martes, 6 de enero de 2009

Radiodifusión una cuenta pendiente

En la última charla del año, Mario Wainfeld y Orlando Barone, periodistas y ensayistas; Gustavo Gulla, funcionario del ComFeR y docente de Comunicación en la UBA y en Lomas de Zamora; Martín Bonavetti, director ejecutivo de Canal 7; y Tristán Bauer, director nacional de Medios Públicos, expusieron sus posiciones en relación con la ley que debe regular "los servicios de comunicación audiovisual".
Por Sandra Russo
Desde hace 28 años, los argentinos contamos con un marco regulatorio en materia de radiodifusión que, cuando fue emparchado, lo hizo para favorecer a los conglomerados multimedia que dominan el mercado. Nuevas nociones, como el derecho a la información o la equidad informativa, hacen necesario un debate profundo que modernice el cuadro de situación. En el actual, y eso no hay que explicarlo ni demostrarlo, sólo algunos discursos tienen cabida, y son multiplicados en un ejercicio cotidiano que convierte a los monopolios en multiplicadores de su propia versión de los hechos.

La historia de la ley, sus parches, sus trampas
Gustavo Gulla: Voy a tratar de centrar algunos planteos respecto de por qué hay que derogar la legislación vigente en materia de lo que se llamaba radiodifusión, y por qué hay que sancionar por fin una ley democrática que regule lo que hoy llamamos servicios de comunicación audiovisual. Como se sabe, lo que rige la radiodifusión en la Argentina es un decreto de la dictadura, el 22.285, de 1980. La exhibición pública del Boletín Oficial el día que se publicó, donde después de ciento y pico de artículos dice: "firmado: Jorge Rafael Videla, Albano Harguindeguy, José Alfredo Martínez de Hoz", sería la mejor campaña publicitaria para generar la conciencia necesaria para derogarla. Es una de las deudas más injustificables de estos 25 años de continuidad democrática que hemos construido entre todos. Desde la honestidad intelectual, uno debería reconocer que esta ley duró más en democracia que en dictadura.
Duró tres años en dictadura y 25 años en democracia. La democracia no sólo la mantuvo, sino que la corrigió y la empeoró, especialmente durante la década del '90. En una de las primeras leyes privatizadoras, en 1989, la fatídica ley Dromi, de emergencia económica y reforma del Estado, hay un articulito: el 65, que modificó parcialmente esta ley. A los rasgos autoritarios que tenía, le agregaba el sesgo concentrador de la propiedad. Modifica el inciso 45, y permite a las empresas periodísticas acceder a licencias de radiodifusión, permite la sociedad de sociedades. Se elimina también el requisito de exclusividad en radiodifusión, con lo cual configuró de alguna manera el panorama que tenemos hoy, donde nadie sabe muy bien quiénes son los dueños de los conglomerados multimedia. Decimos "Grupo Clarín", pero detrás del Grupo Clarín también hay fondos de inversiones extranjeros, hay banca internacional, hay de todo, y también en los otros grupos que podamos examinar. Esta es otra razón por la cual Carlos Menem reguló a fuerza de decreto de necesidad y urgencia, el 1005, del año '99, ya electo Fernando de la Rúa. Menem hace un final de fiesta en lo que tiene que ver con la concentración de la propiedad: dispone que un mismo licenciatario, que podía tener hasta ese momento 4 licencias, pueda tener 24. Permite la transferencia de licencias, en buen romance, valoriza como una mercancía más las licencias de radiodifusión que el Estado otorga de manera gratuita. El espectro radioeléctrico es un bien finito, es patrimonio de la humanidad y es administrado por los Estados nacionales, con lo cual no se venden las frecuencias. Los Estados, conforme a cada legislación, otorgan por un tiempo determinado la explotación de una licencia de radio o televisión, bajo determinadas condiciones que tienen que ver con la propuesta cultural, los antecedentes y demás. Así se armó un mercado de oferta y demanda donde el Estado no participa desde el punto de vista económico, y actores privados, que fueron beneficiados en algunos casos con justicia y en otros habría que revisarlo, valorizaron algo que no tenía precio. Si yo me presento a un concurso de una radio y lo gano por mi trayectoria, mi propuesta y demás, y después se lo vendo a alguien, me convierto en un empresario exitoso de medios. Todo esto es más que suficiente como para derogarlo y pensar todo de nuevo. Mientras se concentraba la propiedad, creció la importancia, y esto no es un invento argentino, de la videopolítica, del videopoder. Cada vez influye más en la esfera pública. Aquello que en términos generales uno dice "si no está en la televisión, no existe", bueno, en política se comprueba. En estos 28 años, prácticamente, se revolucionó todo lo que tiene que ver con los medios de comunicación. En el momento en que se publicó el decreto, la máxima innovación era el comienzo de las transmisiones regulares en color. La televisión por cable está colgada con alfileres de lo que se llamaba "servicio complementario de antena comunitaria", o "circuito cerrado de televisión". Eso era el esfuerzo cooperativo de pequeñas y medianas localidades de distintas zonas del país que tenían dificultades para acceder al menos a una señal de televisión abierta. Qué tiene que ver eso con los operadores nacionales de televisión por cable, que ofrecen cien canales, muchos de ellos, junto con el acceso a banda ancha de Internet, y algunos ya empezando a ofrecer telefonía. Ahora estamos en una bisagra tecnológica, que tiene que ver con la incorporación de la televisión digital, se viene la televisión por Internet, se viene la televisión móvil. Necesitamos un nuevo marco regulatorio legal y legítimo, sancionado por quien corresponde, que es el Congreso de la Nación.

