viernes, 11 de diciembre de 2009

Noticias de los montoneros. La historia del diario que nunca pudo anunciar la revolución

En Noticias de los montoneros, Gabriela Esquivada cuenta la historia del matutino donde escribieron Rodolfo Walsh y Paco Urondo, entre otros.
Por: Patricio Erb
"Realmente la pasé muy bien... un tiempo" (risas). De esta manera risueña, el reconocido periodista Roberto Guareschi relató su participación en el ya mítico diario Noticias. Hoy, 35 años después de finalizada la experiencia, Gabriela Esquivada publicó la historia del matutino donde escribieron Rodolfo Walsh y Paco Urondo, entre otras grandes figuras de la escritura.
"Noticias de los montoneros" (Editorial Sudamericana), es el nombre que Esquivada eligió para su libro, el cual no sólo repasa con detalles la constitución del diario Noticias, sino que además se sumerje de lleno en la vida cotidiana de "El hombre nuevo" que poblaba la redacción. Así, la autora muestra poderosamente el universo más allá de la militancia política.
Interesada en destacar la vida cotidiana y familiar de los hombres que hoy le dan su nombre a organizaciones políticas y sociales, Esquivada reconstruye la fundación de Noticias, sus diez meses en la calle y su cierre definitivo, al tiempo que busca conscientemente la humanización de figuras que dejaron la vida por un ideal.
"No sólo eran 'El hombre nuevo' sino también el ser humano", destacó Guido Quieto, hijo de Roberto, secuestrado el 28 de diciembre de 1975. De esta manera, durante la presentación del libro anoche en la sede de la Revista Mu, el joven abogado remarcó el espíritu del libro de Esquivada: la humanización de hombres que muchos sólo recuerdan como mártires.
En ese sentido, Javier Urondo, hijo del poeta asesinado ya durante la última dictadura, afirmó que "la muerte siempre es miserable". Así planteó la necesidad de empezar a discutir lo que pasó, "no como un pase de factura", al tiempo que señaló que construir el pasado desde lo épico "me da miedo, no me cierra".
La presentación contó también con Miguel Bonasso, antiguo director del Noticias, quien junto a Guareschi y el fotógrafo Carlos Bosch relataron anécdotas de un diario que llegó a vender casi 200.000 ejemplares por día. "Lo leían los trabajadores que venían en tren", contó el actual diputado nacional.
El comentario de Bonasso no es casual, ya que Noticias fue pensado desde el primer momento como un diario para la clase trabajadora, no para los militantes. Asimismo, el matutino era la antítesis de La Opinión de Jacobo Timerman, el cual estaba dirigido a la clase media alta sofisticada de la Ciudad de Buenos Aires.
Al respecto, Esquivada destaca en su libro cómo figuras del calibre de Walsh, Urondo, Bonasso, Horacio Verbitsky, Juan Gelman, Guareschi, Carlos Ulanovsky renunciaron a sus firmas para dedicarse 100% a la información. El estilo de Noticias imitó a los viejos vespertinos con títulos catástrofes, pero con un plus especial: el compromiso ideológico.
De esta manera, el libro Noticias de los Montoneros de Gabriela Esquivada no sólo es la historia de un diario mítico, sino también el intento por reconstruir el contexto político que posilitó su fundación, el interés de los periodistas (de distintas ideologías) de participar de tal experencia y, por sobre todas las cosas, la necesidad de mostrar que detrás de la militancia también había otra vida.

Foto: Prensa Esquivada

Fuente: Perfil.com


Extracto del libro de Gabriela Esquivada sobre Noticias, el diario que se publicó entre 1973 y 1974.

