Un paseo por La Habana, donde Castro sigue omnipresente pese al misterio sobre su paraderoLos enemigos de Castro esperaban ver a las masas lanzarse a la calle para pedir reformas democráticas tras la retirada de Fidel, pero los cubanos permanecieron tranquilos ante el anuncio y siguieron sus vidas como si nada. En la imagen, varias mujeres en un colegio de La Habana el pasado jueves. Foto: Reuters
Por Bernardo Gutiérrez - La Habana
Manual de instrucciones: Usaremos, en principio, tres palabras y un tono de voz ligero: ¿Dónde está Fidel? Ellos, los cubanos de la calle, responderán. La crónica se escribirá (casi) sola.
- ¿Dónde está Fidel?
Risas. Desconfianza.
- Compañero, Fidel está allá en el cielo. Santificado sea su nombre.
Rómulo Cárdenas, un ex marinero mercante, habla sonríendo desde un extremo del Malecón. Y señala un cartel inmenso que se erige en la calle con tres caras y una frase: Bush+Aznar=Hitler. "Eso es Fidel. Coraje. Lucidez", sentencia Rómulo mirando el mar. Guillermo Cabrera Infante, en su mítico Tres tristes tigres, escribió que en La Habana la distancia más corta entre dos puntos es la curva del Malecón. Y por eso, la curva/recta es un hervidero que resume Cuba. Familias. Músicos. Mutilados de guerra. Arquitectos. Médicos. Si toda la gloria humana cabe en un grano de maíz (como dijo José Martí y repite constantemente Fidel), los 50 años de revolución cubana se encierran en las respuestas maleconeras a tres simples palabras.
"¿Qué dónde está Fidel? Mira al otro lado. La tribuna anti-imperialista, el palco del pueblo, de la lucha. Sólo él planta cara a los yanquis", asegura Mauri Segura, un joven vivaracho.
El Tribunal Anti-imperialista, construido en el año 2000 como epicentro de las protestas para la polémica repatriación del pequeño Elián González, está lleno de focos. En el centro, una especie de búnker elevado. Y 138 banderas, "una por cada año de lucha contra el imperio". Dos lemas presiden el tribunal: "Venceremos" y "Patria o muerte".
Justo enfrente está la Oficina de Intereses de Estados Unidos, un extraño edificio de paredes traslúcidas. Desde esta construcción, Estados Unidos, que no tiene embajada, alienta a disidentes e intenta desestabilizar Cuba. Desde uno de los pisos, unas letras móviles forman palabras: Kosovo, internacional, protestors... "No sé donde está Fidel. Pero gracias a él tenemos esta tribuna. Esas letras son una provocación. ¡Ojalá viva mil años!", asegura Carlos Enrique Mejías, un joven de 18 años que realiza el servicio militar como vigilante en la tribuna.
Ni rastro
Después de julio de 2006, tras su intervención quirúrgica, nadie ha vuelto a ver a Fidel. Ni rastro. Pero, en realidad, el secreto rodeó al jefe de los barbudos desde que llegó al poder, el 1 de enero de 1959. Las malas lenguas atribuyen Fidel Castro 59 residencias. Siempre apareció apenas en la televisión. En actos públicos. Por sorpresa. El periodista cubano Luis Báez cuenta en El mérito es estar vivo que Castro jamás ha dormido dos noches en el mismo lugar. Aunque su casa oficial está en el distrito de Jaimanitas (posiblemente en la calle 232), nunca nadie supo dónde estaba.
¿Dónde se refugia Fidel unos días antes del día D , hoy, cuando la Asamblea elegirá a su sucesor? "Allá donde esté, está bien. Ha sobrevivido a 640 intentos de asesinatos. Cómo él no hay otro", asegura Luis Enrique, guardia de seguridad del lujosísimo Nacional. Este hotel, clavado en la curva más mítica del Malecón, es una metáfora de la historia de Cuba. Desde su interior, en los años cuarenta, los mafiosos Meyer Lansky, Lucky Luciano o Al Capone dirigían sus turbios negocios en la isla. "No sé dónde está Fidel, pero el Nacional refleja su espíritu, la pureza. Antes de la revolución, Cuba era un prostíbulo. Ahora somos un pueblo con dignidad", asegura Rivas, historiadora del Hotel Nacional.
La tarde avanza. El Malecón bulle. Carlos Enrique Mejías, un arquitecto de 53 años al que le falta una pierna, bebe ron peleón con su sobrino, Jefferson Noriega, un cocinero de 28 años. "Fidel es todo. Cada 100 años nace una persona como él", afirma Carlos Enrique. Jefferson es más expresivo: "Yo soy fidelista, más que comunista, como todo Cuba. Es dios. Está en todas partes a la vez". Jefferson se santigua. Y los dos pasan a alabar los logros de Castro. Educación, alimentación, medicina. Y orgullo. "Nos dio coraje, es un ejemplo. Fidel es un santo", añade Carlos Enrique.
¿Dónde está Fidel? En ninguna parte. En todas. Con invisibilidad omnipresente, se manifiesta en miles de frases estampada en paredes o carteles. Al extremo del Malecón, Fidel está vivo (invisible) en una frase descomunal: "Cuanto más me bloqueas más me crece". Y más frases estampadas. Cientos: "Si salgo llego, si llego entro, si entro triunfo", "¡Cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla!"... Jorge Iznaga, un joven mulato que se define como IRP -Ingeniero en Resolver Problemas-, medita sobre el paradero de Fidel: "Le queremos igual sin verle, aunque le echamos de menos. Es como un padre".