La desigualdad en la emisión
Mario Wainfeld: Firmo al pie lo que dijo Gustavo, tómenlo como mío también, pero agregaría o detallaría un par de cosas desde el punto de vista político. Primero: mercado y Estado, espacio de mercado y espacio público, ciudadanos y consumidores, es una larga discusión; la democracia y el sistema capitalista. El sistema capitalista interpela a las personas como consumidores, y la democracia los interpela como ciudadanos, el punto es que en el mercado no todos valen uno, cada uno vale por la guita que tiene. Y en la democracia, en principio y por lo menos en determinadas instancias fundacionales y básicas, como es la del voto, todos los zonzos valen uno, y eso cambia mucho las cosas. Y cuando hablamos de qué hacen los ciudadanos frente a la posibilidad de comunicar, qué pasa entre la posibilidad de emitir información y la posibilidad de recibir información. En general te dicen vos sos una persona libre, podes ir al quiosco y mirar lo que quieras, vos sos una persona libre porque tomas el control remoto y elegís. Y la respuesta podría ser: eso no constituye ciudadanía, eso constituye otra cosa, constituye capacidad.
Hay desigualdad en todos lados en la sociedad argentina y también la hay a la hora de emitir información. Elegimos poco, muy poco. Segunda cuestión: viene a mi memoria, soy vetusto y me gustan estas cosas, una frase canónica de Raúl Scalabrini Ortiz, aquella que decía que todo lo que no está legislado, está regulado implícitamente a favor del más fuerte. Si no hay ley, manda el que manda. Si hablamos de todo esto, hablamos de política y hablamos de la necesidad de construir una nueva normativa, una nueva agenda y un espacio de discusión que propenda precisamente a lo contrario de lo que dicen los que se oponen a estos avances legales. ¿Qué decimos con esto? Decimos que alterar las relaciones de fuerza existentes es una primera lucecita, o pegar un empujón para el lado de la igualdad. La marca más cruel que tienen todas las sociedades de la región es la desigualdad. Siempre se habla de la desigualdad en materia de ingresos y está fantástico, pero hay muchas otras desigualdades. También somos desiguales para tener competencias y manejar Internet, para saber comparar los medios o para saber leer diarios.
En fin, una construcción política, pues, está pendiente, y en este sentido, una construcción que va al pluralismo y no al monopolio, que va a que haya más voces, más emisores y que hay a también más receptores. Y la verdad, desde un punto de vista conceptual, parece chocante que se defienda una democracia con pocos emisores. La democracia es connaturalmente pluralismo. Hay muchos emisores que están privados de la posibilidad de expresarse. Hay un mundo de organizaciones sociales, de sindicatos, de organizaciones no gubernamentales, de grupos de base religiosos, que también tienen derecho y posibilidad de expresarse y que no tienen el derecho constitucional de expresar sus ideas por la prensa sin censura previa, que es lo que dice la norma legal. Porque expresar las ideas sin censura previa no es exactamente lo mismo que llamar a la radio donde yo trabajo y decir: "soy Poroto de Lugano y opino tal cosa", que está bien, pero que es sólo una parte. Y mucho menos es mandar fotos familiares a un multimedio para que las divulguen. Participar es, en definitiva, generar poder para las causas que se defienden. En este sentido, hay que terminar con esta ley, que no es sólo la ley de la dictadura, sino el engendro que hemos consentido. Tomen la primera del plural para no tener peleas de conventillo. Las fuerzas nacionales y populares son las que han gobernado la Argentina en forma exclusiva. La Argentina no ha sido gobernada formalmente por una fuerza conservadora en los 25 años de recuperación democrática. Los retrocesos que se han producido en este terreno los han producido esas fuerzas y no las conservadoras, que están para eso. El hecho de que haya sido Carlos Menem y no Margaret Thatcher quien produjo lo que produjo, o Fernando de la Rúa, que es un radical y no Ronald Reagan, es un problema adicional, y también es un problema adicional que esas fuerzas nacionales y populares hayan consentido esto. La correlación de fuerzas de cada momento o la posibilidad de encontrar pactos parciales con los grandes medios, para que fueran amigables, funcionó. Fue un dilema para los respectivos gobiernos. Y el actual, que está más decidido, también lo tiene. Lo digo acá con los muchachos, les tengo mucho respeto, pero este gobierno también tiene el dilema y este año, en el cual se planteó con mucha fuerza la posibilidad de cambiar la ley de radiodifusión, pasa sin que la ley haya tenido tratamiento parlamentario.

