lunes, 24 de marzo de 2008

De regreso al horror

Max Seitz
Max Seitz
BBC Mundo, Argentina

Cada vez que se cumple un nuevo aniversario del golpe militar del 24 de marzo de 1976 en Argentina, los recuerdos de la represión ilegal se hacen presentes.

Escuela Mecánica de la Armada, Buenos Aires
Enrique Fukman accedió a regresar a la Escuela de Mecánica de la Armada para contarle a BBC Mundo lo que vivó en aquel lugar donde unos 5.000 argentinos fueron torturados y muchos asesinados.
No sólo los reviven los familiares de las 30.000 personas que -según grupos de derechos humanos- desaparecieron durante el régimen que duró hasta 1983, sino también aquellos que lograron sobrevivir al secuestro y la tortura.
Uno de ellos es Enrique "Cachito" Fukman, de 51 años, quien estuvo detenido durante más de un año en la sede de Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) en Buenos Aires, el más notorio centro clandestino de detención durante los años de plomo.

Vea el testimonio de Fukman

Enrique Fukman
Mi obligación es contar lo que viví, sí, pero no para asustar sino para que las nuevas generaciones tomen conciencia de lo que ocurrió en Argentina durante el gobierno militar
Enrique Fukman

Fukman accedió a regresar a la ESMA, hoy un museo de la memoria, para contarle a BBC Mundo lo que vivó en aquel lugar donde unos 5.000 argentinos estuvieron cautivos, fueron torturados y muchos de ellos asesinados.

Secuestro
Enrique Fukman cuenta que militaba en el grupo peronista de izquierda Montoneros cuando fue secuestrado por un grupo de tareas de la Armada en 1978, poco antes de cumplir 22 años.
"Se me acercó un Ford Falcon en pleno centro de Buenos Aires y se bajaron tres personas. Se me echaron encima, me esposaron y me colocaron una capucha, que sería mi compañera por muchos meses", recuerda.
"Cuando nos acercamos a la ESMA, escucho que uno de ellos repetía 'Selenio, Selenio' por la radio. Luego me enteré de que ésa era la contraseña para avisar a los guardias que entraba un secuestrado".
De aquella época sólo quedan las torres de vigilancia. Los edificios están vacíos, aunque numerosos carteles recuerdan qué había y qué pasaba en cada rincón. En la entrada, siluetas humanas de chapa sujetadas a las rejas evocan a los desaparecidos.

Escuela Mecánica de la Armada, Buenos Aires
Para ir al baño los detenidos tenían que pedir permiso al guardia de turno.

Dentro de la ESMA, lo peor ocurría en lo que antes del gobierno militar funcionaba como casino de oficiales. Donde previamente se jugaba al póquer, más tarde se barajó el destino de inocentes.

"Avenida de la felicidad"
"Entré a un galpón subterráneo que los militares llamaban irónicamente la 'avenida de la felicidad' y que conducía directamente a la tortura", dice Fukman, afligido, mientras nos lleva al lugar.
"Me colocaron grilletes y enseguida me empezaron a aplicar corriente eléctrica con una picana, preguntándome en todo momento por compañeros míos. Eso era lo que querían, que les diera información para que pudiesen ir a buscarlos".
Fukman aclara que ése no era el único método de tortura. También existía el llamado "submarino", que consistía en sumergir la cabeza del detenido en un cubo de agua hasta casi ahogarlo. Luego se lo dejaba tomar una bocanada de aire y se repetía el procedimiento.

Escuela Mecánica de la Armada, Buenos Aires
La ESMA es hoy un museo de la memoria, donde se recuerda a miles de víctimas de la represión.

"El submarino también podía ser 'seco'. En lugar de usar agua, nos cubrían la cabeza con una bolsa de nylon que apretaban bien a la altura del cuello y la mantenían así hasta casi sofocarnos", añade, perturbado.
Fukman recuerda que en la "avenida de la felicidad" había muchísimas personas amontonadas, encapuchadas e inmovilizadas como él. "A veces los marinos entraban con motos y corrían carreras. No les importaba si herían o mataban alguien".

Quietos y mudos
Fukman nos conduce luego a un salón situado en el último piso del casino, llamado "Capucha", donde pasó la segunda etapa de su detención. Se trata de un gran altillo con vigas de metal, muy oscuro, donde en tiempos igualmente oscuros se agolpaban pequeñas literas.
"Nos hacían acostar con las piernas hacia la pared. En esa posición teníamos que estar todo el día. No podíamos movernos, ni hablar. Para comer nos daban un pedazo de pan, un poco de carne semicruda, una naranja y un vaso de agua".

Escuela Mecánica de la Armada, Buenos Aires
Los militares llamaban este sitio la 'avenida de la felicidad' y conducía directamente a la tortura.

"Para ir al baño teníamos que pedir permiso al guardia de turno. Había una detenida uruguaya que era violada cada vez que lo solicitaba", se lamenta.
Fukman afirma que luego fue llevado, junto con otros detenidos, a un desván parecido al salón anterior, aunque mucho más luminoso. Los marinos lo denominaban "Capuchita".
"Todos los días nos golpeaban uno por uno, diez, quince, treinta minutos, según el humor que tenían. Cuando terminaban con el compañero de al lado, yo sentía alivio por él, pero me aterrorizaba el hecho de que enseguida me tocaba a mí".

Esclavitud
En la última etapa de su secuestro, Fukman trabajó como "mano de obra esclava", al igual que muchos otros detenidos: "A mí me obligaban a archivar documentos. A otros los hacían falsificar documentos de identidad y pasaportes".

Escuela Mecánica de la Armada, Buenos Aires
En la entrada, siluetas humanas de chapa sujetadas a las rejas evocan a los desaparecido

En esa época pudo enterarse de otros horrores que ocurrían en la ESMA. Por ejemplo, que allí había habitaciones donde se encerraba a las mujeres embarazadas. Los bebés nacidos en cautiverio les eran quitados a las madres para ser entregados a militares.
Los oficiales ocupaban habitaciones en el mismo edificio donde estaban "Capucha", "Capuchita" y la maternidad clandestina. Dormían muy cerca de todo ello.

Sorpresiva liberación
Después de 15 meses en cautiverio, Fukman fue sorpresivamente liberado y llevado a la puerta de su casa, donde se reencontró con su madre y con su vida entera.
"De un día para otro me dijeron 'te vas, ya estás recuperado', sin que supiera lo que eso significaba. Me pidieron que los llamara por teléfono con frecuencia y que no volviera a militar en política. Por supuesto, no hice ninguna de las dos cosas".
Hasta hoy Fukman no entiende por qué tuvo la suerte de recuperar su libertad, mientras que otros detenidos eran arrojados al Río de La Plata luego de ser sedados, en los llamados "vuelos de la muerte".
Cree que la intención de los represores fue que difundiera los abusos que ocurrían clandestinamente para que la sociedad se mantuviera asustada e inmovilizada.
"Mi obligación es contar lo que viví, sí, pero no para asustar sino para que las nuevas generaciones tomen conciencia de lo que ocurrió en Argentina durante el gobierno militar", sostiene.
"Contar es el compromiso que he asumido para ayudar a construir un país mejor y evitar que la historia se repita".