jueves, 8 de marzo de 2007

En la viña del señor, todo puede ocurrir...

Tiene 51 años. Durante 16 fue sacerdote. Cómo vive el travesti más famoso de Trelew.
Mi primera relación sexual fue con un chico cuando tenía 14 años. De allí en más nunca oculté mi condición de marica. Agradezco profundamente a mi mamá con quien me crié, en el barrio Alberdi. Ella tenía muy poca educación. Era una simple lavandera, pero de una mentalidad muy amplia y un amor inmenso, por mí y por la vida. Eran los años 70, años muy duros, pero yo nunca lo oculté. En esa época los padres a sus hijos homosexuales los echaban de la casa. Pero ella me aceptó y me dijo: yo te acepto en cualquier condición. A pesar de los problemas que me trajo con algunas personas y resto de la familia, también me apoyé mucho en el grupo de teatro "El Grillo". Ellos me dieron un inmenso amor, me hicieron dar cuenta que existe un mundo distinto y más amplio. Que la vida no se terminaba en Trelew. Mi primer trabajo fue de lavacopas en el "Super bar", era el famoso Josesito, la mariquita única de Trelew, porque yo no tenía problemas en expresarme como era. Allí terminé siendo encargado general de los dos turnos, porque se trabajaba las 24 horas del día. Kuky Mc Karty era el socio del "Negro" Oscar López, el dueño del lugar. A la vez era integrante de los exploradores de Don Bosco, con el padre Maina. Los domingos viajaba a Rawson a ver las películas que en la parroquia exhibía el cura Alejandro Greco. Hasta conocí personalmente al padre Juan Muzio, era muy ancianito y lo llevábamos del dormitorio al comedor, en silla de ruedas. Fueron tres curas que tuvieron mucha influencia en mi vida espiritual. A la vez, en mi vida sexual me daba cuenta que las chicas que me buscaban se terminaban llevando una frustración y que los varones solamente querían usarme. Me preguntaba entonces qué sentido tenía mi vida. Muchas veces pensé en suicidarme a la vez que tenía que decidir mi vocación. Y comencé a buscar una profesión en donde la mujer no me buscara y los varones no me despreciaran. Por eso comencé a pensar en ser sacerdote, porque iba a cumplir una función social digna. Así encontré el camino. La única preocupación fue mi madre que se quedaba solita, ya anciana. Y ella me dijo: "No pienses en mí, porque si Dios pensó en vos él ya pensó en mí". Así viajé a Buenos Aires, cuando tenía 20 años. Me ordené de sacerdote en el año 1982, en el Obispado de San Miguel, donde estuve 14 años, también trabajando en parroquias de José C. Paz. Allí terminé el secundario y estudié filosofía y teología, junto a los jesuitas. Uno de mis rectores fue Jorge Bergoglio, que hoy es Cardenal Primado de los Jesuitas. Hasta que un pequeño grupo de curas jóvenes que adheríamos a los postulados de los sacerdotes tercemundistas, tuvimos problemas con los militares. Fue cuando el ex intendente de Buenos Aires, Jorge Caciatore, dejó en la calle a miles de personas al ensanchar la avenida 9 de Julio. Nosotros nos solidarizamos con esa gente, los atendíamos y me costó que me sacaran a Brasil en el baúl de un auto, por Paso de los Libres. Ya estaba amenazado de muerte y entonces me fui al sur del Brasil, donde nuestra congregación también tenía parroquias. Ya con la democracia, regresé a la diócesis de Morón donde completé mis estudios de "Cristología", con Monseñor Justo Laguna. Pero vi tanta mugre, mentiras e hipocresía en la Iglesia, trabajando en colegios y parroquias que preferí dejar los hábitos: prefiero ser un buen homosexual y no un mal sacerdote", concluyó.

"Pude haber sido un buen sacerdote"
La esencia del sacerdote, radica en este punto: debe ser un anunciador y además un denunciador. Es decir que debemos difundir el evangelio, difundir a Cristo, pero también tenemos que denunciar lo anticristiano sin callarnos la boca. Esta posición a la que adhiero, la fui profundizando con los sacerdotes que lideraron en los 70 a la teología de la liberación, los brasileños Leonardo Boff y Helder Cámara. Ellos dos fueron condenados al silencio por Juan Pablo II. En esa línea entendí el verdadero compromiso del sacerdote con el pueblo. "Vox Pópuli, Vox Dei", la voz del pueblo es la voz de Dios.
Mientras fui sacerdote, mi condición de homosexual quedaba sublimada al sentido más puro desde la psicología y desde lo espiritual. Elevaba mi espírtitu a Dios de tal manera que mis horas, mis días y mi tiempo, eran exclusivamente para Él. No era que estaba negada, sino que por mi estado espiritual, mi condición sexual pasaba a un segundo o tercer plano. Yo no sentía necesidades sexuales. Pero cuando comencé a tener una posición política muy clara a favor de los pobres, comencé a sentir presiones desde mis mismos compañeros, de la misma y de otras congregaciones, presiones de los mismos obispos. Yo comprendía las presiones desde el Gobierno, desde la propia dictadura, pero no podía entender que esas presiones vinieran de mi propia Iglesia. Entonces vi la hipocresía. Cuando entendí todo esto, se me vino abajo, se me descascaró la idea que tenía de Iglesia. En un 80%, la Iglesia Católica de esa época estuvo comprometida con la dictadura y la ultraderecha. El resto no teníamos voz ni voto. Con las otras iglesias latinoamericanas no pasaba lo mismo, como por ejemplo las iglesias de Chile o Brasil que estaban terriblemente comprometidas con su pueblo, enfrentando a los gobiernos militares. Todo esto que vivíamos en la Argentina, me revolvió espiritualmente. Mi vocación de cura se vino abajo y con ella, el voto de castidad. Comencé a tener nuevamente relaciones sexuales, en medio de un calvario interno muy intenso. Me di cuenta que podía mentirme a mi mismo, mentirle a la Iglesia, pero no podía mentirle a Dios. Así fue que opté por volver a mi vida civil. Si me quedaba entre las paredes de la Iglesia iba a traicionar a Cristo y con él a los pobres".

Luis Orellana, luisorellana@diariojornada.com.ar