Los medios son de derecha
Orlando Barone: Los que estamos en la mesa estamos involucrados desde distintos roles en los medios de comunicación, pero somos consumidores de noticias. Entonces, como consumidor de noticias, me pregunto: ¿qué siento yo frente a los medios de comunicación? Que los medios de comunicación son de derecha. Ustedes dirán qué novedad, la historia de los medios de comunicación es de derecha. Pero en este orden mundial que se instaló con la tecnología en las últimas décadas, ese cambio se hizo furibundo y aplastante. Es decir que si uno es de izquierda, en su casa convive con tres militantes de derecha: los diarios, las radios y el televisor. Quiero provocar un poco porque mis compañeros, que merecen mi mayor respeto, van a tomar la provocación como un desafío. Yo diría los medios son imbatibles. Fíjense qué detalle: el grupo Prisa, que tiene al diario El País, el más importante de España, tiene como 400 o 600 radios en Latinoamérica, y acá en la Argentina, tiene radio Continental, donde soy columnista. Se dice grupo Prisa de esa manera simplificadora como se dice grupo Clarín. El País es un diario que nació democráticamente desde el PSOE en la época de Felipe González. Yo lo leía mucho, tengo dos hijos radicados en España. Pero ahora se ha vuelto de derecha, ostensiblemente de derecha. Chávez es un demonio, Evo Morales es un fracaso. Entonces, sale un artículo que es difundido y propagado en el mundo, los académicos lo dan en clase y en las escuelas de periodismo y en las universidades, y yo pienso leérselo a ustedes, porque pienso que esto es provocador también. El diario El País, hace tres publica años, publica "Recomendaciones para todos" en la segunda página. El Consejo de Europa es un consejo académico, nutrido por los más grandes especialistas en comunicación, que plantea un código de deberes para el periodismo europeo. Dice: "El Consejo de Europa deja claro que la información no es una actividad normal, es un derecho fundamental, y sus titulares son los ciudadanos, a ellos corresponde precisamente el derecho a exigir que la información que se les suministra se realice con veracidad y honestidad. Tampoco las empresas periodísticas son normales, las empresas periodísticas son especiales desde el punto de vista socioeconómico, ya que sus objetivos empresariales deben quedar limitados por las condiciones que deben hacer posible la prestación del derecho fundamental, porque ni los editores o propietarios de los medios ni los periodistas deben considerarse dueños de la información. En esta línea específica, que ni la calidad de las informaciones o de las opiniones deben estar mediatizadas por el mero hecho de buscar más lectores, oyentes o espectadores, ni tampoco con el único propósito de aumentar sus ingresos por publicidad". Qué embusteros. Y agrega que el tratamiento ético de la información exige que se considere como destinatarios a las personas y no a las masas. Qué hijos deputa. (Risas)