En un cuaderno de apuntes, Martín Caparrós dibuja el edificio donde existió el diario Noticias y ahora funciona, con la construcción completamente cambiada, el Anexo Piedras II de la Universidad Abierta Interamericana:
—Acá estaba la calle. Había una vidriera y acá había una puerta angosta, de metro y medio de ancho, el número 735 de Piedras, y una escalera que llevaba a los dos pisos.
—¿Qué había en el primero?
—La oficina del director, Miguel Bonasso; Fotografía, el archivo y la administración.
Traza los escalones; con una flecha indica el primer piso y todas las dependencias que acaba de enumerar. Dibuja más escalones, llega al segundo piso:
—Acá, en el final de la escalera, había un guardia con una escopeta, no sé si una Itaka o una Remington… Era un militante, estaba siempre con la escopeta y un mate. Nadie podía entrar sin ponerse en la mira. El jefe de seguridad era Julio Troxler.
Troxler es hoy una calle de Villa Soldati en el límite de la Ciudad de Buenos Aires con el partido de Lanús; una calle modesta, de apenas una cuadra, paralela a la que lleva el nombre de otra figura peronista, John William Cooke. Pero en aquel momento el jefe de seguridad de Noticias era una leyenda andante: un sobreviviente de los fusilamientos ilegales que la Revolución Libertadora cometió en 1956 (…).
Tras la clausura de Noticias, luego de la muerte de Perón y durante el gobierno de su viuda, Isabel Perón, el ex jefe de seguridad del diario trabajó en la Facultad de Derecho como subdirector del Instituto de Estudios Criminalísticos. Con el pase a la clandestinidad, todos los que habían actuado en Montoneros durante la democracia —salvo los pocos que pudieron ocultarse— eran blancos servidos para la Triple A, la Alianza Anticomunista Argentina.
El 20 de septiembre de 1974, poco menos de un mes después del cierre de Noticias, cuatro hombres de ese escuadrón de la muerte a cargo del ministro de Bienestar Social José López Rega empujaron a Troxler dentro de un Peugeot 504 negro. Lo llevaron al terraplén que se levantaba junto a las vías del Ferrocarril Roca, en Barracas, por el pasaje Coronel Rico. Lo arrojaron del auto con las manos atadas; apenas caminó recibió una ráfaga de ametralladora. El auto siguió su camino por la avenida Suárez y la Triple A reivindicó el homicidio esa misma tarde.
Caparrós sigue en el segundo piso:
—Era una planta, había una puerta más o menos grande cuando se entraba, que enfrentaba a los baños.
—¿Dónde se ubicaban los jefes?
—A la derecha, al fondo, en tres boxes si mal no recuerdo: el de Verbitsky, jefe de Política; el de Paco Urondo, secretario de redacción; y el de Juan Gelman, jefe de redacción. Delante de ellos —dibuja unos rectángulos— había unas mesas largas: Política, Internacionales, Gremiales, Mesa de Noticias. A los costados había unos escritorios individuales; me parece que Sylvina Walger estaba en uno y en otro un tipo que escribía hípicas. Contra la puerta de entrada, la cocinita del café.
Un espacio importante. Caparrós ingresó como cadete y la preparación del café fue su primera responsabilidad.
—Del otro lado estaban la pecera de Rodolfo Walsh y unas mesas dispersas de su sección, Información General y Policiales.
Toda esta parte de acá era Deportes, a cargo de Mario Stilman. Ah, estaba también Espectáculos; Carlos Tarsitano era el jefe. Y eso era el diario (…).
Noticias salió el 20 de noviembre de 1973 y fue clausurado el 27 de agosto de 1974. Aunque en ningún momento reconoció su vínculo con Montoneros, tener a Firmenich entre las firmas destacadas —cuatro notas en otras tantas ediciones para expresar su gratitud al padre Carlos Mugica, recién asesinado— no era algo que se viera en cualquier diario. Escribió Miguel Bonasso, el director, en su memoria Diario de un clandestino: “Anoche vino Dardo [Cabo] y me largó una idea sensacional: la Orga quiere lanzar un diario popular de gran nivel, con los mejores periodistas del país”. Según Gelman, fue Walsh quien había propuesto la edición de un medio para las fuerzas revolucionarias.
Para la fecha en que Bonasso recreó esa anotación, Montoneros contaba con una publicación política, El Descamisado, que había comenzado a salir poco antes de la asunción del presidente Héctor Cámpora, el 22 de mayo de 1973. Ese semanario batía el parche montonero y sus 100.000 ejemplares de tirada apuntaban al activismo en cada rincón del país. Un diario, en cambio, permitiría que Montoneros trascendiera ese núcleo militante, llegara a quienes no alcanzaba habitualmente, pusiera la línea de la organización en la construcción misma de la noticia. Sus criterios debían ser periodísticos, más parecidos a los de un medio independiente de información general.
