lunes, 4 de agosto de 2008

Ecos de la conferencia: "Les dimos de beber su propia medicina"

En olivos celebraron la “derrota” de la prensa
En el entorno de la Presidenta celebraron porque les “arrebataron una bandera” a los medios y la oposición. Y le permitió al Gobierno “ganar aire” luego de la crisis.
En la batalla por ganarle la tapa de los diarios a la Sociedad Rural, el gobierno nacional descubrió que había encontrado una victoria inesperada. “El periodismo fue el gran derrotado del fin de semana”, le dijo ayer a este diario un ministro clave en la decisión de convocar a la prensa. La frase grafica la sensación que quedó flotando en el aire de la residencia presidencial después de que se fueron las cámaras y los micrófonos.
Por motivos muy disímiles, el oficialismo evaluó como un éxito rotundo la primera conferencia de prensa de Cristina Fernández de Kirchner en la Quinta de Olivos. Los funcionarios del Gobierno dicen que se quedaron satisfechos con la organización, la forma en que se desarrolló la conferencia y, sobre todo, por el respeto con el que se dirigieron hacia la Presidenta los cronistas que acudieron a la cita.
En la perspectiva del matrimonio K lo fundamental fue que, después de una hora y cuarenta y cinco minutos de preguntas, la Presidenta salió indemne y la prensa mal parada. De acuerdo con esa lectura, Cristina acaparó las tapas de todos los diarios del domingo y relegó el discurso de apertura en la Sociedad Rural sin pagar “costos extras” por su aparición. “En una conferencia de prensa no vas a modificar la visión de los opositores al Gobierno. Lo importante es no seguir perdiendo y ganar aire”, evaluaron.
Hasta Néstor Kirchner reconoció ante las menguadas filas de sus incondicionales que la decisión fue acertada. El Gobierno está convencido de que logró arrebatarle una de sus banderas principales a la prensa, considerada como la fracción más aceitada y con mayor poder de fuego que revista en la oposición.
En abierta defensa de la estrategia del oficialismo, el gobernador de Chaco, Jorge Capitanich -un aliado incondicional de la Presidenta- defendió la “impecable” actuación de Cristina Kirchner y reivindicó la imposición de agenda por parte del Gobierno. “Una conferencia de prensa abierta, con 25 preguntas y 1 hora 40 minutos de exposición resulta impecable desde la capacidad de respuesta de la presidenta”, se entusiasmó Capitanich y contestó los títulos que remarcaron que Cristina había ratificado a sus colaboradores. “La agenda de la modificación de Gabinete no la pueden imponer ni la oposición política ni los medios”, remarcó.
Desde que los ruralistas (y sus aliados de la ciudad) le ganaron por goleada, los funcionarios se consuelan con festejar los córners. Y, puertas adentro, la evaluación sobre el periodismo es lapidaria. Un funcionario de acceso a la intimidad de Olivos le dijo ayer a Crítica de la Argentina que los Kirchner estaban sorprendidos por la “baja calidad” de las preguntas y el afán de ciertos periodistas por lucirse en lugar de coordinarse entre sí en función de un tema. “Les dimos a beber de su propia medicina. El nivel fue muy bajo. Hubo varios casos en que se quisieron imponer temas y sin prestar atención a la pregunta que había hecho el colega que lo había precedido”, afirmó el ministro.
Merecido o no, el debut del equipo de comunicación que preside el escolta presidencial, Miguel Núñez, se anotó el primer poroto en sus cinco años de gestión. “Volvió a su lugar. Tiene un dominio absoluto. Ella es lo que se vio ayer”, dijo otro funcionario que no podía ocultar su entusiasmo. Se refería al tiempo en que la senadora Kirchner era la más simpática y codiciada de las legisladoras por su capacidad para transformar frases en estocadas con destino de título.
Sólo los sectores más conciliadores del Gobierno admiten que, desde que el kirchnerismo arribó al poder, se perdió el hábito de las conferencias y ahora cuesta desentumecer las neuronas. “Funcionarios y periodistas estamos reiniciando un aprendizaje conjunto”, dijo una espada oficialista que aún trabaja por la concertación y la concordia. Ese punto de vista, incipiente aún dentro del Gobierno, es el que considera que la decisión con la que sorprendió Cristina el fin de semana se inscribe en un tránsito hacia la tan demandada “calidad institucional”, lo mismo que la determinación –también forzada– de enviar los proyectos del Ejecutivo al Congreso.
Pese a la algarabía K, cerca de la Presidenta se preocuparon por desmentir que hubiera tomado clases de coaching de cara a su primera conferencia como jefa de Estado. “Ella no lo necesita”, dicen. El encuestador Ricardo Rouvier, señalado como su flamante asesor de imagen, se excusó ayer de hacer comentarios ante la consulta de Crítica de la Argentina.

