domingo, 7 de julio de 2002

El irresistible ascenso de Daniel Hadad: Negocios turbios, socios ocultos

Esta semana su nombre llegó a las primeras planas por su desembarco del canal Azul TV. Con ello culmina un largo camino en los medios que, contra su prédica habitual, construyó de la mano del Estado y empresarios como Yabrán
Por: Miguel Bonasso
Mañana lunes, Daniel Hadad se hará cargo de Azul TV, concentrando en sus manos un poder mediático que supera con creces al que tuvo en su apogeo Bernardo Neustadt, al que admiró como modelo y con quien se inició como productor de TV. Para algunos observadores, detrás de Hadad está el ex presidente Carlos Saúl Menem y su anunciada intención de regresar a la Casa Rosada, como candidato del “orden” y el establishment. Hadad compró el viejo Canal 9 junto con dos socios: Benjamín Vijnovsky y Fernando Sokolowicz. La noticia sacudió a los medios periodísticos y políticos y causó malestar entre los que hacen este diario, porque el señor Sokolowicz es accionista mayoritario de Página/12. En cambio fue comentada con regocijo el jueves por la noche, por algunos de los asistentes a la fiesta del “Independance Day” en la embajada norteamericana. Una fuente oficiosa vinculada a una de las privatizadas en poder del capital español, aseguró a este cronista que Telefónica y Repsol “darán un claro apoyo publicitario” a los nuevos titulares de Azul. Telefónica tuvo que desprenderse del viejo Canal 9 porque es dueña de Telefé y la ley impide poseer dos canales de aire a la vez. La apelación a la ley es usual en Hadad y volvió a esgrimirla antes y después de la masacre de Avellaneda para denunciar supuestas conspiraciones sediciosas de los piqueteros. Pero hay quienes lo acusan a él de haberla violado varias veces para lograr atajos en su irresistible ascenso.
Si Pino Solanas hiciera una versión criolla de “El Ciudadano” lo mostraría en la secuencia inicial enfundado en un kimono de seda, descendiendo por la escalera de mármol negro Portoro, con adornos áureos, que une los dos pisos (42 y 43) de su dúplex de 800 metros cuadrados en la torre de Libertador 4444. Un lujoso colmenar donde también habitan Eduardo Eurnekian, un empresario que suele olvidarse de pagar el canon de los aeropuertos; el otrora influyente cuñado de Menem, Emir Yoma, algunos miembros de la acaudalada familia Werthein y otras celebridades de la fiesta menemista. Un colmenar ubicado en un terreno donde el metrocuadrado estaba a tres mil pesos anteriores a la devaluación, contra los 500 del promedio capitalino.
Pero esa escalera de mármol negro que Hadad hizo construir a un costo que alguna fuente estima cercano al millón de dólares, constituye el símbolo mayor de su irresistible ascenso: la heráldica del arribista.
La segunda secuencia del film de Solanas sería probablemente el flashback a una de esas calles de barrio que Borges se empeñaba en evocar, “entorpecidas de sombra”. La cámara se deslizaría en moroso travelling por el pasillo ajedrezado de una casa-chorizo hasta llegar a una puerta de hojalata, oxidada, señalada por el número 4. El modesto departamento donde el cineasta registraría la dura iniciación del Ciudadano, a complementar con una escena barrial muy significativa: un Gerardo Daniel Hadad de ocho años acompañando a su madre al almacén a pedir fiado para recibir, como un escupitajo, el “no se fía, señora” del almacenero.
Hábil, muy astuto, el pibe de labios fruncidos y mirada simiesca utilizaría el resentimiento como motor de arranque y así llegaría con un préstamo de honor a la Universidad Católica Argentina (UCA) para estudiar abogacía. Años después cursaría el posgrado en la universidad de Navarra y entonces, sostienen algunas fuentes, se vincularía al Opus Dei.