En una de las reuniones preparatorias, con Urondo y Juan Julio Roqué, Bonasso conoció a Gregorio Levenson, el “Goyo”, un químico que en aquel momento tenía sesenta y tres años y la única experiencia de gestión empresarial que podían ofrecer las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Había sido el padre de uno de los fundadores de la organización que en breve se fusionaría con Montoneros, Miguel Alejo Levenson, muerto a fines de 1970. Se integró al peronismo revolucionario junto con otro hijo, Bernardo, asesinado en un operativo del Ejército siete meses después del golpe de 1976 (...).
Para que Noticias llegara a los quioscos, Levenson organizó una sociedad anónima capitalista tradicional, con los canales y medios económicos necesarios. “Yo conocía la tarea. Me resultó fácil armar una estructura: trabajar con los bancos, conseguir créditos, contratar publicidad”, recordó. Con la administración en sus manos, el sector de producción se conformó de modo colegiado: Urondo y Gelman acordaron con Bonasso que él figuraría a cargo pero que el diario tendría una dirección colectiva. “Todo diario necesita una cabeza. Yo había sido secretario de Prensa del FREJULI [Frente Justicialista de Liberación] unos meses antes y era una figura pública de la izquierda peronista a pesar de ser joven: eso pesó mucho a la hora de nombrarme director”, estimó Bonasso.
Los militantes conforman una célula de conducción: “Los integrantes de la dirección estábamos todos encuadrados, en la R [FAR] o en la M [Montoneros]; ése era un núcleo de hierro, políticamente subordinado”, agregó Bonasso. Al comienzo las dos organizaciones financiaron el proyecto, insistió Levenson. “Necesitábamos un primer empuje, porque después el diario comenzó a tener una gran tirada e hicimos un acuerdo con el ministro de Economía José Ber Gelbard para que nos pautara publicidad como a los demás diarios. A los cuatro o cinco meses ya teníamos una autofinanciación, peleando siempre, pero sin depender tanto de las organizaciones”, argumentó, algo imposible de probar hoy.
Y si dijo que el directorio había estado formado por “simpatizantes y gente que pudiera aportar algo económicamente”, aclaró luego que se había referido a las líneas de crédito que Cao Saravia logró que le otorgaran al diario en los bancos Rural y de Río Negro.
—¿Es posible que luego del aporte inicial de capital se hayan recibido otros, del empresario David Graiver —quien financiaba La Opinión— o del editor de El Cronista, Rafael Perrota?
—De ninguna manera. Graiver en ese momento no existía. El primer contacto que tuvo con Montoneros fue cuando se cobró el rescate de los hermanos Born, en 1975. En ese momento el diario no tenía necesidad de dinero, Graiver no intervino para nada —repitió Levenson.
—¿Y Perrota?
—Nunca aportó dinero. Con Perrota teníamos un acuerdo profesional. Él cobraba por sus servicios de composición de las páginas del diario. Normal.
Gelman, jefe de redacción de Noticias, recordó otra cosa: Perrota habría prestado los talleres, por lo menos parcialmente, para la confección de las películas con las cuales se imprimía Noticias.
“Y eso le costó la vida”, agregó. Ni siquiera a un hijo de la alta burguesía se le perdonaba la traición ideológica. Perrota, secuestrado en julio de 1977, fue torturado y asesinado luego de que la familia pagase un rescate. Desapareció en el centro clandestino de detención COT-I Martínez (...).
Había nacido en 1920 y desde su juventud seguido el buen camino de sus orígenes: la Acción Católica, el Centro del Socorro, la carrera de Derecho, el Jockey Club, el Círculo de Armas, el Rotary Club. Pero en la década de 1970, cuando llevaba veinte años en la dirección del diario familiar El Cronista Comercial, “decidió revisar sus convicciones más profundas”, recordó uno de los periodistas que trabajó con él, Alberto Dearriba, en “Decíamos ayer”, libro sobre la prensa durante la dictadura, de Eduardo Blaustein y Martín Zubieta.
Según declaró a la Justicia Enrique Gorriarán Merlo, uno de los dirigentes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), Perrota militaba en la rama política de la organización, el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Dearriba coincide con Gelman en que el descubrimiento del trotskismo argentino del PRT no fue el único motivo por el cual el terrorismo de Estado eliminó a Perrota: del taller gráfico de San Telmo donde se había armado El Cronista Comercial también había salido Noticias.
El diario de los Montoneros convocó a figuras ajenas a su aparato, como Giussani o Perrota: el uruguayo Michelini; el independiente Carlos Ulanovsky; los radicales Leopoldo Moreau, redactor de universitarias, y Luis Emilio Arana, el infalible encargado de turf. Moreau y Arana apoyaban a líderes antagónicos del radicalismo: Raúl Alfonsín y Ricardo Balbín.
