miércoles, 17 de junio de 2009

Kirchner vs Grupo Clarín: otro capítulo de una batalla ajena

La memoria de un diario
Por: Ricardo Roa (rroa@clarin.com)
Una primera pregunta, obvia de toda obviedad: ¿Por qué Kirchner pone tanto empeño en atacar a Clarín? La primera respuesta es de una obviedad semejante: porque el diario no dice lo que él querría leer. Si fuese un medio complaciente, no lo atacaría. Ayer cargó nuevamente (ver Kirchner: "Hay que restructurar al empresariado argentino"). Fue una estocada en comparación con la furiosa embestida del lunes, cuando desembarcó en la Capital para apoyar a Heller.
El candidato que resiste el archivo, según es presentado en la campaña. Kirchner no podría usar el mismo eslogan. En el pasado más reciente, fue un gobernador aliado a Menem y a Cavallo y revindicó la privatización de YPF. Rompió con ellos y llegó a la presidencia de la mano de Duhalde. Después, enfrentó a Duhalde y a lo que descalificaba como el pejotismo bonaerense y se declaró transversal. Más tarde armó la Concertación Plural y ahora termina por zambullirse de lleno en el aparato de los barones del Conurbano. Para Kirchner el oportunismo siempre es ajeno.
Frente a Heller volvió a ser transversal por una noche. Citó a Cooke y a Hernández Arregui, dos íconos de la izquierda peronista. Y a tono con un auditorio no peronista, agitó toda vez que pudo el fantasma del regreso de la derecha. Ayer volvió al GBA, los lugares donde hay otros héroes: Perón y Evita.
Y hasta Rucci. Marketing político, a la medida y armoniosamente. Si hay algo siempre presente es la victimización. Que a él lo hubieran crucificado en un caso como el de De Narváez y que Cristina está sola y traicionada por Cobos, al revés de Scioli con él. Como si nadie recordara que a Scioli lo mandó al freezer y lo tuvo años en penitencia hasta que lo necesitó. Cosas así son las que él no quiere leer en un diario.