En reportajes realizados cuando ya era célebre, Hadad ha dado versiones contradictorias acerca de su pasado estudiantil. Por TV dijo hace poco que él era simplemente “liberal”, que nunca fue fascista. A la colega Susana Viau de Página/12 le aseguró que había sido un estudiante rebelde, contestatario. Se lo dijo en tono de reproche lacrimógeno, a raíz de una entrevista que Viau le había hecho a Marcelo Longobardi, donde el conductor –que siempre tuvo una relación ciclotímica con Hadad y en ese momento estaba peleado– insinuó que su antiguo socio tenía relaciones “con los servicios”. “¿Marcelo te dijo eso de mí?” preguntó hasta el hartazgo.
Si fue informante, si tuvo carnet o no, si cobró o cobra, es imposible de saber y probar porque no suele haber recibos en estos menesteres, pero no hay dudas acerca de sus intervenciones públicas para darle aire en sus programas a genocidas como el ex almirante Emilio Eduardo Massera y el ex general Carlos Guillermo Suárez Mason. Además, el viejo proverbio: “Dime con quién andas y te diré quién eres”, se cumple rigurosamente en el caso de Hadad que se hizo periodista en el programa “La trama y el revés” que coconducía con el oficial de inteligencia (In2) Guillermo Cherasny.
Igual que su amigo, el fallecido Rodolfo Galimberti, que pasó de montonero a empleado de la CIA, Daniel H. mantuvo excelentes relaciones con el represor Jorge Radice (actualmente preso por ladrón de caballos de carrera) y otros hombres de la ESMA. Casualmente vinculados a la organización peronista Guardia de Hierro y a un sector de los carapintadas. Según la conocida biografía de Marcelo Larraquy y Roberto Caballero, Galimberti había formado una “mesa de análisis” con Hadad “y otros periodistas”, “para cambiar fichas y morfar”. Quedan rastros laborales de aquella relación: Claudia Peiró, que militó en el grupo de Galimberti en los setenta pasó de la revista Jotapé a integrar la nómina de Radio 10 y la revista “La Primera”. El nexo Guardia de Hierrocarapintadas-Galimberti-Massera-menemismo-CIA es un ducto aún no suficientemente explorado por el que circularon operaciones y negocios sucios. Que tal vez podrían ser aclarados ahora que Miguel Angel Toma, otro amigo del finado Galimberti, reemplaza a Carlos Soria.
El periodista Martín Sivak, en una documentada nota para el semanario Veintitrés, recordó la amistad de Daniel H. con Aldo Rico y una frase lapidaria que el intendente de San Miguel soltó ante una cámara oculta del programa “Caiga quien caiga”: “Yo aprendí con un gran periodista de la televisión argentina cuyo primer nombre es Daniel y su apellido empiezacon H., que nunca hay que pagarle a ningún periodista porque siempre hay alguien que le paga más”.
Muchos se han preguntado cómo hizo el joven productor-alumno de Neustadt, el redactor cualunque de la revista Somos que en 1985 cobraba menos de 500 dólares mensuales, para convertirse apenas once años después en un zar de los medios.
La explicación es relativamente simple: usó ciertos contactos políticos para servirse prebendariamente de ese Estado que, como buen “liberal”, quiere ver reducido a su mínima expresión. Exactamente igual que Alvaro Alsogaray o su hija, la multiprocesada María Julia.
A lo que cabría añadir que tuvo un padrino de oro, ese Alfredo Enrique Nallib Yabrán que el duhaldismo suele resucitar cuando la coyuntura lo amerita.
Según Sivak, en la nota citada: “Amigos, conocidos y enemigos coinciden en que el punto de inflexión en su ascenso económico fueron las subvenciones de Yabrán. Marcelo Longobardi, quien en los últimos años tuvo una relación pendular con Hadad, confesó a varios colegas cuál era el monto de esa ayuda económica: 80 mil dólares por mes”. A este cronista, Longobardi le dijo que el subsidio alcanzaba los cien mil dólares mensuales y que el Cartero intentó coptarlo con un guarismo idéntico a lo cual –asegura– se negó. Es probable que el periodista, que ahora se reconcilió con Daniel H. y conduce en América el programa “Antes de Hora” para la productora de Hadad, niegue esa confidencia. Recordaré que me lo dijo en 1999, antes de entrevistarme en su programa de televisión, con motivo del lanzamiento de mi libro Don Alfredo. Longobardi no me pidió reserva y lo soltó alegremente delante de mi esposa que me acompañaba.