La diversidad ideológica de sus periodistas no melló algunas decisiones de los propietarios de Noticias. Durante los primeros meses “la línea política la marcaban Montoneros y FAR, que todavía no se habían juntado; con el diario en funcionamiento se produjo la unificación”, dijo Levenson. “Alguna vez intervino Firmenich, por Montoneros, y por las FAR el compañero Roqué, y se suscitaron discusiones políticas”. En el café Capuccino, de Paseo de Gracia y avenida Aragó, en Barcelona, Firmenich no recordó haber intervenido. Lo hubiera hecho de buen grado, aseguró, y Noticias se habría parecido más al diario cubano Granma.
Bonasso lo desmintió como Levenson. Evaluó que la conducción de Montoneros cometió en esos comienzos “los mismos errores que puede cometer un empresario dueño de un medio: presionar a los periodistas, hacer grosera la línea”. Firmenich se quejaba de que salían pocos comunicados o noticias de los frentes de masas de la organización. “En una reunión le dije que era mucho más importante que el diario llegase a los actores sociales antes que publicara comunicados. ‘Si nuestros frentes de masas actúan sobre el conflicto verdadero, su presencia se va a notar en el diario por su simple participación.’ No podíamos convertir el diario en un reservorio de comunicados. ¡No íbamos a vender nada!”.
Ese punto de vista se impuso durante unos meses: “Inclusive se puede ver cierta preocupación en la parte política por mantener distancia”, estimó Bonasso. Pero todo cambió con el avance de la derecha peronista. Noticias dejó de competir con Crónica o Clarín, de aspirar a la amplitud de temas de La Opinión. “En los últimos días el diario asumió una línea abiertamente provocadora”, dijo Bonasso. Se trató, según Caparrós, de “un proceso de aislamiento progresivo, que terminó de cristalizar el 6 de septiembre del ’74 cuando Montoneros anunció el pase a la clandestinidad. El diario había sido cerrado una semana antes”.
Noticias apareció con el propósito de convertirse en un diario peronista que funcionara como herramienta en la lucha para la liberación nacional. Algo del todo inverosímil hoy, pero que entonces podía ser el plato del día. Se imprimía en un país donde Perón regresaba luego de casi dieciocho años de exilio como un superhéroe de los trabajadores, y ese país se ubicaba en un continente que en 1959 había comenzado a girar a la izquierda con la Revolución Cubana, y ese continente iba dentro de un mundo donde existía el bloque socialista y la descolonización de África despertaba la solidaridad antiimperialista de pueblos oprimidos por otros medios (...).
—¿Recibían indicaciones acerca de cómo cubrir determinadas noticias?
—Sí —reanuda Verbitsky—. Existía una presión constante para que el diario fuera más bien de tipo agitador.
—¿Qué provocaban en la redacción esas pretensiones de los dirigentes de Montoneros?
—Una resistencia constante. Si bien no cuestionábamos la línea general, no estábamos de acuerdo con hacer un diario propagandístico, tachín-tachín, sino que queríamos hacer un diario que le sirviera a la gente. Noticias es una obra cuidadosa, de calidad profesional, de seriedad informativa, siempre en el borde, siempre en el límite.
El encargado del diseño, Oscar Smoje, recordó que en las primeras reuniones Urondo y Gelman le explicaron que “no sería un medio cerrado, como estaban acostumbrados los partidos políticos, sino un diario comercial, para todo público”. Según Verbitsky, también Walsh propuso que el medio no fuera de propaganda “sino de información, aceptando que además incluyera algunos elementos de desinformación, tal como hace el diario La Nación todos los días... Pero eso no afectaba la índole periodística”, insistió.
“Era una forma clásica del ejercicio del oficio en Argentina, nada más que asumida con más honestidad”.
La publicidad del nuevo diario Noticias, pautada en la televisión argentina de 1973 y encarnada en la voz de Antonio Carrizo, le atribuía un carácter peronista. Explicó Bonasso que Noticias “apuntaba a una coalición, a un frente no sólo político o electoral, sino social, con la clase trabajadora como eje, que incluyera a sectores de la pequeña y mediana burguesía nacional. Muy orientado hacia la juventud. Y peronista, sin duda”. También la campaña gráfica de avisos enfatizaba ese rasgo como eje de un encuentro político: “Por fin el primer diario… El primer diario en 18 años. El primer diario peronista abierto a todos los sectores que quieren la liberación. El primer diario que brindará toda la información y no solamente la que conviene a sus editores. El primer diario para el 80 por ciento del país. El primer diario popular con los materiales y los columnistas que la madurez del pueblo se merece. El primer diario argentino al que le interesa más Tucumán que Roma, Lima que Washington y Argel que París. El primer diario sin compromisos ni ataduras. Un diario para acertar a las carreras, con una completa cobertura deportiva, amplios servicios para toda la familia y las mejores historietas. Con las fotos más reveladoras y audaces y un tipo de impresión similar al de las buenas revistas. Lo hacen periodistas con experiencia y talento; comprometidos con su país y su tiempo.