Néstor Kirchner y los periodistas
El ex presidente maltrata a diario a todo un gremio, al tratar a los periodistas, sin decirlo expresamente, de vulgares ganapanes y dóciles mandaderos de las voces patronales que acatan con sumisión incondicional a cambio de un salario.
Por: Osvaldo Pepe
Señor Néstor Kirchner, ex presidente de la Nación y presidente del Partido Justicialista. Me presento, me llamo Osvaldo Pepe, tengo 56 años y 37 de periodista profesional, todos en medios gráficos. Chicos y medianos, casi siempre. Hasta que hace 15 que llegué a Clarín, después de un paréntesis de trabajo político junto a un maestro de dirigentes como Antonio Cafiero.
Toda la vida fui peronista y, pese a ser licenciado en Ciencia Política, no me dediqué nunca a esa rama del periodismo, que por cierto respeto y valoro: mis colegas especializados que lo hacen son quienes transparentan lo que los políticos callan o sugieren. Son quienes nos informan lo que se cocina en el poder. No inventan nada. Transmiten lo que escuchan y lo que circula por los pasillos dirigenciales. Lo que los políticos quieren decir y no dicen.
Eso no significa que nunca haya escrito de política, ni tenido definiciones políticas en lo que escribo. Nunca hemos hablado entre nosotros, pero en cambio lo hago y tengo buen diálogo y algunas buenas relaciones en su gobierno y entre sus ministros. Y amigos de otros tiempos.
No me considero su enemigo, pero empiezo a dudar de que usted no me incluya en un colectivo al que sí castiga y anatemiza desde sus atriles como tal, con retórica antigua que el propio Perón hoy, arriesgo, desaprobaría por extemporánea y, sobre todo, por inservible. Basta recordar la sabia ironía del viejo General al decir aquello de "cuando tenía todos los medios a favor me derrocaron y con todos los medios en contra el pueblo me volvió a elegir".
Con su discurso de tribuna para un auditorio complaciente del Paseo La Plaza, usted ha logrado que pasen a segundo plano coincidencias con algunos rumbos de su gestión, que los tengo, y también incomodar mi sensibilidad, más o menos adaptada ya a las virulentas realidades criollas, vistas mis dos condiciones, periodista y peronista, que he procurado sobrellevar con el orgullo y la dignidad de que he sido capaz.
Mi fastidio de estas horas no es personal: usted ha maltratado y maltrata a diario a todo un gremio, al que pertenezco, al tratarnos, sin decirlo expresamente, de vulgares ganapanes y dóciles mandaderos de las voces patronales que acatamos con sumisión incondicional a cambio de cobrar un salario a fin de mes. Por eso entiende que "debemos cuidar el trabajo".
Si quiso ser un elogio, puede ahorrárselo sin remordimientos. No es lo que pienso de colegas de Canal 7, la televisión pública, o de los medios gráficos que lo defienden a ultranza en su pelea contra Clarín. Creo en la honestidad de la mayoría de ellos y no pienso que ninguno de ellos imagine ni estimule la idea de "un mundo sin periodistas", pero no sé si es lo que usted piensa y propone. Al menos no es lo que hizo en Santa Cruz, donde domesticó a los medios. Y sospecho que no es lo que quiere hacer ahora. Acaso lo seduzca y lo tiente la idea de un "periodismo de amigos", definición contraria a la esencia de la profesión. Es más cómoda, pero también menos plural y democrática. Usted diferencia a los periodistas de los propietarios de los medios, y está bien que lo haga. La inmensa mayoría de nosotros no somos dueños de nada, como no sea de nuestra información y de nuestro pensamiento.
Se me ocurre que lo hace porque nos confunde con esos políticos que empiezan prometiendo una cosa y después terminan haciendo otra, cuando no todo lo contrario, con tal de atornillarse al poder de manera enfermiza y con aires autoritarios en un mundo que ya no digiere intransigencias de ese estilo.
¿Qué diría usted de un periodista, o de un político, lo mismo da, que hace algunos años hablaba del peronismo con desprecio ("Es pejotismo puro"), elogiaba la transversalidad, proponía la concertación, abominaba del caudillismo de los caciques del conurbano, de las prácticas clientelísticas para contener la pobreza y la marginación y que ahora se aferra a ellas en su inentendible y arbitraria cruzada contra este diario, al parecer el mayor enemigo del Gobierno y el causante de todos sus males y errores, según se desprende de su discurso amañado y falaz?
Seguramente le diría que es un mercenario a sueldo, que sólo aspira a la mezquindad de defender su puesto en el poder o a negociar una retirada del mismo para reservarse cierto margen de decisión partidaria dentro de una estructura que antes detestaba.
Para terminar, usted estará pensando que alguien me ordenó escribir estas líneas. Se equivoca de medio a medio. Se las propuse yo al editor general. Porque quiero estar en paz con mi conciencia. Porque sigo siendo un periodista que se siente peronista. Y que no lo niega.
En Clarín escribí con admiración sobre Perón y el peronismo, me expresé en contra de los intereses del campo, critiqué alguna cobertura televisiva del grupo en medio del fragor de aquel conflicto y salí en defensa de la Presidenta cuando un extraviado colega español la humilló con alguna cuestión estética intrascendente en materia política. Eso está escrito.
Y fue publicado en estas páginas sin que se me reprochara. Como esta nota que usted lee. Y que nadie, salvo mi conciencia y mi desencanto, me llevó a escribir.
Voté dos veces por usted y una por la Presidenta. Y después del 28 a la noche, le puedo asegurar, seguiré durmiendo tranquilo. Espero que usted también lo haga, sabiendo que la democracia es sólo eso: una compulsa de voluntades, no un duelo a muerte con quienes piensan diferente.

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