Unos meses antes, Patricia Bullrich, a quien Daniel H. levanta ahora como una de las alternativas serias para retornar a la pureza “liberal”, me había suministrado abundante “data” acerca de la relación entre Hadad y el Cartero. En 1998 la inquieta Bullrich estaba aún cerca de Domingo Cavallo y afirmaba –con fichas en la mano– que Hadad y Neustadt llevaban a cabo verdaderas campañas contra la lentitud del correo estatal, en curiosa coincidencia con los ex represores de “Bridees” (“Brigadas de la ESMA”, la agencia de seguridad e inteligencia de Yabrán) que secuestraban y demoraban las sacas del correo público para que las cartas llegaran tarde a destino.
El vínculo con Yabrán está más que probado. Y dejó también vestigios laborales: una de sus más estrechas colaboradoras fue Lorena Colella, que se mató en Pinamar, en un accidente automovilístico en 1994. Lorena era hermana de Héctor Colella, el misterioso HC a quien el Cartero designó heredero de sus negocios horas antes de suicidarse en Entre Ríos.
Pero no fue el único benefactor. Luis Majul denunció en su libro Los dueños de la Argentina II, que el empresario Benito Roggio le pasaba tres mil dólares mensuales a Hadad y Longobardi, sin ningún aviso publicitario como contrapartida. Más tarde Longobardi admitió que se le habían facturado tres meses a Roggio en las condiciones reveladas por Majul.
Pero el salto cualitativo fue la apropiación de la poderosa onda de radio Municipal, hoy convertida en Radio 10. Una sociedad conducida por Hadad “ganó” la polémica licitación en 1995. El grupo estaba constituido además por la esposa de DH, Viviana Zocco; el ex juez Oscar Salvi (actual abogado defensor de Carlos Menem) y Marcelo Tinelli, pero este último se abrió, para no ser salpicado por las escandalosas suspicacias que despertó la concesión. En agosto de 1996, cuando resultó electo jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Fernando de la Rúa calificó la adjudicación al grupo Hadad como “despojo y robo del patrimonio cultural de la ciudad”. Y se comprometió a recuperar la radio metropolitana. No cumplió su promesa. En diciembre de 1996, en su programa “El primero de la semana”, Daniel H. anunció que se proponía difundir una cámara oculta mostrando ñoquis en laflamante administración de Fernando de la Rúa. Pero no lo hizo. Nunca lo pasó. Unos meses más tarde, en marzo de 1997, De la Rúa aceptó que le entregaran la 710 a Daniel H. El abogado Juan Carlos Iglesias lo denunció entonces por extorsión, pero la Justicia sobreseyó al acusado.
Del episodio quedó un pequeño rescoldo oculto. En un extenso documento de inteligencia acerca de “los tres círculos” que rodeaban a Yabrán, que algunas fuentes atribuyen al servicio de informaciones de Gendarmería, figuran referencias a una llamada “Operación Chupete”, una presunta extorsión donde figurarían entre otros “Hadad” y “Donda”. Es decir el jefe de inteligencia de Yabrán y antiguo represor de la ESMA, Adolfo Donda Tigel.
Hace pocos días, una fuente reservada refirió a este cronista la pintoresca historia de la FM 98.3, La Mega, otro de los baluartes del Grupo Hadad, que nació como “News”. La prehistoria de la emisora se remontaría a fines de los ‘80, cuando Menem peleaba las internas y un grupo esforzado de proselitistas, entre los que se contaba Andrés “Barril” Estévez, le había montado una suerte de radio móvil para los reportajes de campaña. Cuando Menem ascendió a la presidencia, el mismo grupo estableció una sala de radio en la Rosada, a la que se le asignó una frecuencia de radio Nacional, la 98.3. La torre de trasmisión se erigió en la terraza del Banco Hipotecario. Y funcionó un tiempo, hasta que un buen día les dijeron: “Bajen la palanca”. Y 24 horas más tarde empezó a salir la News. Una operación quirúrgica que, según la fuente, se hizo “de un día para el otro, sin licitación ni nada”.