“Hoy no hay militantes, hay operadores”
La autora del libro "Noticias de los montoneros", sobre el diario que reunió, entre otros, a Rodolfo Walsh, Juan Gelman, Horacio Verbitsky y Paco Urondo. En los nueve tumultuosos meses que duró el diario Noticias llegó a picos de venta de 200 mil ejemplares
Por: Miguel Russo, cultura@miradasalsur.com
El reciente libro Noticias de los Montoneros, editado por Sudamericana, y que da cuenta del diario que entre noviembre de 1973 y agosto de 1974 reflejó la realidad argentina, se sustenta en tres afirmaciones clave:
1) Gabriela Esquivada es una de las personas que más sabe sobre edición en la gráfica argentina;
2) Gabriela Esquivada tiene una obsesión con lo ocurrido en los ’70 en el país, y
3) Gabriela Esquivada tuvo dos hermanitos.
Sobre la tercera afirmación, dice la autora del libro: “Yo perdí dos hermanos. El primero nació en 1961 y murió en 1963, antes de que yo naciera. Mi segundo hermano murió en 1973, cuando yo tenía seis años. Pero en casa nunca se habló de ellos. Eran fantasmas en el altillo de la familia”.
Y, de un modo nada elíptico, dice de la segunda afirmación: “La guerrilla fue lo mismo, fantasmas, pero en el altillo de la sociedad”. Eso, sumado a la primera e indudable afirmación, logra un ensayo que es historia y es narración y es dolor y es lectura obligatoria para entender lo que pasó y por qué pasó lo que pasó.
Al principio de la historia está la tesis que, en 2004, Esquivada realizó para obtener su maestría en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata. Esa tesis fue publicada como El diario Noticias. Los Montoneros en la prensa argentina. Publicada ese mismo año, marcó un final y, al mismo tiempo, un comienzo. “La historia me quedó dando vueltas después de la tesis. En la investigación, y para redondear cuestiones profesionales, sólo entendibles entre profesionales, había tenido que dejar muchas cosas y muchas personas afuera del libro. Entonces, decidí sacarme de encima todos los recuerdos inventados que tenía”, dice Esquivada, proponiendo, ella misma, la pregunta.