Sin maquillaje
Norma Morandini*
Parecen lo mismo pero no lo son: propaganda hacen los gobernantes para inculcar o promover nuevas conductas. La publicidad sirve para vender. En tanto la propaganda comunica razones políticas, morales, educativas, la publicidad tiene fines mercantiles. Si la propaganda, para ser creíble, debe ser verdadera, la publicidad vende ilusión y, por eso, cuanto más mentirosa más verdadera. Entre nosotros, no sólo se confunden los términos, sino que hasta sus finalidades aparecen trastocadas. Los ministerios hacen publicidad y los gobernantes, en general, todavía, confunden prensa con propaganda. Con las mismas técnicas publicitarias con las que se nos induce a comprar un auto o beber una determinada marca de cerveza, se publicitan candidatos o ministerios. Nunca valores educativos para ejercer ciudadanía, incorporar hábitos saludables o aprender sobre las reglas del tránsito. Aún estamos lejos del derecho de la ciudadanía a ser informada, lo que impone a los gobernantes la obligación de hacer conocer tanto la información como sus acciones y a los periodistas, a ser responsables con la información.
La defensa de la “comunicación directa” que hace este gobierno es ya una confesión del desprecio a la mediación que en toda sociedad democrática cumple la prensa. La igualdad de los ciudadanos ante la ley es ante todo la igualdad de competencia para la vida política, que depende de la calidad de la información. Una mala información mutila a los ciudadanos en su capacidad de acción y elección. De modo que el derecho a la información es inseparable del espacio público de las opiniones. Un derecho universal que no siempre propicia la gestión privada de los medios de comunicación, pero nadie regula mejor ese derecho que una ciudadanía madura con capacidad de discernimiento para decidir por ella misma sobre quién le miente o manipula. Me temo que los argentinos estamos creciendo sobre nuestro tutelado pasado. A juzgar por la caída de la popularidad de la Presidenta, nada aparece más inútil que todo el dinero gastado en la publicidad oficial, los más de 300 millones de pesos, para publicitar un gobierno, una presidenta, y no para hacer públicas las políticas de Estado. Por eso es loable que regresen a la gratuita conferencia de prensa.
Sin embargo, me temo que la decisión de someter a la Presidenta al interrogatorio periodístico tiene más que ver con seguir insistiendo en la construcción de una imagen que en la garantía de un derecho. Sin que se repare que tanto la televisión, ese reinado de la imagen, como la política se legitiman con dos números tramposos, el de las encuestas y el del rating: ambos menosprecian al ciudadano, reducido a votante o televidente. Si no, que lo digan los millones de argentinos desvelados para asisistir a los últimos debates parlamentarios, que contradicen el proclamado desinterés de los argentinos con la política, que es el bien público por excelencia.
Y una ciudadanía, ya no desvelada sino despierta, advierte que gobernar es mucho más que aplicar un buen maquillaje.
* Diputada por Memoria y Democracia.
El impacto mediático y el efecto retardado
Enrique Zuleta Puceiro*
Apenas seis meses de su estallido, el vértigo de los acontecimientos parece haber desplazado el caso Antonini Wilson al plano de las efemérides. Si bien no faltara quien sospeche cuidadosas estrategias oficiales de ocultamiento, las cosas son bastante más simples. En la Argentina actual, el ciclo vital de un impacto mediático es instantáneo.
Conviene, sin embargo, retener la importancia del efecto retardado de hechos que están todavía muy lejos de haber sido superados, sobre todo en un sistema político en el que los actores centrales parecen empeñados en tropezar una y otra vez con las mismas piedras.
Medido desde la perspectiva de su impacto sobre los niveles de apoyo a la presidencia de CFK, el caso Antonini fue acaso más importante que la mismísima crisis del campo. Su desenlace coincidió con el efecto combinado de dos procesos igualmente negativos a ojos de un sector importante de la opinión pública: el ascenso del problema de la inflación al primer plano de las preocupaciones públicas y, en el plano político, el comienzo del proceso de reunificación del justicialismo, rechazado sobre todo por los sectores independientes que habían acompañdo con su voto la candidatura de Cristina Kirchner. En apenas dos semanas, el porcentaje de apoyos bajó en dos semanas del 72 por ciento con que se había iniciado el mes de enero al 65,6 que se mantendría como promedio hasta casi la semana anterior a la votación de las retenciones en el Senado. Una caída en cinco puntos, similar a la sufrida por la Presidenta durante todo el proceso que va desde mayo hasta la fecha.
Con todo, no fue lo más importante. El caso Antonini fue el obstáculo más serio para la continuidad del programa de apertura del gobierno al exterior –uno de los objetivos más importantes para el nuevo ciclo presidencial y que forzó sobre todo posiciones de enfrentamiento con el gobierno y la justicia federal americana– una de las expertocracias más prestigiosas del mundo.
*Director de OPSM

