lunes, 28 de octubre de 2013

Twitter: Mentiras, traiciones y amenazas

Ahora que Twitter debutará en la bolsa, aparece un polémico libro que cuenta cómo Jack Dorsey, uno de sus creadores, se quedó con todo el crédito a punta de amenazas y traiciones
El estadounidense Jack Dorsey, quien fundó Twitter con varios colegas en 2006, se parece mucho a su empresa: no dice mucho, es minimalista, organizado y maneja su vida con reglas y patrones estrictos. Tiene un restaurante fijo para cada día de la semana, coge el mismo bus a la misma hora todas
las mañanas y, como Steve Jobs, usa a menudo solo una pinta: una camisa Dior blanca y un blazer oscuro.
“La restricción inspira la creatividad”, declaró hace poco a la revista The New Yorker. Hoy él es la única cara visible de Twitter. Pero no siempre fue así.
En Hatching Twitter: A True Story of Money, Power, Friendship and Betrayal, (algo así como Concibiendo a Twitter: una historia de dinero, poder, amistad y traición) el escritor Nick Bilton deja al descubierto a Dorsey.
Según el libro, que será lanzado el 6 de noviembre para coincidir con la entrada de esa red social a la Bolsa de Nueva York, detrás de la imagen fría y meticulosa del personaje, se esconde un hombre ambicioso que se supo reinventar a costa de otros para asegurar su permanencia en el poder. Al igual que los creadores de Apple y de Facebook (ver recuadro), se enfrentó a los demás fundadores de su empresa y al final salió victorioso.
La historia de Twitter comienza en 2005 cuando Dorsey, que había dedicado gran parte de su vida a crear, sin mucho éxito, programas y códigos de internet, llegó a Silicon Valley para abrir un salón de masajes donde los programadores exhaustos pudieran relajarse. Para su sorpresa ya había cientos de estos lugares. Desesperado, se mudó a la casa de un amigo y empezó nuevamente a hacer programas. De vez en cuando le llegaba uno que otro encargo, pero ninguno duraba más de un par de meses.
Su suerte cambió cuando vio en un café al creador de Blogger, Evan Williams, quien le había vendido su página web a Google por varios millones de dólares. Dorsey, que estaba a punto de cumplir 30 años, no se atrevió a saludarlo.
En cambio, le mandó un correo para pedirle trabajo en su nueva empresa, Odeo, que se dedicaba al podcasting (la difusión de videos y notas de audio cortas a través de internet). A Williams y a su socio, Noah Glass, les gustó de inmediato el perfil de Dorsey: no se arreglaba mucho, tenía un aro en la nariz y, como ellos, no había terminado la universidad.
Dorsey y Glass se volvieron los mejores amigos en poco tiempo. Pero mientras su relación mejoraba día a día, Odeo se volvía insostenible debido a que Apple había empezado a hacerles competencia. Los dueños entraron en pánico y les pidieron a sus empleados que pensaran en otras alternativas para diversificar el negocio.
Fue entonces cuando Dorsey tuvo una revelación. Según ha dicho más de una vez, la inspiración le llegó un día que estaba sentado junto a dos colegas en el tobogán de un parque y se le ocurrió hacer una red social donde la gente pudiera decir qué estaba haciendo en cualquier momento. Al día siguiente entró a la sede de Odeo, propuso la idea y de ahí nació Twitter.
Pero el escritor Nick Bilton no cree que el “mito de creación” de Dorsey sea tan cierto. Así lo deja claro en un adelanto de su libro que publicó The New York Times: “Una noche de febrero de 2006 Glass y Dorsey estaban pasando el guayabo en el carro del primero. Dorsey dijo que quería abandonar Odeo para ser diseñador de modas; Glass le preguntó qué más quería hacer.
Dorsey le mencionó la idea de una página web donde la gente pudiera compartir su estado actual. Entonces su amigo tuvo una epifanía: entendió que eso no era suficiente. La página solo funcionaría si la gente se podía comunicar. No se trataba de reportar, se trataba de conectar. A la mañana siguiente ambos llegaron con la idea a Odeo”.
Aunque ambas teorías se contradicen, cuando la propuesta llegó a oídos de Williams, este no dudó en apoyarla. De inmediato puso la plata y Glass se convirtió en el líder del proyecto. Dorsey y una colega escribieron el programa en dos semanas, Biz Stone diseñó la página y en tres meses ya funcionaba Twitter. Glass, quien estaba en el proceso de divorciarse, se obsesionó tanto con su trabajo al punto de que casi lee toda la Enciclopedia Británica para encontrar el nombre perfecto.