¿Recuerdos inventados?
A ver: me acuerdo de todo desde el día del golpe. Me acuerdo perfectamente de ese 24 de marzo de 1976, con mi madre diciéndome que no tenía que ir al colegio. Pero de todas las cosas anteriores tengo recuerdos muy vagos y, creo, falsos.

Pero usted nació en 1967…
Sí, está bien. Cuando mataron a Aramburu tenía tres años, cuando murió Perón, siete. Para mí la liberación de los presos del 25 de mayo de 1973 no fue noticia, estaba mirando a Pepe Biondi. Pero hubo algo de eso que se continuó. A los nueve años estaba en un colegio del Estado en el barrio de San Cristóbal y tenía dos compañeros a los que les habían secuestrado a sus hermanos. Y de eso no se hablaba. Recuerdo que era un secreto que teníamos entre los tres. Y yo formaba parte del secreto por haber tenido, también, dos hermanitos muertos, aunque de enfermedades, muy chicos.

Y cuarenta años después, se cruzaron esos cables…
Y lo hicieron por una cuestión cronológica. Siempre me atrajo esa época. Y, por supuesto, es mucho más heroica y romántica la idea del guerrillero que la del Turco Julián o la de Massera o el Tigre Acosta o cualquiera de esos subhumanos. Yo venía con todo el recuerdo de lo posterior al golpe, pero me faltaba saber, reconocer qué había pasado antes.

¿La tesis no alcanzó?
Comprendí que no al entregarla y tener ganas de seguir investigando. En ese momento tenía tiempo para hacerlo. Y dediqué todo ese tiempo a bucear en algo que tenía muy claro: allí, en ese diario Noticias había una historia. Lo que no sabía es que la historia no iba a ser sólo la del diario propiamente dicho. Para entender la historia de Noticias tenía que meterme en las historias de todos los que la cristalizaron, las historias de la sociedad.

Una especie de foco que iluminaba otros temas…
Como un mini Bang de la política y la cultura contemporáneas. Si tomamos la organización Montoneros, por ejemplo: las personas que secuestran y matan a Aramburu, de chiquitos leían el libro de lectura Evita o Justicialismo. Luisa Galli, una de las secretarias del director de ese diario, Miguel Bonasso, cuenta esto de la infancia peronista. Ella recuerda que le decían que Perón trabajaba día y noche por el futuro de la patria. Y con Perón proscripto, con el país en llamas, eso de la socialización primera quedó en alguna parte de sus memorias. Yo no soy peronista, pero a diferencia de la gente de esa generación, no soy ni peronista ni antiperonista. No siento esa pasión por la figura de Perón. Investigué sin preconceptos.

Bonasso, al que mencionó, Rodolfo Walsh, Juan Gelman, Paco Urondo, Horacio Verbitsky, entre otros, componían la redacción de Noticias. ¿Se podría haber juntado esa gente sin Perón de por medio? Que es como decir, ¿podría haberse realizado ese diario con otra ideología?
El diario El Mundo era del PRT, contemporáneo, pero me parece que el peronismo tiene algo más movilizador que la izquierda. Incluso más que la izquierda guevarista, que fue muy seria, muy importante y muy numerosa. Uno de los periodistas que más admiro es Enrique Raab y era del PRT ERP. Hubo gente muy talentosa en la izquierda, pero el peronismo era más convocante. Quizá por el efecto de la transformación económica y cultural que hizo en su momento, quizá por el fuerte resabio de autoritarismo que permanece hoy día en la sociedad (los famosos diciendo que hay que cagar a tiros a los desposeídos, como ejemplo más patético). Si se piensa en la izquierda clerical, la gente valiosa fue echada a patadas: Gelman, Andrés Rivera, entre tantos.

Gabriela Esquivada recuerda su propia militancia con un poco de dolor, allá en el regreso de la democracia: “Cuando ganó Alfonsín, yo pensaba que era muy revolucionario cantar ‘se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar’, pero ocurría que estos muchachos (y cuando Esquivada dice muchachos se refiere, entre otros tantos, a los que hicieron Noticias) la habían cantado a principio de los ’70 por primera vez. Allí se creyó muy en serio que la cadena que había arrancado en 1930 se iba a terminar. En esos años, a las brutalidades de toda índole de los gobiernos (Libertadora, Onganía, la Noche de los bastones largos, Trelew, Lanusse) se sumaban factores externos: la revolución cubana desde 1959, por ejemplo, el Mayo Francés, Checoslovaquia, los movimientos de liberación en África, el socialismo en Chile”.

Hace una diferencia entre la militancia de los ’70 y la de los ’80. ¿Y la de ahora?
Hoy no hay militantes, hay operadores, la política es otra cosa.

Con esa otra política como fondo, ¿con qué cosas chocó al recopilar las historias que atraviesan este el libro?
La actual es una sociedad muy distinta, donde la violencia circula, pero de otra forma. Los que hablaron, en general, tienen cosas que no quieren decir y cosas que no dijeron. Y cosas que dijeron que no quise poner porque me parecían del ámbito privado de los protagonistas.

