Tanto las fuerzas políticas en Argentina como en Uruguay tenemos que tomar conciencia juntas para superar estos prejuicios. Alguna vez canté por 1965 "Dale tu mano al indio", después, con el tiempo, comprobé que fue el indio el que nos dio la mano históricamente y aún, a pesar de todo, nos sigue dando la mano, con su cultura, su resistencia. Hay sectores que están tomando una conciencia nítida en torno a las violaciones a los derechos humanos, pero es un proceso lento. Fue demasiado lo que desapareció y aniquiló la dictadura, todo eso hay que recuperarlo, salvar lo que quedó y rescatar las nuevas ideas. Y la forma de no permitir que ocurra otro aniquilamiento es juzgar a fondo todo lo que ocurrió y formar conciencia a través de los medios.

Perfil
Daniel Viglietti nació en Montevideo el 24 de julio de 1939. Hijo de músicos (su madre fue la pianista Lyda Indart y su padre el guitarrista Cédar Viglietti). Su obra se caracteriza por el fuerte contenido social con letras asociadas a las luchas populares en Uruguay y en Latinoamérica, por lo que fue preso político de la dictadura de su país. La campaña por su liberación desde el exterior fue encabezada por nombres como Jean Paul Sartre, François Mitterrand, Julio Cortázar y Oscar Niemeyer. En 1973 comienza su exilio en la Argentina, que después continuará en Francia, donde vivió 11 años y país desde el cual recorrió el mundo en giras musicales. Su exilio terminó en 1984, cuando Montevideo lo recibió en un recital multitudinario.