“Para la empresa informativa ganar dinero es un deber ético”, le declaró Hadad al diario La Prensa, el 20 de diciembre de 1992. Y cumplió ese apotegma a rajatabla. Primero se compró un dúplex en Villa Devoto, luego un departamento en Palermo valuado en 350 mil dólares y –antes de llegar a la escalera de mármol negro– se hizo de una de las casas más grandes del country Mailing, con cine de butacas de business class, gimnasio y estudio de radio entre otras curiosidades.
En 1995 sus propiedades sumaban casi dos millones de dólares y tanta opulencia atrajo a los sabuesos de la DGI, que comenzaron a estudiar su patrimonio. Indignado por el acoso fiscal, Daniel H. se dirigió al entonces ministro del Interior Carlos Vladimiro Corach y logró que los inspectores se alejaran. El tema se ventiló en el Congreso, durante la maratónica sesión en la que Domingo Cavallo habló de “las mafias enquistadas en el poder”. Como réplica, en ese mismo mes de agosto, Menem le otorgó a Daniel H. la frecuencia de Municipal.
Y cuatro años más tarde le dio otro premio. No muy apegado a esa ley que Hadad suele enarbolar sobre la cabeza de los piqueteros. En octubre de 1998 mediante uno de sus característicos decretos de necesidad y urgencia (el 1062) el Poder Ejecutivo dejó sin efecto el inciso f del artículo 46 de la ley de radiodifusión que prohíbe transferir acciones del titular de una licencia radial sin autorización del Comfer e impide expresamente venderlas antes de que se cumplan cinco años de emisiones con el mismo licenciatario a cargo. Hadad, que había sacado al aire la AM 710 en enero de 1998, le vendió el 75 por ciento de sus acciones a la empresa norteamericana Emmis ese mismo año, gracias a otro oportuno decreto de necesidad y urgencia. La venta –manifiestamente ilegal– le reportó la bonita suma de 15 millones de dólares. Como diría Hadad en “DH” para castigar “a la política”: “¿Le pagamos el sueldo a un presidente de la República para que haga estas cosas?”
El hombre que defiende el orden, la ley y la policía, ha tenido varios juicios en su contra. En 1998, los hermanos Carlos y Remo Fioroni, ex licenciatarios de radio Argentina lo denunciaron por “tentativa de extorsión”. Sivak consigna: “Según los denunciantes, Hadad los amenazó y les ofreció dinero para que abandonaran anticipadamente la frecuencia AM 1110”. Algo similar ocurre con su segundo Laje, a quien puso como director del diario Buenos Aires Económico (BAE) y dejó a cargo del programa “Después de hora”, para concentrarse en sus nuevas tareas en Azul televisión. El juez federal Abel Cornejo denunció a Laje por extorsión.
En el imperio de Daniel H. no se pone el sol. Retiene el 25 por ciento de radio 10 y de Mega 98.3. Y su conducción. Que es astuta, es preciso admitirlo. Ambas radios lideran el rating en sus respectivas franjas. El contenido de los mensajes ya es otra cosa. La agrupación Hijos lo denunció judicialmente por vincularlos maliciosamente con un atentado contra cajeros automáticos. La Comunidad Homosexual Argentina destacó su homofobia. Asociaciones de inmigrantes lo denunciaron ante el Inadi por las invectivas xenófobas contra inmigrantes bolivianos.
Además de las radios, Daniel H. posee el 75 por ciento del diario económico BAE.
Su grupo Kein produce diversos programas de televisión como “Cancheritos”, “El megáfono”, “Impacto a las doce”, “Después de hora”, “Antes de hora” y “El angel de la medianoche”.
Una poderosa multimedia, que viene a coronarse con la adquisición de Azul TV. Una red para propiciar la reducción de los espacios democráticos, el gatillo fácil disfrazado de mano dura, la creación de un supuesto enemigo subversivo que justifique el control militar del conflicto social. Las ideas que comparte ese buen amigo que es Carlos Ruckauf.
En sintonía con la estrategia continental de Otto Reich, el Subsecretario para Asuntos Hemisféricos que expresa los intereses de los grupos anticastristas de Miami y que el próximo miércoles visitará la Argentina. En comunión y armonía con el consejero político de la embajada Michael Matera, un “halcón” de la línea Reich, que está casado con la economista argentina Silvina Vatnik, asesora del ex presidente del Banco Central, Mario Blejer.