¿Por ejemplo?
Por ejemplo, el romance de Paco Urondo con una compañera de redacción, por lo cual terminan mandándolo al muere en Mendoza. Esos muchachos eran intelectuales que venían de escribir en La Opinión; no podían estar de acuerdo con la barbarie de los dirigentes de la organización Montoneros.

¿Entonces?
Que hacían equilibrio. Firmenich se metía: los dueños siempre se meten, el capital siempre influye. Había columnas de Roberto Quieto, las cuatro notas del mismo Firmenich tratando de explicar que Montoneros no había matado al Padre Mugica, Armando Cabo, Framini. Las alianzas políticas de Montoneros y los gobernadores de la Tendencia tenían sus columnitas de opinión. Pero ahí estaban escribiendo Gelman, Urondo, Walsh. Los tipos cultivaban una escritura heredera de la línea de Primera Plana, de La Opinión. Y, de golpe, pasaron a una orden absurda: no poner adjetivos porque el pueblo no los comprendía. Las marcas de esa especie de violencia simbólica a la que se sometieron voluntariamente, se ve en algunos que durante mucho tiempo no pusieron en sus currículums que habían estado allí. Hubo quienes prefirieron no ser mencionados. Hubo quienes prefirieron el off y hubo quienes se negaron a hablar. Hubo, también, peleas entre los protagonistas. Pero hay que comprender que todos ellos vivieron tiempos muy duros. Así y todo, en la redacción de Noticias se trabajaba con mucha libertad. Claro, libertad, sí, pero andá a decirle a Gelman o a Verbitsky o a Walsh que no te gusta cómo te editaron la nota.

Hablar con Esquivada es, también, y sobre todo, recordar anécdotas de su investigación. Una de ellas, pinta de manera clarísima cómo se vivía en aquellos tiempos: “Alicia Barrios entró a los 18 años a trabajar en el diario El Mundo, del PRT. Por entonces, las chicas usaban minifaldas muy cortas y andaban sin corpiño. Alicia era una de ellas, pero, además, era una bomba impresionante. Todos los días, el jefe de redacción le recriminaba que tenía que ir a trabajar con corpiño. Un día, la intimó: iba a trabajar con corpiño o la despedían. Alicia llevó el corpiño, lo puso arriba del escritorio y se puso a trabajar ante la mirada de toda la redacción. Por supuesto, la echaron en el acto. Sin dudas, era más interesante Noticias: por periodismo, por diagrama y por indumentaria.

¿Siente que con este libro pagó el exorcismo de los ’70?
Sí, ya está. Voy a seguir leyendo cosas sobre esos años, el apasionamiento continúa, pero no pienso escribir nunca más sobre el tema. Me sentí muy cómoda escribiéndolo. Pude narrar, algo que tuve que dejar de lado en la tesis de maestría, pero que para este libro era imprescindible, ya que no hay otra manera de contar esa historia.
Claro; esas historias son de los ’70 y de ahora, de aquellos que fueron y que son, de padre e hijos. Y todo está en Noticias…: el romance de Alicia Barrios con Martín Caparrós (cadete del diario); otro cadete de entonces, Enrique Gil Ibarra, que un día decidió llevar su arma a la redacción y fue llevado de una oreja a la oficina de Troxler, encargado de la seguridad; Patricia Walsh recordando a su padre, editor de Información General y Policiales; Javier y Ángela Urondo recuperando a Paco; Diego Quieto, que trata de que se haga justicia con los militares que mataron a su padre y contra los miembros de la dirección de Montoneros que no lo defendieron y lo acusaron de traidor. Historia, para decirlo todo.

Historia que parece guiñar un ojo cuando Gabriela Esquivada cuenta uno de los tantos finales del final: “Mientras estaba investigando y buscando, murió mi madre. Decidí enterrarla en el cementerio británico, un lugar chiquito, con muchos árboles (donde está enterrado el primer marido de Gabriela, el escritor Carlos Feiling). Allí trabaja un buen amigo, Martín, y le comenté la historia de mis dos hermanitos muertos. Martín buscó los datos, cotejó, investigó y encontró las tumbas de los dos. Ahora, están enterrados junto a mi madre, junto a su madre. Sus nombres están escritos allí, ya no son ‘los nenes’, como se los llamaba las poquísimas veces que se los mencionaba en mi casa”.

Fuente:
Miradas al Sur


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