Continuidad de las gestiones
Martín Bonavetti: Los medios no le hablan al ciudadano, le hablan al cliente. Cuando llegué a Canal 7, hace dos años y medio, me encontré con una programación bastante particular. Había un programa dedicado a ollas de cocina, y otro dedicado a autos preparados, actividad ilegal. Cuando pregunté en una reunión de directorio cuál era el motivo de esos programas, el gerente comercial me dijo: "Le pagan al canal una suma de dinero y ahí están”. Entonces la pregunta inmediata fue: ¿Si uno tiene plata, pone un programa en Canal 7? Y ahí se desató una discusión interesante. La pregunta fue: si un canal del Estado necesita ser financiado de esta forma, ¿para qué tenemos un canal del Estado?
El Estado promueve ingresos, y nosotros tenemos la obligación de generar contenidos desde otro lugar que no sea buscar un cliente. La segunda pregunta fue cuál era el concepto para generar contenidos en la televisión. En la televisión de mercado, los contenidos se generan a través del rating. Ahora bien, en este país donde el mercado ha dejado excluido a más de un 40% de la población, no es lógico que los medios de comunicación sólo regulados por el Estado generen exclusión y silencio.
Los contenidos televisivos de los grandes canales cada vez son más autorreferenciales. La otra vez, hablando con Pedro Saborido, disertábamos sobre rating o repercusión. Era un domingo a la tarde después del asado, vino, uno empieza a imaginarse argumentos, y había un dato irrefutable: "Peter Capusotto y sus videos" nunca superó los tres puntos de rating. Es más, la primera temporada no le ganó ni a un programa que tenía Antonio Laje en América. Entonces, decíamos, a ver, la repercusión de un programa y la medición de rating del otro algo está diciendo, algo está comunicando. Yo no tenía experiencia en la función pública, y una cosa que aprendí es la noción de la política de Estado, de continuidades de gestión. De seguir una línea en concepto de trabajo y no de estar reinventando todo el tiempo que dura una gestión. Entonces, cuando uno habla de regulación, habla también de la posibilidad de mantener políticas, de establecer un marco de previsibilidad, y habla de ejecución. Y para terminar, quiero marcar algo que es importante, no podemos construir una línea editorial sin conocer cómo se constituye el lenguaje televisivo. La síntesis es la base del lenguaje televisivo. A la síntesis se le tiene que sumar el impacto que genere atención, lo que hace diez años resultaba amarillismo, hoy lo tenemos absolutamente incorporado como algo normal. La construcción del lenguaje televisivo depende de esta síntesis y de este impacto, en el mercado televisivo como tal la ausencia de la regulación sobre ese lenguaje construye sinónimos como "drogadicción igual adolescencia", "escuela igual violencia", "crisis con ruralistas, crisis contra el campo, gobierno contra el campo". No existe regulación más fuerte que la regulación televisiva en Estados Unidos. Les voy a dar un ejemplo: el conductor de un noticiero informa, y escenográficamente el que opina sobre la noticia tiene que estar separado, se separa la opinión de la información, está delimitada hasta escenográficamente. Acá tenemos conductores de noticieros que uno no sabe si están opinando o si están informando. No existe la posibilidad de construir un medio de comunicación que incluya otras voces si no está garantizado por un marco regulatorio.

