lunes, 3 de marzo de 2008

¿Delito de lesa humanidad igual a un simple robo? Usted debe una explicación, señora presidenta

Por Víctor Ego Ducrot
La jefa de Estado argentina tuvo un exabrupto fascista. ¿Se equivocó? ¿Un acto fallido? Explíquese por favor. ¿Es lo mismo Videla que cualquier ladrón hijo de la pobreza?
Comprendemos que los políticos profesionales, de tanto hablar y hablar, a veces se enreden entre sus propias palabras. Pero lo que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner dijo el sábado pasado, ante la Asamblea Legislativa, se pasó de la raya.
“No podemos tener leyes para delincuentes de lesa humanidad y leyes para delincuentes comunes. Las leyes para los delincuentes son para todos los delincuentes, para los de lesa humanidad y para los comunes también”, sentenció la presidenta al inaugurar el período de sesiones del Congreso Nacional.
Los argentinos tienen entendido que usted, señora presidenta, es abogada. De sus dichos se desprende que tiene lagunas imperdonables en el conocimiento del Derecho.
Sí debe haber diferenciación jerárquica entre los tipos penales que punen a los llamados delitos comunes – con mucha frecuencia fenómenos sociales que son consecuencia de la pobreza y la marginación- y los que castigan a los torturadores y otros ejecutores de prácticas terroristas de Estado. Al menos eso es lo que se desprende de años de riquísimas polémicas iusfilosóficas.
O se retracta, señora presidenta, o debe encontrar un tiempo, entre tantas tareas de Estado, para volver a las aulas y aprender Derecho.
Supongamos que con el tiempo se olvidó de sistematizar sus pensamientos como jurista, al fin de cuentas hace mucho tiempo que sólo se dedica a las tareas políticas.
Si reparamos ese campo de la especulación y la práctica, también debe usted una explicación señora presidenta. ¿Como política, entiende usted que es lo mismo provocar la desaparición forzada y sistemática de miles de argentinos que ser un delincuente, por más peligroso que resulte, que anda robando e incluso cometiendo delitos de sangre?
Ese razonamiento, señora presidenta, merece un solo calificativo: fascista, en su versión siglo XXI, dónde las clases ricas de nuestras sociedades instrumentan la capacidad de violencia legal del Estado para convertir a los pobres en delincuentes.
¿Nunca oyó hablar de criminalización de la pobreza y de “gatillo fácil, señora presidenta? ¿Será que en materia de derechos humanos no sólo importa - ¡y cómo!- la memoria sino también el presente? ¿Será que, por actos fallidos ideológicos como los suyos, el Estado hace mucho que no habla del desparecido en democracia, Julio López?
Es sabida – y muchas veces oída- esa explicación que dice, “bueno, en realidad quise decir…”. Podemos comprenderla y aceptarla, aunque de sus dirigentes las sociedades esperan oír lo que dicen y no lo que “quisieron” decir y callaron.
A propósito, y aceptando que usted quiso decir algo distinto de lo que dijo, ¿en qué consistirá entonces lo que nunca quiere decir, o no puede o no se anima a decir?
Más allá de todos estos interrogantes, usted, señora presidenta, le debe a su país un explicación y por favor – sabemos que para los políticos profesionales es muy difícil hacerlo- cuando lo haga, diga en serio lo quiera decir. Eso sí, después no pretenda encubrir la realidad con discursos ampulosos (otra especialidad de los políticos profesionales).
Fuente: APM