Editorial de Pepe Eliaschev en su programa de Radio Colonia ayer por la tarde:
Algo tiene que estar muy mal y muy podrido en la sociedad argentina para que el lenguaje de la violencia, de los puñetazos y del aniquilamiento físico del adversario ya no sea patrimonio de un solo sector ideológico —en verdad, nunca fue patrimonio de un solo sector ideológico— y se constituya también en el lenguaje de quienes se hacen buches permanentemente con el agua bendita de la llamada "corrección política".
El brutal episodio que se produjo en la tarde del jueves 13 de septiembre, en el interior, en el corazón de la Unión, llamada "de Trabajadores" de Prensa de Buenos Aires, además de ser un episodio infame para todos los que acreditamos una larga pertenencia a la profesión del periodismo, revela que la voracidad por el poder, los apetitos nunca satisfechos de una burocracia que carece de toda legitimación profesional —pero cuyo único lenguaje es el de la perpetración en el poder— han llegado —inclusive— a aquellos que, sistemáticamente adornados con la parafernalia de un supuesto "progresismo" son iguales —o, si se quiere, peores— que los otros burócratas, a los que se suele denominar "de derecha".
Un joven periodista, cuyo apellido ha trascendido a todos los medios, y con el que tengo una vinculación que sería absolutamente absurdo negar, porque es mi hijo, fue brutalmente golpeado dentro y fuera de la llamada Unión "de Trabajadores" de Prensa de Buenos Aires, una organización en donde un sujeto llamado Daniel Das Neves se viene perpetuando hace años junto a una camarilla, cuyo prestigio profesional es poco menos que inexistente.
Nada tengo contra las ideologías, cualesquiera ellas sean. En este caso, sucede que la denominada Unión "de Trabajadores" de Prensa de Buenos Aires es heredera de una tradición a la que no solamente no es fiel, sino la que vulnera impunemente. Porque en el Sindicato de Prensa al que me afilié en 1964, había hombres como Emilio Jáuregui, como Eduardo Jozami, e incluso comunistas, como Enrique Tortosa, queridos compañeros que ya han fallecido, como Milton Roberts, y una larga e interminable colección de hombres y mujeres que entendían la práctica del sindicalismo de prensa como una manera de ejercer la solidaridad de los compañeros, mejorando las condiciones de prestación de la profesión periodística.
Mucho agua, desde luego, ha transcurrido bajo los puentes, entre aquellos días de la década del 60, cuando el sindicato de prensa y luego la FATPREN (la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa) renovaron de manera drástica el escenario de un sindicalismo vetusto y burocratizado, pero lo hicieron recurriendo a las más legítimas armas de la independencia sindical, y sobre todo de la discusión abierta y franca de los conflictos.
A lo largo de muchos años, antes de la dictadura militar, en el gremio de prensa se producían discusiones frontales y muy importantes: comunistas vs. nueva izquierda, peronistas de base vs. peronistas montoneros, peronistas vs. trotskistas, socialistas, radicales.
Lo que ha pasado el jueves último en el local de la calle Alsina, ahora signado por la violencia patotera que iguala a la gentuza de Das Neves con los "batatas" —que ellos antes denunciaban— está revelando una profunda decadencia moral.
Un sindicato que va a elecciones sin listas rivales —como el que encabeza este sujeto Das Neves— está demostrando que las banderas formales de un supuesto progresismo, los buches permanentes con Hugo Chávez y con Fidel Castro, no necesariamente los hacen mejores, sino que más bien son apenas un torpe maquillaje para ocultar una manera vetusta, violenta e intemperante de retener el poder.
Esto ha sucedido y ha generado un amplio movimiento de solidaridad, además del hecho, que es revelador de una profunda, una inaudita cobardía.
Un hombre joven, solo, una persona delgada de apenas 29 años, concurre al local de un sindicato para pedir el apoyo solidario de los colegas y la patota de la UTPBA, tratando de emular de alguna manera las hazañas de Hugo Chávez en Venezuela, castiga al mejor estilo "batata" a una persona inerme.
Cobardes, indignos, absolutamente desprovistos de virilidad, Daniel Das Neves y toda esa gentuza refugiada en local de la calle Alsina.
Este es un dato que tiene que ser tenido en cuenta —porque acá no solamente habla la indignación de un padre que es legítima, no habla solo el dolor de un padre ante un hijo que también es legítimo, desde luego— sino que además habla la mirada de un periodista veterano que ha visto tiempos mejores, un periodista que ha tenido relación no solamente con los mencionados colegas, como Emilio Jáuregui, como el "Turco" Jozami, sino con tantos otros que hoy ya no están, porque dieron sus vidas —acertada o erróneamente— al servicio de una causa revolucionaria.
Pero no pegaban a periodistas, no "fajaban" rivales, no ejercían este asqueroso macartismo que practica esta gentuza que hoy prevalece en este sindicato indigno en que se ha convertido la autodenominada Unión "de Trabajadores" de Prensa de Buenos Aires, una Unión que no une nada y que, lejos de asociar trabajadores, se ha convertido en una plataforma al servicio de una camarilla perpetuada de manera eterna a fuerza de golpes, a fuerza de violencia.