"Fidel está en la luna"
Tres jóvenes sonrientes hacen señas desde la acera opuesta.
-¿Que dónde está Fidel?... ¿no serás policía?, dice un mulato de unos 30 años.
-¡Está en la luna! ¡Vive en otro planeta!, dice otro.
Risas. Carcajadas. Silencio. Y después, confesiones a mansalva de tres treintañeros desencantados: "La juventud no tiene salida. Ni incentivo. Gano 350 pesos (13 euros). No puedo comprar nada. Los estudios no me sirvieron. Ya es hora de que los políticos vuelvan a la Tierra".
Desde que Fidel delegó el poder en su hermano Raúl el 31 de julio de 2006, la invisibilidad del Gran Hermano aumentó. Dejó de dar discursos. Sólo se sabe que se recupera en un hospital. Tal vez en el Centro de Investigaciones Medico Quirúrgicas; en su casa de Jamainitas; o en el Objeto 20, una oculta área reservada donde el comandante en su laberinto recibe a algunos mandatarios.
Desde el centro del Malecón, con La Habana atardeciendo con descaro, un ex policía que no quiere dar sus apellidos y se presenta como "simplemente Arturo", asegura que Fidel Castro vive en su despacho, dentro del edificio del Consejo de Estado. "Allá tiene un departamento privado, donde dormía muchas noches", afirma. ¿Pero dónde? El despacho de Fidel en el Consejo de Estado es un laberinto en sí mismo. Más de 1.000 metros cuadrados, centenares de puertas falsas, pasadizos secretos. Muchas puertas se cierran con llave. Pero dan directamente a una pared. La arquitectura, además, cambia constantemente.
"Da igual donde esté. Ha sido el gran maestro". Rosario, una mujer de 60 años que vende maní (cacahuetes) en el Malecón, habla con cariño de Fidel. Pero, sin pelos en la lengua. Camina y habla criticando todo. "Alrededor de él hay mucho corrupto, políticos negligentes. La situación está muy mal", matiza Rosario. Esta mujer que nació en Holguín, en el paupérrimo Oriente, vende cucuruchos de maní a 0,04 euros. Cada 500 metros, con suerte, vende uno. Al final del día, "con suerte", come algo. "Acabo molida. Mi familia siempre fue pobre. Nueve hermanos, nunca pudimos estudiar. El que venga, tiene que cambiar esto", asegura Rosario con penurias.
Ya es noche cerrada. Casi al final del Malecón, espera, asomado al Atlántico, un paciente pescador. Para completar su escurridiza pensión. Jubilado, 5 hijos, 16 nietos. Se anticipa a las tres palabras mágicas que conforman la repetida pregunta y espeta: "¿Leíste El Viejo y el mar, de Hemingway? Ese es soy yo. Pesco, espero, al final, sólo pesco las raspas del pez", matiza.
En la biografía de Fidel escrita por el exiliado Norberto Fuentes -primero castrista exacerbado, después acérrimo enemigo de Fidel-, el autor describió la vida paralela de Fidel Castro. Vericuetos, atajos, rodeos. La Vía Expedita, por ejemplo, como se conoce a una unidad de seguridad personal de Castro cuya misión es despejar el camino que la caravana presidencial va a recorrer. Una comitiva presidida por tres Mercedes 560 exactamente iguales. Nunca se sabe en cuál viaja Fidel. A veces, para despistar a los espías, salían dos caravanas paralelamente. Y en avión, se repetía el juego de los espejos. Tres aviones presidenciales despegando simultáneamente... Y tres rutas VIP contratadas para salir de la isla. Imposible saber cuál de ellas era usada por Fidel.
El Malecón se desvanece a ritmo de hip hop. Dos adolescentes, Toño y Donato, Los Sicarios, improvisan un rap reaggetón. Toño baila break. Donato, con una camiseta del Che y rastas under, rapea/discursea: "Yo veo en el mundo a niños muertos de hambre, jaaa, yo, mi hermano, me quedo con el socialismo, jaa". ¿Y Fidel? "Está aquí, compañero. Somos fidelistas", dice Toño mientras apoya su puño en su corazón.
"La gente obedece sin cuestionar"
Con la noche espesándose, invaden la mente otras conversaciones recientes sobre Fidel: "Reconozco sus méritos, pero la gente obedece sin cuestionarse por qué (Arjan, músico), "los cambios los está dirigiendo él (Meple, un psicólogo ambiental), "Fidel se ha adelantado a los acontecimientos" (Miriam Fernández, del Comité de los Cinco que lucha por la liberación de los cinco cubanos presos en Estados Unidos).
La noche me vence. Ni rastro de Fidel. Su presencia, claro, habita en cada paso y en cada frase. Ya cerca del faro, la oscuridad se traga al Malecón. Rafael, un pescador meditabundo, me mira. Mi tres palabras, desgastadas, no salen. Hablamos de Fidel. Del futuro.
- ¿Leyó El Viejo y el mar, amigo?, le pregunto.
- Claro. Un ejemplo de tesón. La diferencia es que los cubanos salimos a pescar. Y después de 50 años, regresamos con un buen bocado, nada de raspas liberales.
Intento imaginar a Fidel, el dios oculto/presente, el columnista en jefe, en algún lugar. Leyendo, pensando, escribiendo. Intentando encontrar la salida del laberinto; y, sobre todo, tratando de evitar las puertas falsas que empujarían a Cuba de bruces contra el muro del capitalismo salvaje .
Fuente: Diario Público