Una construcción política y social
Tristán Bauer: Hace unos meses asumí una inmensa responsabilidad y, les confieso, día a día me pregunto sí seremos capaces de avanzar aunque sea algunos pasos en la construcción de bienes públicos más democráticos. Traté de salir de la situación de crítico, de esas críticas que pululan en nuestras cabezas y en los medios mismos de la televisión chatarra. Descreo de esa televisión perfectamente realizada, concebida con los mejores técnicos y presentadores, para cumplir el cometido que cumplen, que es justamente transformar a los seres humanos en consumidores. En el último viaje que hizo José Saramago aquí a la Argentina, nos dio una entrevista para Encuentro y utilizó con mucha claridad este concepto de la televisión, los medios y la televisión específicamente como constructora de la realidad y ese poder feroz de instalar un gobierno o derrocar un gobierno, incluso bajo un marco de aparente democracia. Si vamos un poquito más atrás, podemos recordar a Mauro Víale y esas peleas y esos gritos, y si vamos un poquito más atrás, en el canal público, podemos recordar a Gerardo Sofovich entre culos y tetas cortando la manzana y repartiendo dinero. Y si vamos al momento donde se generó esa ley, vamos a encontrar al canal público al servicio de la cultura de la muerte, allí todos recordaremos los discursos de Malvinas de la dictadura.
Yo creo en el marco regulatorio que aquí se reclama, pero también creo, de verdad, y les juro que pongo el empeño todos los días, que con el actual marco que hay que modificar, igual se pueden construir las fuerzas. Daniel Filmus me tuvo que convencer varias veces de que asumiera la dirección de Encuentro, venía de hacer "Iluminados por el fuego", estaba muy cansado y soy de alguna manera un animal cinematográfico. Nuestra generación despreciaba la televisión, queríamos ser todos directores de cine, admirábamos a Bresson, Bergman, Buñuel, Fellini, Visconti, esos monstruos extraordinarios que nos marcaron para siempre. Y para mí fue un descubrimiento en el proceso de la construcción de Encuentro ver el poder extraordinario que tiene la televisión y cómo esa pantalla se mete en los hogares. Y porque recorro también América Latina, digo que no es solamente esta nueva mirada y este nuevo fenómeno una construcción particular de nuestra Argentina sino que, de alguna manera, los procesos democráticos van descubriendo este espacio de la televisión pública. No una televisión al servicio sino, como diría Martí, al servicio del mejoramiento humano, del debate, de traer lo mejor del mundo e intentar desarrollar otros valores, nuestros propios valores. Me he propuesto avanzar en una construcción de la nueva televisión pública. Nosotros tenemos que construir un verdadero modelo de cultura popular, cómo hacemos para que aparezca ahí nuestra memoria, nuestra historia, pero también cómo hacemos para proyectar a futuro. Ojalá seamos capaces los argentinos de sancionar en el Congreso una nueva ley de radiodifusión. Yo estoy seguro de que cuando seamos capaces de explicar bien a nuestro pueblo el origen perverso, esas firmas, lo que representan esos nombres y desde qué lugar se diseñó ese marco regulatorio, van a ser cada vez más voces las que se sumen, pero esto es una construcción.

Fuente: Página
I12

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