domingo, 3 de agosto de 2008

Montoneros, el objetivo

El periodista Carlos Osorio narró al diario RosarioI12 como encontró la documentación que da origen a la nota publicada originalmente en la revista mexicana Proceso.
Por: Carlos Osorio*
Hace exactamente 30 años, la inteligencia militar de Argentina concibió un plan para asesinar a los máximos dirigentes de la organización guerrillera Montoneros, que habían recibido asilo en México. Un grupo de agentes y militantes “doblegados” fueron enviados a este país para consumar la misión. Sin embargo, las cosas no salieron como se esperaba.
Documentos inéditos acerca de cómo la Dirección Federal de Seguridad intervino en esos hechos fueron difundidos por The National Security Archive (tambien en: www.nsarchive.org), organización no gubernamental ubicada en la Universidad George Washington de Estados Unidos, y forman parte de una investigación realizada en el Archivo General de la Nación. En ella participaron Carlos Osorio, director del Proyecto de Documentación del Cono Sur de ese instituto, y la asistente Susana Zavala**.
Cuando caminaba de incógnito por la calle Antonio Caso, en la colonia Tabacalera de la Ciudad de México, al militar argentino Rubén Fariña le inquietó la llegada de un grupo de automóviles que se agolparon justo frente al hotel Mayaland, ubicado en el número 23 de esa calle, a una cuadra del Paseo de la Reforma.
Muy fundadas, sus sospechas apuntaban a la posibilidad de que los autos pertenecieran al servicio de inteligencia mexicano: la Dirección Federal de Seguridad (DFS).

Era el 18 de enero de 1978.
La preocupación del mayor Fariña, quien era nada menos que jefe de la Sección de Operaciones Especiales del Destacamento 121, denominado La Patota y asentado en Rosario, Argentina, no era gratuita. Él encabezaba una arriesgada operación clandestina consistente en infiltrar y aniquilar a la dirigencia de los Montoneros –agrupación político-guerrillera de corte peronista que en la década de los setenta enfrentó a la dictadura militar argentina– que se encontraba asilada en México.
Como parte del plan, Fariña comandaba a dos agentes de inteligencia y a dos integrantes de los propios Montoneros, quienes, luego de ser “quebrados” –convertidos en colaboradores bajo presiones de los militares argentinos– tomaron parte en la misión.
La operación del agente Fariña era una extensión del trabajo que se hacía en su país, particularmente en La Patota, y constituía una muestra de la sofisticación y alcances del aparato de inteligencia del ejército argentino.
Dirigida por el comando del Segundo Cuerpo del general Leopoldo Fortunato Galtieri, La Patota estaba ubicada en un lugar secreto donde la dictadura concentraba elementos “subversivos” que se había encargado de secuestrar. El lugar específico de concentración era la Quinta de Funes, donde, sin embargo, los prisioneros estaban muy lejos de ser ejecutados. Ni siquiera se les torturaba; tampoco se consumían famélicos en mazmorras.
En la Quinta, ubicada en las afueras de Rosario, agentes de inteligencia y Montoneros capturados jugaban fútbol, preparaban y comían asado juntos y disfrutaban de la piscina.
Se trataba de un experimento que, basado en la coerción y la presión, tenía como propósito que 15 subversivos susceptibles de ser “quebrados” se convirtieran en colaboradores del ejército. El método había funcionado con el montonero Carlos Laluf, y había permitido la captura y “quiebre” de su superior, el jefe de Montoneros en Rosario, Tulio Valenzuela.
Mientras la mujer e hijo de Laluf quedaban como rehenes en Rosario, Valenzuela aceptó colaborar con el ejército e infiltrar a los integrantes de ese grupo subversivo que se hallaban en México.
Además de Laluf y Valenzuela, el mayor Fariña había traído a la capital mexicana a su lugarteniente, Daniel Amelong, y a un asistente, Jorge Cabrera, quienes tenían la encomienda de ejecutar materialmente los crímenes.
El plan, aprobado en una reunión que sostuvo el alto mando castrense –encabezado por el jefe de la Junta Militar, Jorge Rafael Videla– evidenciaba los afanes de expansión, así como la visión geopolítica del aparato de inteligencia argentino ante el repliegue hemisférico de la Agencia Central de Inteligencia estadunidense (CIA, por sus siglas en inglés) debido al escándalo internacional desatado a raíz de las revelaciones en torno a las atrocidades cometidas por la Dina chilena (Dirección de Inteligencia Nacional) en el exterior.