Una voz fiel al pasado
Ricardo Monner Sans*
La corresponsal de France Press en la Argentina Valeria Cavallo pregunta. “No tiene nada que ver con el ex ministro (Domingo Cavallo)”, aclaró el vocero Miguel Núñez. La Presidenta lo cruzó duro: “Y si tuviera que ver (con el ex ministro) no hay ningún problema…”.
Por vez primera –que yo recuerde– la voz de los Kirchner ha sido fiel a su pasado. La cita indica que el vocero presidencial recibió simbólica bofetada. Los Kirchner y Cavallo no tienen, efectivamente, problema alguno. No lo tuvieron con Carlos Saúl Menem (Néstor dijo de él: “el mejor presidente que ha tenido la República Argentina”). Los Kirchner jamás se sumaron al esfuerzo que volqué a partir del 15 de marzo de 1995 cuando llevé al Tribunal a Menem por venta ilegal de armas. Y cuando la bárbara e intencional explosión de Río Tercero –donde acompaño a Ana Gritti como querellante en el proceso que en Córdoba se tramita– la única voz enérgica del kirchnerismo fue la de Nilda Garré. Claro que ella, como ministra de Defensa, jamás nos podrá explicar por qué es embajador en Colombia Martín Balza –el prolongado comandante en Jefe del menemismo– cuando el militar retirado acaba de ser indagado precisamente en la causa que en Córdoba se tramita por aquella barbarie de noviembre de 1995. Ni podrá el kirchnerismo explicar aquello de “funcionario llamado a indagatoria debe renunciar”.
Actitudes y silencios. Pero este sábado Cristina fue leal a las relaciones con Cavallo. Se rompió el silencio y la voz fue consecuente con las actitudes: “…No hay problema alguno…” con Cavallo. No sólo porque fue su asesor y no sólo porque el kirchnerismo no nos ha acompañado en la causa que iniciamos por la maniobra de la pesificación-corralito. Aquel desastre nacional que empobreció a tanta gente en mi país tuvo en el Cavallo de la versión De la Rúa el eje central en complicidad con banqueros de aquí, de allá y de… acullá.
Actitudes y silencios. El ex gobernador de Santa Cruz tuvo tanta confianza en el elenco cavallo-menemista como para designar como abogado de la provincia al abogado Horacio Tomás Liendo (h). El doctor Liendo fue el abogado de máxima confianza de Domingo F. Cavallo y fue el autor del anteoproyecto de la Ley de Convertibilidad: la moneda argentina empezaba a “valer más” que el dólar estadounidense.
Actitudes y silencios. El doctor Carlos Alberto Sánchez Herrera fue abogado de un general de la dictadura, Juan Bautista Sasiain. Néstor Presidente designó a aquel profesional procurador del Tesoro de la Nación. El escándalo llevó a Néstor a excusarse diciendo que no conocía nada de esto. ¿Designaba funcionarios sin analizar su pasado?
Actitudes y silencios. Hace poco tiempo Néstor dijo que Cristina había estado presa en los tiempos del horror. Novedad que nunca había sido dicha. ¿Cuándo y por qué? Menem, Cavallo, Balza. Traspiro la camiseta para encontrar fundamento a los que, en nombre de un cada vez más ambiguo progresismo, sostienen que el matrimonio presidencial es de “izquierda” o de “centro izquierda”. Hasta aquí, traspiro en vano.
* Presidente de la Asociación Civil Anticorrupción

Fuente: Crítica de la Argentina, Foto: Pablo Cuarterolo, Perfil.com

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