Solo lo descubrió una noche en que el celular le vibró y se le vino a la mente la palabra twitch (contracción). Entonces miró en el diccionario palabras con tw hasta que llegó a twitter (trinar).
Esa obsesión, sin embargo, volvió a Glass colérico e impredecible. En medio de su manía, se acercó a Dorsey y le contó que temía que Williams lo sacara del proyecto.
Lo que no sabía era que su mejor amigo era quien lo quería echar para quedarse con todo el crédito. Según Bilton, Dorsey amenazó a Williams con renunciar si su colega no se iba. Williams aceptó, compensó a Glass con unas pocas acciones de Twitter y le mostró la puerta. Esa noche Glass salió a tomar con Dorsey y le contó lo que había pasado, sin siquiera sospechar que estaba sentado frente a un traidor. Se despidieron con un abrazo y en pocos días Dorsey se convirtió en el director ejecutivo de Twitter.
Aunque para 2008 la página ya contaba con más de 1 millón de usuarios, Dorsey empezó a convertirse en un jefe despótico e irresponsable. No tenía una buena relación con sus empleados y además se iba a clases de yoga a las cuatro de la tarde. Williams, quien era el socio mayoritario, se dio cuenta de eso y le dio un ultimátum de tres meses para cambiar. El joven no le hizo caso. Entonces Williams, con el apoyo de nuevos inversionistas, lo reemplazó como director ejecutivo y le dio 200.000 dólares, algunas acciones y un rol honorario en la empresa.
En venganza Dorsey comenzó una campaña publicitaria para hacerle creer al mundo que él era el único genio de Twitter. Visitó todos los medios y hasta llegó a decir que la idea del microblog se le había ocurrido a los 8 años. Además, inventó una imagen a la semejanza de Steve Jobs: creó un look único y se autoproclamó “editor”, como lo hacía el dueño de Apple. Williams pensó en sacarlo del todo pero temía la reacción de los inversionistas y del público, quienes pensaban que Dorsey seguía involucrado en la operación diaria.
Mientras tanto Twitter seguía creciendo. Para 2010 tenía más de 100 millones de usuarios, incluidas figuras públicas como Justin Bieber y el Dalai Lama. Pero, al igual que su antecesor, Williams no supo ser director ejecutivo, pues solo empleaba amigos cercanos y no lograba generar suficientes ingresos.
Dorsey aprovechó el mal momento del cofundador: se reunió con varios inversionistas nuevos y los convenció de sacar a Williams para que él pudiera volver a la empresa de tiempo completo, así fuera en otro cargo. “¿Será qué yo quería dañar la reputación de Williams? En verdad no sé, pero es muy posible”, cuenta en el New Yorker.
La junta designó a Dick Costolo como CEO en 2010 y, gracias a sus estrategias de publicidad, Twitter se convirtió en el gigante que es hoy. Ahora que cotizará en la bolsa, se estima que Dorsey podría sumar a su cuenta bancaria alrededor de 500 millones de dólares. Entre tanto Glass, quien no obtendrá nada, le seguirá recordando al mundo su contribución desde su cuenta de Twitter, donde escribió en su biografía: “Yo empecé esto”.

Genios y ambiciosos
La codicia es un común denominador de los ‘geeks’ de Silicon Valley. Al igual que Dorsey, los creadores de Facebook y Apple les dieron la espalda sus amigos.
Steve Jobs pasó de ser un geek a un multimillonario cuando en 1980 Apple entró a la Bolsa de Nueva York. Lo que muchos no saben es que Jobs se negó, a pesar de los reclamos de su socio Steve Wozniak, a darles la opción de comprar acciones a sus primeros empleados, sin los que nunca hubiera podido desarrollar Apple.
Mark Zuckerberg les robó la idea de Facebook a tres compañeros de Harvard. Estos lo demandaron y recibieron a cambio 65 millones de dólares. Eduardo Saverin, el primer inversionista, también lo demandó después de que Zuckerberg prácticamente lo sacó de la compañía. Tras un largo litigio, Saverin fue compensado con el 7 por ciento (unos 3.000 millones de dólares) de la empresa y el título de cofundador.
Fuente: Revista Semana

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