La denuncia
El itinerario de Fariña para llegar a México había sido planeado cuidando hasta el más mínimo detalle.
Detrás de esa operación estaba el general Leopoldo Fortunato Galtieri, quien decidió enviar al comando a la Ciudad de México. El 14 de enero de 1978, los agentes de inteligencia y los montoneros “quebrados” volaron de Buenos Aires a Río de Janeiro, Brasil, ciudad desde la que Tulio Valenzuela estableció comunicación con la base guerrillera en México.
En lo que se refiere a Argentina y a Brasil, el itinerario se facilitaba por el hecho de que, a partir de un acuerdo suscrito desde principios de los años setenta, las fuerzas de seguridad de ambos países intercambiaban información, participaban en interrogatorios y torturas conjuntos; daban seguimiento, infiltraban y asesinaban a disidentes de las dos naciones.
El 16 de enero Fariña viajó a Guatemala, donde el grupo de los cinco se dividió en dos para entrar a México sin despertar sospechas: un día después, el 17 de enero, Laluf y Valenzuela viajaron juntos bajo los nombres falsos de “Miguel Vila” y “Jorge Cattone”, respectivamente; el 18 de enero, Fariña, Amelong y Cabrera los siguieron en otro vuelo bajo los alias “Eduardo Ferrer”, “Manuel Pablo Funes” y “Carlos Caravetta”.
Todo estaba saliendo a pedir de boca. Los militares argentinos contaban con el apoyo del Ministerio de Defensa guatemalteco, que mantenía estrecho contacto con la embajada argentina, legación que tiempo después patrocinó el entrenamiento de oficiales guatemaltecos en tácticas de inteligencia y contrainsurgencia.
Pero Fariña no se sentía cómodo en México. Este país no era Guatemala, no era Brasil. Por tanto, ahí no existía la intimidad que los militares argentinos tenían con las dictaduras latinoamericanas.
El 18 de enero de hace 30 años, frente al hotel Mayaland, Fariña vio cómo Daniel Amelong y Carlos Laluf eran sacados, con los rostros cubiertos, por los agentes de la Dirección Federal de Seguridad, dirigida entonces por Javier García Paniagua, quien reportaba de esos hechos al secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles.
La operación había sido descubierta, por lo que Fariña y Cabrera escaparon del lugar y se refugiaron en la embajada de Argentina.
Aquel 18 de enero, Valenzuela había hecho contacto con los líderes subversivos, pero en lugar de infiltrarse y seguir la farsa, denunció la maniobra de los asesinatos ante las autoridades mexicanas.
En conferencia de prensa con otros montoneros, Valenzuela señaló también la existencia del centro de detención clandestino de Rosario, la Quinta Funes, en la cual, dijo, los militares argentinos tenían cautivos a varios activistas reportados como desaparecidos, entre éstos el ex diputado Jaime Dri, así como la esposa de Valenzuela, Raquel María Negro, quien se encontraba embarazada.
El escándalo fue dado a conocer el 20 de enero de 1978 por la prensa mexicana. Germán Ramos Navas, reportero del diario Unomásuno, llamó por teléfono a la Quinta de Funes para confirmar la historia. Le contestó un militar. “No tengo control de mis agentes fuera del país”, le dijo.
Ramos Navas le disparó al oficial: “Ustedes tienen detenido al hijo de Valenzuela”. El militar, “nervioso y preocupado ante la inesperada llamada, titubeó notoriamente antes de negar que conocía a Miguel Vila o Carlos Laluf. Su nerviosismo y desconcierto fueron en aumento al ser interrogado sobre su relación con ‘Ferrer’ y Caravetta’, nombres falsos de otros dos agentes de la junta integrantes del operativo”, indica la nota de Ramos Navas, publicada el mismo 20 de enero. El oficial negó todo y cortó la comunicación.
El 19 de enero, durante un brusco interrogatorio, los agentes de la DFS ficharon a los argentinos capturados: “Manuel Augusto Pablo Funes, teniente del área de Inteligencia 121 del ejército argentino, y Miguel Vila Adelaida, elemento civil del área de Inteligencia 121”. En las imágenes de las fichas los sobrevivientes de esos hechos reconocen hoy a Daniel Amelong y Carlos Laluf.
