lunes, 29 de octubre de 2007

La incógnita sobre su gestión: La "Señora K", ¿muñeca brava o conciliadora?















El estilo confrontacional le fue útil como opositora y consejera presidencial. Pero ahora deberá probarse como administradora y lidiar con la sombra de su marido.
Ignacio Arana Araya
Enviado especial, El Mercurio - Chile
Buenos Aires.– En Argentina se repiten varios calificativos para describir a la candidata presidencial triunfadora, Cristina Fernández de Kirchner. Inteligente, culta, gran oradora, avasalladora, camorrera, soberbia, inflexible y locuaz. Política a tiempo completo, vanidosa, frívola, fría, con debilidad por el bótox, el culto al cuerpo y la ropa elegante. Pero aún falta por desvelar la gran incógnita: ¿Cuál será su estilo para gobernar?
Su vida y obra pueden arrojar luces. La senadora Fernández (54 años) es oriunda de una familia de clase media de La Plata, hija de un ex chofer de buses. Ingresó al peronismo desde sus tiempos colegiales y desde entonces no paró de actuar en política, donde se ganó el apodo de muñeca brava, en alusión a una popular teleserie. Al concluir sus estudios en la U. Nacional de La Plata, en 1975 se casó con su compañero de Derecho y actual Presidente, Néstor Kirchner, tras seis meses de pololeo.
Para cercanos, ya en esa época los aguardaba una vida política activa. "No ha sido un camino sorprendente el que ha seguido la pareja", dice a este diario el abogado Carlos "Cacho" Caballero, compañero de Derecho de los Kirchner y vecino durante el primer año del matrimonio en Citibel, una localidad cercana a La Plata.
"Me parecen una pareja bien avenida, plenamente compenetrados. Además, los dos han hecho de la política su estilo de vida", agrega.
Caballero desmiente que Fernández tenga un temperamento particularmente difícil. "Lo más destacable es su inteligencia, aunque llama más la atención que habla mucho y muy rápido", recuerda. Pero algunos políticos la desprecian, como el diputado y ex vicegobernador de Kirchner cuando el Mandatario era gobernador en Santa Cruz, Eduardo Arnold, quien la describe como "inhumana" y "sin amigos".
Fernández comenzó a figurar con luces propias como diputada provincial y luego como senadora nacional (1995), siendo mucho más conocida en el país que su marido, incluso cuando en 2003 él ganó la Presidencia. Su especialidad siempre han sido los temas institucionales y legales; su debilidad, la economía.
"Ella no ha tenido experiencia en el Ejecutivo, pero tuvo una trayectoria destacada a nivel legislativo. Nunca pasó desapercibida. En 1994 participó en la reforma a la Constitución y como senadora nacional confrontaba bastante a sus compañeros del bloque oficialista (en el gobierno de Menem). Al punto que en 1997 la echaron del bloque, algo inédito", dice a "El Mercurio" José Ángel di Mauro, autor de la biografía "Cristina K. La dama rebelde".
Cuando Kirchner llegó al poder, Fernández dejó sus frecuentes apariciones mediáticas para dejar que brillara su marido. Hasta entonces, buscaba la prensa -con éxito- para obtener la influencia que sus correligionarios trataban de negarle.
"Era muy accesible: te daba opiniones en el acto y se podía visitar. Todos la consultaban", recuerda el periodista del diario "La Nación", Mariano Obarrio. "Pero cuando Kirchner asumió, prácticamente se escondió". Y no apareció más: como candidata sólo dio un puñado de entrevistas a medios complacientes esta semana.
Como Primera Dama, Fernández ha estado presente en las deliberaciones de su marido y ambos han trabajado en equipo, aunque nadie duda de que él ha sido quien ha tomado las decisiones.
"Él es muy confrontacional, pero negocia. Eso dicen los empresarios por lo bajo. Cristina, en cambio, no tiene antecedentes de ser una buena negociadora", dice Di Mauro. "Ella no ha tenido oportunidad de mostrar cintura política. Ella embestía y después venía el esposo, quien negociaba y sacaba los réditos", agrega.
De todas maneras, el periodista dice que a Fernández no le tiembla la mano para decidir. "Se muestra muy estudiosa y jamás se la vio indecisa. El ámbito donde mejor se mueve es en la discusión, si bien no acepta disensos porque su palabra es la única válida", comenta.
El biógrafo dice que Fernández escucha las opiniones de quien valora. Pero cuando alguien se le atraviesa, le hace una cruz y no la quita más. "Tiene odios muy profundos, mientras el esposo es más pragmático".
Y aunque en la campaña Fernández hizo tibios llamados a crear una gran concertación, pocos analistas creen que tras una vida de enfrentamientos políticos Fernández se acerque a sus opositores estando en la cúspide del poder.

Estilo de gobierno
Una de las cosas que se debaten es cuánto cambiará la conducción de Argentina bajo Fernández.
Se prevé que no cambie a muchos integrantes del equipo de gobierno y que al igual que Kirchner durante todo su mandato, no convoque a reuniones de gabinete. El estilo de la pareja es actuar con un círculo muy reducido, porque se dice que sólo confían entre ambos.
También se espera que Kirchner siga teniendo una alta injerencia, especialmente en economía, área que domina a diferencia de Fernández. Y si bien las voces que auguran que él seguirá mandando son minoritarias, las fricciones de poder entre ambos nadie las descarta.
Respecto al estilo de comunicación de Fernández, es difícil esperar muchos cambios. "La lógica de ellos es que cuando eres poder no necesitas hablar con la prensa, porque hablas cuando quieres y en los actos públicos, y en los actos nadie te puede preguntar", dice Obarrio.
En política exterior, en cambio, se espera al menos un giro cosmético. A Fernández le gusta viajar y codearse con destacadas personalidades mundiales, y la mayor estabilidad social que enfrentará en comparación a su antecesor le permitiría darle más tiempo a la agenda externa.
Kirchner, en contraste, se concentró en los asuntos domésticos, y la figuración internacional le aburre. "Ella tiene mayor amplitud de mundo", resume Di Mauro. El próximo cuatrienio dirá cuánto.

¿Amante de sí misma?
Fernández se enorgullece de la importancia que le da a su imagen: "Yo siempre me arreglé y pinté como una puerta", ha dicho. "Creo que nací pintada". Para sus críticos, es una soberbia que se adora. Fernández niega que se haya operado, pero se ha puesto bótox en el rostro. Sólo toma agua mineral Nestlé, hace mucho ejercicio en la residencia presidencial de Olivos (aunque abandonó el pilates), ya no fuma ni bebe, come mucho pescado y poca carne. Pese a las críticas por lo que gasta en ropa, tiene su diseñadora propia y no tiene reparos en cerrar una peluquería para que la atiendan.

Sin reuniones
Se prevé que Cristina Fernández, al igual que su marido, durante todo su mandato no convoque a reuniones de gabinete.