miércoles, 2 de diciembre de 2009

Javier Reverte: "El periodismo me ha dado la caradura de meterme en otras vidas"

El escritor repasa sus viajes y desvela las conexiones entre prensa y literatura en un ciclo de conferencias
Más de 600 muertos. Entre ellos, sus padres, su marido y sus ocho hijos. A aquella mujer con la que se topó Javier Reverte en África sólo le quedaba el bebé que llevaba dentro. Era la única superviviente de la matanza que los hutus llevaron a cabo en Ruanda en 1994. Apenas tres años después, el escritor y periodista madrileño la conoció y quiso fotografiarla. Ella se tomó su tiempo para arreglarse. Sorprendido por esa capacidad para «reconstruir un pequeño resquicio de esperanza» tras la barbarie, Reverte tenía que contar aquella historia. Y lo hizo. Sin adjetivos, «simplemente lo que vio». Como tantas otras anécdotas que dieron pie a sus relatos y que ayer recordó en el ciclo 'Reporteros. Cinco Conferencias: Maestros del género', organizado en el Centro Cultural Provincial por la Cátedra Manuel Alcántara de Periodismo y Literatura y la Diputación de Málaga.
Era el turno del reporterismo de viajes, del que Reverte es especialista. De ello y de las conexiones entre periodismo y literatura habló ayer. Como destacó, se introdujo en la prensa para escribir. Aquello le sirvió de escuela. «El periodismo me ha permitido asomarme a muchos balcones del mundo, me ha dado la caradura suficiente para meterme en otras vidas, algo importantísimo en literatura», destacaba el autor mientras recordaba cómo su primer jefe le recriminó no haberle llevado la foto del fallecido en una reyerta de la que informó en sus inicios.

En busca de historias
Casi 40 años después, Reverte lo recuerda como una de tantas pistas que el periodismo le dio para ser escritor: «Me enseñó a buscar la síntesis y a preguntar». Tanto es así que lo que le interesan son las «voces y la naturaleza». Los monumentos pasan casi inadvertidos para él. A pesar de que ha recorrido un sinfín de países.
No duda en seguir. Al fin y al cabo, «siempre viajo para escribir, si no, ¿para qué iba a hacerlo?», aseguró. Y nunca sin una motivación. «Si una historia me emociona, me gusta contarla», admitía Reverte, para quien sus libros de viajes «no son más que la prolongación d reportajes». Eso sí, en cada salida le acompaña una pregunta: «¿Qué demonios hago aquí?». Como cuando recorría en canoa 750 kilómetros río abajo en Canadá. Lo deja patente en su último libro, 'El río de la luz'. ¿Lo próximo? Una aventura en el Ártico.

Sus libros son grandes reportajes. ¿El periodismo ha aniquilado al reporterismo como género?
El periodismo está muriendo en estos días porque ha matado al reporterismo. Es algo tan sencillo como ir a un sitio: ver, escuchar, olfatear y preguntar. Ahora no hay porque las empresas han decidido que no existen las historias. No sé que tipo de periodismo se está haciendo, pero está muriendo para las empresas, para el público y para los periodistas.

¿A favor de quién?
De la vanidad y de hacer una información sosa que no interesa porque Internet lo da todo al minuto. Los periódicos andan muy despistados.

En su caso, ¿cruza la delgada línea entre la literatura y el periodismo por necesidad?
Constantemente. Es inevitable en nuestro tiempo. La presencia de la realidad es tan abrumadora. Cada día más por la potencia que tiene la comunicación, por Internet. Decía Truman Capote que son dos brazos del mismo río. En el fondo, cuando escribo un libro de viajes, hay una enorme presencia del periodismo. He sido periodista durante muchos años. Ahora me pago yo mismo mis reportajes, por decirlo de algún modo.

En sus libros da voz a los parias. ¿Viajar es tolerar?
Te hace ser tolerante por fuerza al escuchar la voz ajena, la que no es tuya. Es dar voz al que no puede hablar. El reporterismo siempre ha sido eso. Dar voz a los sin voz. Precisamente, su grandeza está ahí.

Sus alimentos son viajar, leer y escribir. ¿En qué orden?
Mi pasión principal es escribir. De hecho, viajo para ello. Si no, no haría viajes. A mi no me interesan las piedras ni los monumentos. Hay suficientes en España para hartarme.

¿Qué le parece ese turista de hoy, con cámara en ristre sin dejar ni un minuto de disparar, y con todas las guías del mundo acuesta para no perder puntada?
No me parece mal. Lo importante es irte de casa. Cuando lo haces, es bueno vayas como vayas. Es abrirte a lo que sea. Es una aventura salir de tu entorno. Yo a cualquiera que lo haga lo acepto como viajero inmediatamente. Mi forma es otra. Pero respeto todas. España se ha hecho un país más abierto y tolerante desde que viaja. Cosas como el Imserso, que hay quien lo ridiculiza, me parece tremendamente noble. Da posibilidades a gente que no tiene medios para salir, para asomarse a otro mundo.

Con El río de la desolación su amigo Antonio Hernández dice que casi terminan dándole los Santos Óleos por la malaria. Sin embargo, tras el libro El río de la luz, renace otro Javier Reverte.
Casi me cuesta la vida ese viaje. El Trópico es vida pero también muerte. Todo nace y muere. Vi mucha miseria en el río Amazonas. Las gentes que habitan en las orillas viven en unas condiciones muy miserables. Para mí fue una experiencia desoladora. Y en cambio, en el viaje por el Yukon ves una naturaleza limpia, soberbia. Me fortalecí remando 13 días ese río. Me dio mucha vida en contraste con el Amazonas y mucha fuerza espiritual.

¿Colaboró con un libro que se llamó El peor viaje de nuestras vidas. ¿Adónde no iría nunca?
No volvería a Viena. Me parece un pastelón que no me interesa.

¿Qué tiene la globalización de bueno?
Que tenga todo el mundo derecho a móvil o nevera para tener fríos los alimentos. Lo negativo: el mundo se hace más aburrido.

Ha hecho dos viajes a Ítaca, ¿Qué le da Ulises?
Es el gran viajero por excelencia. El primero de la literatura. Es un hombre curioso, que es casi capaz, por esa curiosidad, de perderlo todo. Es el héroe que pone en primer término la inteligencia por delante del valor.

Foto: Fernando Domingo-Aldama, Diario El País
Fuentes: Diario Sur
, Diario de Cádiz

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