Con todos ellos Hadad comparte el temor de que Argentina esté por “caer en las garras del marxismo”, si llegaran a imponerse candidatos como Luis Zamora o Elisa Carrió. Y la idea subyacente de que hay que establecer una democracia blindada. Sin garantistas. Sin el odiado Eugenio Zaffaroni, blanco habitual de sus diatribas televisivas.
He aquí una compleja armada mediática, construida desde el favor oficial de los gobiernos de la democracia (Menem y De la Rúa) para reducir los espacios democráticos. En función de una nueva estrategia que ya no es el golpe de estado de 1976, sino el blindaje del sistema actual, para cerrarle todos los caminos a la protesta sin alterar las formalidades de la democracia.
Una armada para proponer el caos como única visión de la realidad, hasta que el miedo opere sobre la baja conciencia de los sectores medios y los lleve a exigir el regreso del demiurgo que dolarizará y firmará el ALCA. Aunque la desocupación traspase el 30 por ciento y la “ley” obligue a los excluidos a morirse de hambre en silencio, sin perturbar la digestión de los que reclaman, como Daniel H., un Estado mínimo.
Tan mínimo y exclusivo como la escalera que bajará mañana, perfumado, hiperactivo, con un celular en la mano, para dirigirse a su nuevo reino. Convencido de que los elegidos como él estarán siempre habilitados para cualquier maniobra. Incluso las de distracción.
Como sería, por ejemplo, combinar el discurso primario de sus secuaces más burdos, con la sorpresiva contratación de algún periodista que navegue con bandera de progre.
Hay muchas cosas para ver, todavía.

Negocios turbios, socios ocultos
Por: Horacio Vertbisky
La clave de la asombrosa asociación entre Daniel Hadad y Fernando Sokolowicz puede rastrearse en el tercer hombre de negocios dudosos que desde esta semana figurará junto a ellos como accionista de Azul TV, Benjamín Vijnovsky, a) Beto. Durante años, Vijnovsky fue gestor de negocios del Grupo Meller, rostro visible del menemismo en las privatizaciones de agua y gas. El año pasado, Vijnovsky gestionó la autorización municipal para la construcción de un hotel de lujo en el llamado Palacio Duhau, de la avenida Alvear, cuya escritura de propiedad está a nombre de Héctor Colella, el heredero de Alfredo Yabrán. La venta del canal 9 ha vuelto a dividir aguas entre los compañeros de la fórmula presidencial de 1989, Carlos Menem y Eduardo Duhalde.
El Grupo Meller creció durante los años de la dictadura militar, con negocios de ferrocarriles, impedimenta y chatarra. Una de sus empresas, Tapizmel, alfombró sin cargo miles de metros cuadrados de pisos de amantes de generales, como gentileza que luego sería retribuida mediante contrataciones con el Estado. Los negocios se cerraban en la confitería The Horse, cerca del Campo de Polo y la Escuela de Inteligencia del Ejército. Luego de un parcial eclipse durante el gobierno radical, los Meller y Vijnovsky reaparecieron triunfales con el menemismo, donde sus introductores y asociados fueron Eduardo Bauzá, Humberto Toledo y José Luis Manzano. Como los viejos oligarcas colombianos que se convirtieron en profesores de modales de los narcos en ascenso, Sergio Meller asesoró a Manzano en su tránsito de modesto médico de provincia, conocido por el apodo familiar de Cototo, hacia la sofisticación prêt-à-porter de las fortunas instantáneas, que no pueden equivocarse al elegir la ropa de esquiar. La empresa de un primo ganó la licitación para proveer de camisas a la Policía Federal, que por decenas de miles de piezas pagaba un precio unitario más alto que el de venta al público en Giesso. Con la promesa de Manzano de pago adelantado, Meller se atrevía a ofrecer hasta chalecos antibala. Esos negocios terminaron cuando Gustavo Beliz sucedió a Manzano en el ministerio del Interior. Durante la privatización de ENTel, María Julia Alsogaray contrató con otra empresa del grupo, Páginas Doradas, la edición de las guías telefónicas. La antigua Sindicatura General de Empresas Públicas observó el contrato, pero luego revisó su dictamen. Gustavo Meller visitó al síndico Mario Truffat y le preguntó cuánto le debía. “Nada, lo hice para que la gente no se quede sin guías”, respondió Truffat. “No te puedo creer. El Gordo me sacó 250.000 dólares”, le dijo. El ministro de Obras Públicas Roberto Dromi sólo había rubricado el dictamen de Truffat, a quien Sergio Meller le alfombró el departamento.
