jueves, 5 de abril de 2007

El periodismo bajo presión

Hay secciones que reúnen columnas que tocan el tema de pagar a los criminales; la cobertura de conflictos y desastres; el uso de fotografías, en especial las que están al borde de la aceptabilidad.
La Nación, Chile
Ian Mayes
En cualquier momento, un libro de estas columnas, extraídas de las alrededor de las 350 que he escrito en la última década, será publicado por Guardian Books y titulado “Periodismo bueno y malo”. Todos los temas éticos y otros que planteo en el libro son temas que se han propuesto al cuestionar algunas cosas en particular que “The Guardian” ha hecho, en su formato impreso o en línea.
El título también podría haber sido “Periodismo bueno o malo”, porque muy a menudo hemos intentado resolver el asunto: ¿estuvo bien o mal que “The Guardian” publicara lo que publicó, o que lo haya hecho tal como lo hizo? A veces nos vemos obligados a concluir que no sabemos, o al menos conceder que existen distintos puntos de vista, todos con algo de mérito. El título, por tanto, no tiene como objetivo ser dogmático, porque hay muy poco dogma en las columnas mismas. La intención ha sido transformar en algo normal o natural un debate público y vigente sobre la ética del periodismo entre los lectores de “The Guardian” y sus periodistas. Éste es un fenómeno inusual en cualquier parte del mundo periodístico. Aún más inusual es la libertad con la cual se ha desarrollado esta conversación -sin verse sometida a restricciones o prohibiciones editoriales- que a menudo ha girado en torno a temas que la mayoría de las organizaciones de noticias aún percibe como demasiado embarazosos para mencionarlos.
A propósito de este tono conversacional, “Tristram Shandy”, de Sterne, debe ser lectura obligatoria para los periodistas: “Escribir, cuando se maneja de forma adecuada, (tal como, sin duda, lo hago yo) es sólo una palabra diferente para decir conversación”. “Tristram Shandy”, a propósito, era “la novela favorita” de John Wilkes, con quien tenemos una deuda pendiente por las libertades de las cuales gozamos y aún debemos proteger (Arthur H. Cash: “John Wilkes, el escandaloso padre de la libertad civil”, Yale, 2006). Pero divago. Las columnas en el libro están organizadas temáticamente, con la idea de que sea lo más útil posible para los estudiantes de periodismo o aquellas personas de la industria de las comunicaciones que suelen definir su trabajo, tal como lo hago yo, como un esfuerzo por entender. Por ejemplo, hay secciones en el libro que reúnen columnas que tocan el siempre polémico tema de pagar a los criminales, lo que a veces he descrito como algo bueno; la cobertura de conflictos y desastres; el uso de fotografías, en especial aquéllas que a ojos de muchos parecen estar al borde o más allá de la aceptabilidad; la manipulación de imágenes y su integridad; el plagio y el deber de reconocer las fuentes.
Otras secciones incluyen columnas que debaten la necesidad de demostrar una sensibilidad razonable (definir qué constituye sensibilidad en primer lugar) hacia las emociones de terceros, sobre todo cuando se ha irrumpido en el dolor de otros. Me alegra que nuestras discusiones acerca de cómo se reportea el suicidio resultó en la inclusión, hace varios años, de una cláusula cautelar en el código de práctica de “The Guardian” y, es posible que haya aportado a la decisión de incluir una nota con un propósito similar en el código monitoreado por la comisión de reclamos a la prensa. También hay columnas que tratan con el lenguaje, incluidos los pronombres (un área en la cual no logro impresionar mucho).
Sorprendentemente es el sexto libro que nace como efecto de mis labores en el diario, los cuales, después de todo, no han resultado ser totalmente sisíficos. Dos de éstos han sido colecciones de columnas con algunas correcciones ligeras, y uno ha estado dedicado casi en exclusiva a las correcciones. Sólo dos se han dedicado en particular a las columnas, uno está impreso en ruso y otro en armenio. Fueron estos últimos dos, principalmente usados por estudiantes, que motivaron la publicación del libro más reciente. Los profesores de la escuela de periodismo donde he expuesto en años recientes han dicho que algo así sería útil. Muchos estudiantes que son parte de los cursos en Gran Bretaña provienen de países donde este tipo de conversación y escudriño simplemente no existe. Tal vez en el futuro, sí lo tendrá.

Ian Mayes, presidente de la Organización de Ombudsmen (Defensores del Pueblo) de noticias