En el reporte de seis páginas producto del interrogatorio al que fueron sometidos el teniente Amelong y Laluf por la DFS, confirmaron que “fueron enviados por las autoridades militares de su país” para infiltrar a Montoneros. Además explicaron que habían logrado “convencer a los militantes detenidos (en Argentina) de que colaboren con el gobierno... con ciertas medidas de presión moral y principalmente relacionados con sus familias”.
El 21 de enero, luego de que el gobierno mexicano mantuvo conversaciones con la legación de Argentina en torno a la Operación México, un informe de la DFS reportaba que Fariña, Cabrera, Amelong y Laluf habían sido “expulsados por espionaje a los Montoneros radicados en México”.
El informe añadía: “A la sala de abordaje del aeropuerto llegaron para entrevistarse con esos elementos Fernando Daniel Diego, hijo del coronel Fernando Diego, agregado militar de la embajada de Argentina en nuestro país; el propio militar y Aldo Mario de la Fuente, agregado administrativo de la embajada argentina en México”.
Ante el descalabro de lo que se conoce como Operación México, testimonios recientes de quienes estuvieron implicados en ella dan cuenta del encubrimiento de las actividades del Destacamento Militar 121, La Patota, y del escalofriante fin que tuvieron 15 militantes detenidos en la Quinta de Funes, incluyendo probablemente a Carlos Laluf: un tiro al corazón.
Jaime Dri logró escapar y se refugió en Panamá. Los documentos inéditos permiten corroborar la historia del único sobreviviente de la Quinta de Funes, consignada por primera vez en el libro de Miguel Bonasso Recuerdo de la muerte, así como la declaración escrita por otro testigo clave, Tulio Valenzuela.
Además de haber expulsado a los agentes argentinos, las autoridades mexicanas exigieron a los Montoneros sacar del país a Valenzuela, quien fue enviado nuevamente a Argentina, donde murió al momento de ser capturado.
Los documentos encontrados en el Archivo General de la Nación ayudarán a esclarecer responsabilidades en torno a la suerte que corrieron Pedro Retamar, Óscar Daniel Capella, Ana María Gurmendi, Carlos Laluf, María Marta Benasi, Jorge Novillo, Raquel María Negro (embarazada), Reyna Lloveras, Carmen Liliana Nahs de Bruzzone, Graciela Busaniche, Estela Hilbrand de Delrosso, Teresa Sonia de Sklater, Miguel Ángel Tosetti, María Marta Forestello, Alberto Barber Caixal, Eduardo Tonioli y Fernando Dante Dussex.
A finales de la década de los setenta, cuando el general Galtieri estaba al frente del ejército, la inteligencia argentina, en coordinación con su contraparte brasileña, infiltró y capturó a líderes Montoneros en Río de Janeiro y los hizo desaparecer en un centro clandestino de las fuerzas armadas localizado en Campo de Mayo.

NdE: *Carlos Osorio
es periodista. Trabaja en el National Security Archive en Washington hace 14 años. Comenzó como asistente en el proyecto de documentación de Guatemala que apoyó el trabajo de la Comisión de esclarecimiento histórico de Naciones Unidas en ese país. Desde el año 2000 es director de los proyectos de documentación de Argentina, Paraguay y Uruguay. El objetivo es recabar documentos desclasificados de las Agencias de Inteligencia de Estados Unidos que ayuden a aclarar violaciones de Derechos Humanos y hacerlas accesibles a jueces, organismos de Derechos Humanos y familiares de las víctimas. Además, es supervisor de los sistemas informáticos del National Security Archive.
* *Susana Zavala
es periodista e investigadora del Proyecto México de The National Security Archive de Washington. Desde hace seis años se dedica a la investigación documental sobre material desclasificado de la intervención del Estado y el Ejército en movimientos sociales y políticos del Siglo 20. En la actualidad imparte talleres sobre “Cómo utilizar las leyes de acceso a la información pública en periodismo de investigación”.
Imagen: Documento desclasificado fechado en el año 1978
Foto:
Sebastián Granata, RosarioI12

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