Todo un estilo
El Grupo Meller apareció asociado a la Sociedad Comercial del Plata, de la familia Soldati, y a capitales franceses en las privatizaciones de gas y agua, con un 20 por ciento de las acciones. Esa era la parte del menemismo en el negocio. En el caso de Obras Sanitarias, en 1993, la licitación estableció que quien cotizara la menor tarifa para los usuarios recibiría gratis todos los bienes de la empresa del Estado y su enorme mercado cautivo. Las tarifas ofrecidas en la licitación no podrían aumentar durante los primeros diez años de la concesión. En cambio, estaba prevista su reducción, durante las revisiones quinquenales ordinarias. Sin embargo, Alsogaray autorizó aumentos de hasta el 50 por ciento, cargos especiales para extender servicios y la dolarización de las tarifas, con las consecuencias que hoy pueden apreciarse: Aguas Argentinas exige un seguro de cambio para todas sus deudas y anunció que recurrirá a tribunales internacionales. Otro de los intermediarios fue el montonero arrepentido Rodolfo Galimberti, quien antes de poner su propia empresa con Jorge Born, fue socio oculto de Hadad. Cuando Menem y los suyos cumplieron el compromiso de destrozar el contrato inicial de Aguas Argentinas, los franceses y Soldati les permitieron convertir en plata su parte del paquete accionario.
En 1995, el operador económico de Lorenzo Miguel, Julio Raele, compró a través de una sociedad uruguaya el Palacio Duhau, de Alvear 1671, al lado de la Nunciatura. Según el diario La Nación, también participó del negocio Esteban Caselli, quien por entonces era operador de Menem y Yabrán. Sergio Meller tenía una opción de compra por 100.000 dólares, que fue desechada. Comenzó una complicada negociación con el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que negó una excepción solicitada al Código de Planeamiento Urbano. El proyecto consistía en levantar allí un hotel de cinco estrellas y un paseo de compras. A mediados de 2000 la propiedad fue adquirida por el Grupo Exxel, que ya se había hecho cargo de las empresas de Yabrán. Entonces la autorización fue concedida, pero para construir una superficie inferior. Funcionarios de la Ciudad que participaron en las negociaciones con Vijnovsky afirman que la escritura no estaba a nombre del Grupo Exxel, cuyos estatutos no le permiten la adquisición de inmuebles, sino del delfín de Yabrán, Héctor Colella, y del ex citibanker Juan Navarro. Una vez excluido Caselli del negocio, la Nunciatura hizo saber que se oponía a la edificación, por razones de seguridad, e invocó una Convención Internacional sobre las relaciones diplomáticas. Dos meses antes de la renuncia de Fernando de la Rúa el Procurador General del Tesoro Ernesto Marcer dictaminó que la Convención no era obstáculo para que se levantara el hotel, cuyas obras comenzaron de inmediato. Pero en 2002, la sorda lucha entre menemistas y duhaldistas produjo un fulminante contragolpe. Por presión de Caselli (recuérdese que durante el juicio por el contrabando de armas rompió con Menem y fue uno de los testigos que contribuyeron a su detención) el nuevo Procurador del Tesoro, Rubén Citara, revocó el dictamen de Marcer y prohibió la construcción. Citara es cuñado de Duhalde. El próximo capítulo de la saga puede librarse en el ComFeR: los compradores de Azul TV fueron el único oferente dispuesto a cerrar trato antes de contar con la autorización oficial. Llamativa confianza que preanuncia nuevos realineamientos y/o batallas.
Fuente: Diario Página/12